martes, 9 de octubre de 2007

Georges, Sand, Camille Caludel, Frida Khalo, Simone de Beauvoir

CUATRO MUJERES, CUATRO MOMENTOS


Por lo general cuando estudiamos la historia de la literatura o del arte, nos solemos circunscribir a la producción realizada por el hombre, pero rara vez a la producción de las mujeres. Ignoramos con cierta facilidad los importantes aportes que ellas han hecho en los diferentes dominios del saber humano: la ciencia o las humanidades. En cuanto a esta última se refiere, la producción de la mujer ha tenido un rol definitivo en los cambios socioculturales de los pueblos, y ha logrado ejercer una gran influencia en los tiempos que le ha tocado vivir. Hoy hablaremos de cuatro mujeres, que desde el oficio de la literatura o de la plástica, lograron revertir el orden establecido por la sociedad de su tiempo, y por lo tanto contribuyeron a generar los cambios que han hecho posible la inserción de la mujer en todos los ámbitos de la vida laboral y académica. Ellas son: Georges Sand, Camille Claudel, Frida Khalo y Simone de Beauvoir.

GEORGES SAND: (1804 -1876) La vida de esta escritora francesa es bastante singular, aún hoy en día su comportamiento daría mucho de que hablar dentro de los círculos sociales, donde los prejuicios y la doble moral tienen su mejor asiento. Su nombre verdadero era Aurore Dupin, y su nombre de casada era la Baronesa Aurore Dudevant. Desde muy joven se revelaría contra los convencionalismos de su época, los cuales exigían que la mujer se limitara al desempeño de los roles domésticos: Cuidado del hogar, crianza de los hijos, esposa fiel y abnegada… y si pertenecía a la élite social, podía acceder al esparcimiento que proporcionaban las fiestas y al ocio característico de la aristocracia y de la alta burguesía del siglo XIX. Su matrimonio, como todos los matrimonios de su época, fue arreglado y de esta unión tendría dos hijos, quienes serían siempre su principal razón para vivir, pero quienes tampoco serían un escollo para realizarse como escritora y como mujer.

Georges Sand, escandalizó al círculo social al que pertenecía de diversas formas, primero su independencia la lleva a separarse de un marido al que no respeta ni ama, decide vivir sola con sus hijos y ejercer una profesión, en la cual no había espacio para las mujeres: La literatura. Para subvertir aún más el orden de las cosas, decide entonces cambiar su nombre por uno masculino y va aún más allá: es la primera mujer en vestir ropa masculina. Pero ante todo es una mujer libre, que decide cuando y a quien amar. Ama sin tapujos, sin prejuicios, es ella quien toma las decisiones, así que escoge sus amantes, pero también es ella quien decide cuando y como terminar una relación. Los hombres que Georges Sand escogía, podían decir que habían sido sus amantes, no obstante ella no sería la amante de nadie; en el sentido que nunca pudieron ejercer influencia alguna sobre ella, ni lograrían menoscabar ese espíritu de independencia que siempre la caracterizó. Se rodeó de los hombres más ilustres de su tiempo: Alfred de Musset, quien nunca terminaría de entender porque ella se había cansado de su relación; y su gran amor Chopin, a quien ella seduciría y cortejaría de una manera completamente masculina. A Chopin la unía una mezcla de sentimientos que iban desde la pasión hasta una relación un poco maternal, que la impulsaba a velar por su precaria salud. Dentro de sus mejores amigos se contaba también a Liszt. Georges Sand escribiría 70 novelas y 25 obras de teatro, y una enorme producción epistolar, cuya recopilación permitiría conocerla más íntimamente y escribir su biografía casi como si ella se la dictara a un escriba.


CAMILLE CLAUDEL: (1864 - 1943) Esta extraordinaria escultora viviría una vida marcada por la fatalidad. Poseedora de un gran talento terminaría su vida encerrada en un hospital psiquiátrico, alejada de los hombres que más amó: Su hermano Paul Claudel, a quien ella misma le auguraría un gran lugar en el mundo de las letras, y su gran amor Auguste Rodin, el genio de las Puertas del Infierno; proyecto en el que Camille Claudel participaría como su ayudante. Camille conoce a Rodin, quien no sólo se convierte en su Maestro sino en su amante. Juntos trabajarían por espacio de varios años, pero la relación terminaría abruptamente; en parte porque Auguste Rodin no se separaría nunca de su compañera Rose Beuret. Camille Claudel se sumergiría cada vez más en su trabajo, y junto con él en una profunda soledad que la llevaría finalmente a la locura. Algunas de las obras que fueron atribuidas a Rodin por espacio de casi un siglo, son en realidad trabajo de Camille Claudel. Incluso una de las causas de la paranoia que la afligiría por más de treinta años, fue producto de los rumores que sus obras eran en realidad ejecutadas por él. Por lo tanto el excesivo amor y devoción que sentía por Rodin se convirtieron en un odio sin atenuantes, que también fue decisivo en el deterioro mental que la aquejaría hasta el momento de su muerte.


FRIDA KHALO: (1907 – 1954) La vida de Frida Khalo, la pintora surrealista de origen mexicano, también estuvo marcada por la tragedia y el dolor. Cuando Frida tenía 18 años de edad, tuvo un accidente automovilístico, el bus en el que viajaba fue atropellado por un tranvía, su columna vertebral sufrió una triple fractura, al igual que la pelvis. El pasamanos del autobús la atravesó entrando por la cadera y saliendo por la vagina, los médicos creían firmemente en que no se salvaría; pero Frida sobrevivió a este su primer desastre. Hasta ese momento Frida no había pensado nunca en la pintura, pero la larga convalecencia, postrada en una cama y presa del dolor, la llevaron a buscar refugio en el arte. Poco tiempo después conocería al gigante de la pintura mexicana: Diego Rivera, el padre del mexicanismo y del muralismo. Diego y Frida se enamoraron y el día de su matrimonio sus padres dirían que era la unión entre un elefante y una paloma. Frida estaba consciente que Diego nunca le pertenecería completamente, que una parte de él estaría siempre al lado de otras mujeres, incluyendo a Cristina, la hermana de Frida, con quien Diego Rivera le sería infiel por espacio de algún tiempo. Al respecto Frida diría que ella había tenido dos accidentes graves en su vida: El primero cuando la atropelló el tranvía y el segundo cuando conoció a Diego. Pero Frida tampoco sería del todo fiel, cuando el matrimonio aloja a León Trotsky, Frida se siente atraída por él, y terminan viviendo un breve idilio. No obstante su gran amor fue siempre Diego Rivera. La gran frustración de Frida fue no haber podido ser madre, quedaría embarazada tres veces, pero las tres veces sufriría abortos naturales o terapéuticos, puesto que el embarazo no podía llegar a término por las graves lesiones que había sufrido en el accidente automovilístico. Frida se refugia cada vez más en la pintura y el trabajo le sirve para exorcizar todas sus angustias, temores y frustraciones. Realiza un autorretrato con la columna partida y otra pintura donde aparece el hijo que nunca tendrá ligado a ella por el cordón umbilical, mientras que la placenta yace en el suelo. Su relación con Rivera la sensibiliza política y socialmente y al igual que él se vuelve profundamente mexicana, hasta el punto de adoptar el vestido típico de las tehuanas, se viste y se peina como ellas. Su casa está repleta de símbolos de la cultura mexicana, y esos símbolos inundan su obra. Pero es sólo cuando André Bretón la visita y le dice que su pintura es surrealista que Frida toma conciencia del género al que pertenece su pintura. Sin embargo a partir de ese momento los símbolos se hacen menos evidentes, su pintura sufre una transformación, y expone en Europa. Frida Khalo moriría en 1954, después de haber pasado por varias operaciones que trataban de aliviar su penosa situación física. La vida de Frida Kahlo ha sido llevada recientemente al cine, su papel lo ha interpretado la actriz mexicana Salma Hayek, y actualmente en Canadá lo están representando en las tablas.


SIMONE DE BEAUVOIR: (1908 – 1986) Cuando se habla de feminismo inmediatamente se nos viene a la cabeza el nombre de Simone de Beauvoir, la eterna compañera de Jean-Paul Sartre. Simone de Beauvoir estudia filosofía, pero muy pronto se dedica al ejercicio de las letras. Inmediatamente después de la segunda guerra mundial Simone de Beauvoir participa en la fundación de la revista los Tiempos Modernos, Su gran preocupación fue siempre la condición de la mujer, y toda su obra la dedicó a reflexionar sobre dicho tema. Su libro “El Segundo Sexo” marcó un hito en la historia del siglo XX, en él Simone de Beauvoir dijo una frase que quedó grabada para siempre en la historia del feminismo: “Uno no nace mujer, uno se convierte en mujer”. Más tarde vendrían otras obras, como: La Invitada, Memorias de una joven juiciosa, la Fuerza de la Edad y La Mujer Rota, entre otras. En La Mujer Rota, Simone de Beauvoir utiliza dos páginas enteras para expresar la inconformidad de su personaje frente a la situación que debe enfrentar como mujer: “Estoy harta, estoy harta, estoy harta, estoy harta…”. Al lado de Jean-Paul Sartre estaría siempre al frente de las luchas políticas, denunciando y acusando. Nunca se casaron, nunca vivieron juntos, pero siempre fueron pareja. Una pareja bastante sui-generis, donde no cabían los celos ni la posesión absoluta. Tanto el uno como la otra tenían carta blanca para establecer las relaciones que deseasen, Sartre con otras mujeres, y Simone de Beauvoir con otros hombres y…con otras mujeres; y luego se contaban sus aventuras.

Simone de Beauvoir estuvo siempre al frente de los movimientos feministas, fue su más firme abanderada y luchó por los derechos de la mujer, entre ellos el derecho a decidir sobre su propia sexualidad. En 1971 firma el Manifiesto por la Libertad del Aborto, luego aceptaría la presidencia de la Liga de los Derechos de la Mujer. En 1981 se adhiere a la campaña antisexista de los Derechos de las Mujeres que lideraba Yvette Roudy y hasta su muerte en 1986 firmaría cientos de proclamas por la libertad, igualdad y emancipación de la mujer.

¿Aló? (cuento)


-Por favor, un trago y sírvase otro para usted, yo lo pago. Necesito brindar y celebrar con alguien esta dicha que no me cabe en el pecho. -¿Qué porqué estoy tan contenta? Más que contenta creo que voy a comerme el mundo. Acaban de seleccionarme para un trabajo en una constructora. Por primera vez podré trabajar como arquitecta. Van a pagarme $1’500.000= y aunque antes me ganaba un promedio de $3’500.000=, no dejo de estar muy feliz. -¿Qué si me despidieron del trabajo anterior? No. -¿Qué si me obligaron a dejarlo? Tampoco. -¿Qué cómo puedo entonces estar feliz, si voy a ganar menos de la mitad? Ya se lo dije, voy a trabajar como arquitecta. Voy a ejercer la profesión para la cual me formé. -¿Qué que hacía antes? Nada, trabajaba en un call center, en uno de esos calientes, usted sabe. -¿No? ¿No lo sabe? Bueno, es algo así como convertirse en puta, pero por teléfono. Es como tener sexo con un tipo invisible. Puede ser rubio, pelinegro, moreno, blanco, rojo, que sé yo... Puede tener 20 o 70 años, puedo ser un gigante o un enano; a veces uno se lo imagina por el tono de la voz, o por la forma de expresarse. Aunque es bastante ambiguo, porque cuando están arrechos, casi todos hablan de la misma forma; es cuando la diferencia de clases sociales se reduce a su mínima expresión y la educación, si es que la tienen, desaparece. No digo que sea cierto en todos los casos, pero casi tres años en este camello me hicieron un poco psicóloga. Aunque es verdad que para echarse un polvo así, hay que tener lana y de la buena. No es un placer barato, ¿sabe? No, si ya sé que no sabe. Es sólo una forma de hablar. Porque hablar fue lo que aprendí en ese puteadero telefónico. Además los tipos una vez que se arriesgan a llamar una vez, ya no pueden parar. Se les convierte en una obsesión. Entre más llaman, más adictos son. Porque el sexo telefónico, es una adicción ¿sabía? No, ya sé que no. Sólo déjeme que le cuente, a ver si me saco la verraquera que tengo dentro. No se imagina la cantidad de pervertidos a los que tuve que atender. A medida que el tiempo pasaba conocía de aberraciones que nunca hubiese imaginado que podían existir. Aunque no todos llaman para que uno los excite y les ofrezca el cielo, la tierra, el paraíso y el infierno. Hay muchos que llaman sólo para hablar con alguien. Y es que en este puto mundo, en esta ciudad de casi 7 millones de habitantes, hay mucha soledad. Una soledad que hiela la sangre, que carcome los huesos, que deja a la gente vacía. Entre los que llamaban solo para hablar, había algunos que decían ser políticos. Diputados, alcaldes, hasta senadores. ¡Imagínese! El poder en manos de hombres que necesitan deshogarse con una mujer que está al otro lado de una línea caliente. Y es que vivir, para muchos hombres, es una lucha diaria que a diario pierden. Y entre mas ganan, mas solos se sienten. Hay otros que lo hacen porque han experimentado de todo y ya nada los satisface. Otros, simplemente porque ya no les funciona, porque ya no se les para con nada; y antes de hacer el oso, pues buscan una mujer que no les pueda ver la angustia que les produce el fracaso de su guerrero en eterno descanso.

Esa palabra “guerrero” la aprendí con un japonés que me llamaba casi todos los días. No sé si para aprender el español, o para escuchar una voz amiga, o en verdad porque yo lo excitaba hasta el punto que lograba, según él, que su guerrero descansase después de la batalla; o sea después de haberme escuchado decir todas las barbaridades del mundo, con tal de que él lograra un orgasmo. Cada vez que llamaba, me decía: “soy flío por fuela, pelo fuego por dentlo”, ya sabe, ellos no pronuncian la r ni la rr, así que eso me hacía reír. Porque en un trabajo tan jodido, si uno no se ríe, se muere. Había que encontrar entonces espacios para la risa. De no haber sido así creo que me hubiese enloquecido. Había otro que decía ser el dueño de una fábrica textilera y que además tenía mucho dinero. Cada vez que llamaba me pedía que nos viéramos, que era muy rico. Llegó a ofrecerme $2’000.000= por una noche, siempre y cuando aceptase pasar con él una noche, en uno de los mejores hoteles de la capital. Imagínese la tentación, si al mes yo ganaba 3 y medio. Pero ganaba bien, eso me salvó. También me salvó que si yo hacía ese trabajo era porque quería a toda costa terminar mi carrera. Eso lo tenía muy claro. Por otra parte tengo mis principios, muy bien infundados además. ¿Qué como terminé en ese trabajo? Muy simple. Como muchas de las mujeres de este país. No crea, porque somos un montón de mujeres desesperadas. Como en la película de Almodóvar. Todas por razones diferentes. Sus maridos las abandonaron o los mataron y hay bocas que alimentar. Porque no han estudiado y tienen que ganarse la vida y llevar dinero a casa. Otras, porque son profesionales, pero no encuentran un trabajo bien remunerado; en fín, razones todas las que quiera. Algunas trabajan como vendedoras o secretarias, pero se ganan el mínimo, y con eso no se come. En el fondo la razón es la misma: carencia de dinero.

Mi caso no difiere mucho al de todas ellas. Mi familia, si bien nunca tuvo dinero, si era acomodada. Mis hermanos y yo asistimos a colegios privados, no los más caros, por supuesto, pero buenos colegios. A medida que terminábamos el bachillerato, ingresábamos a la universidad. Pero éramos cuatro, ¡imagínese! Un batallón. Y nos cogió la crisis de los ‘90. Para acabar de completar yo quedé en embarazo de mi novio. Mi novio, por decirle de alguna forma, porque como ya se imaginará, apenas le conté que estaba encinta, me dijo que eso no estaba en sus planes, que lo mejor era que abortara. Como me negué a hacerlo, simplemente cogió las de villadiego... y hasta el sol de hoy. Un cobarde, como muchos en este país. Y luego van a misa, comulgan y todo, sin confesarse. Así que decidí seguir adelante. En casa ni siquiera conté quien era el responsable de mi estado. ¿Qué habría podido decir? Que era un pobre bicho que no merecía ni siquiera la pena de ser aplastado. Borrón y cuenta nueva. Con un niño a cuestas y con un padre con dificultades para pagar las facturas cada mes ¿Qué quería que hiciera? Pues dejar la universidad, cuando sólo me faltaban tres semestres para terminar la carrera. No había otra alternativa, al menos para mí. Había que trabajar, urgentemente, un niño no da espera. Pero tenía que ser un trabajo en casa. Los niños exigen que trabajemos, pero a la vez debemos ocuparnos de ellos. Son nuestros pequeños y maravillosos tiranos. Creía que un trabajo así era imposible encontrarlo. Eso creía yo, porque nunca me había dedicado a mirar las ofertas de empleo que aparecen en el periódico. Hay de todo. Lo que pasa es que uno no da la medida para todo. Y de pronto, ¡Bingo! Un call center ofrecía trabajo a las mujeres y desde su propia casa. Así que me presenté. Fue entonces cuando estaba esperando para ser entrevistada que me di cuenta de la clase de trabajo que tendría que llevar a cabo. Había mujeres de todas las condiciones sociales. Feas, bonitas, jovencitas o entradas en años, flacas o gordas. Todo un zoológico. Para todos los gustos. Único requisito: tener una voz sensual y ser desinhibida. Lo primero no es difícil de lograr, en cuanto a lo segundo tendría que aprender a soltar la lengua. Pasada la entrevista, me hicieron una prueba, debía atender a un cliente. Pasé a la cabina y hable con él cinco minutos. La cabeza me daba vueltas y quería trasbocar. Creía que iba a desmayarme. Pero me aguanté. Y me quedé con el empleo. $1’500.000= fijos al mes. ¡Imagínese!, cuando en este país el salario mínimo está en $400.000=, más las comisiones que podría ganar si lograba alargar las conversaciones. Entre más tiempo entretuviera al cliente, más podría ganar.

A los pocos días instalaron el teléfono en mi casa. Sólo era para recibir llamadas del trabajo, de ahí no se podía llamar. Cuando sonó ese maldito aparato, yo estaba preparando una compota para mi hijo, y de pronto debía poner la voz más erótica posible. Tratar de poner caliente a alguien que no se tiene al lado, no es fácil. Porque si pensaba en el que había sido mi novio, lo que menos tenía eran ganas de tener sexo. Más bien me daban ganas de romperle la cara. Así que decidí ilustrarme un poco. Por rara que parezca la palabra: ilustrarme. Me fui a la biblioteca y leí algunos libros de poesía erótica. Hay unos poemas que a cualquiera le ponen la piel de gallina, por no decir que cualquier mujer se humedece y que cualquier hombre siente como su vara se yergue. Para la muestra, un botón:

“Yo te vine a dar placer, florida vulva mía/paladarcito inferior mío./Tengo gran deseo/del Rey Axayacatito./Mira por favor mis cantaritos floridos, /Mira por favor mis cantaritos floridos: /¡son mis pechos!”.

Quien lo creyera, es poesía náhuatl. Ya se lo había dicho, no siempre hablé así, con tanto desparpajo. Eso lo aprendí en el call. Mis compañeras, con las que debía encontrarme de cuando en cuando, sobre todo el día de la paga, me enseñaron un vocabulario que no estaba en mi disco duro. Por ellas supe que para aprender a “atender” a los clientes, lo que hacían era ver películas de varias x. Alguna vez lo intenté, pero no pude aguantar ni 3 minutos. La poesía me salvó, por ella no enloquecí. Cuando los clientes llamaban, y lo hacían todo el tiempo, yo lo que hacía era repetir los versos, pero con mis propias palabras y con un tono de sensualidad que los mandaba a la estratosfera. Eso fue lo que me hizo ganar tanto dinero, la literatura ¡imagínese! ¡quién lo creyera! Si siempre dicen que los poetas y los artistas se mueren de hambre.

Cuando comencé a ganar tanto dinero, mi familia comenzó a hacer preguntas. No entendían como podía salir adelante, sola y con un hijo pequeño, si siempre estaba en casa. Creían que estaba en malos pasos... Uno de esos sofismas con los que buscamos disfrazar la verdad que no queremos ver. Así que me inventé cualquier cosa, algo que fuera creíble. Les dije que vendía artículos por catálogo, y como este país está lleno de vendedoras que no salen de sus casas, pues la mentira terminó por ser creída. ¿A quién se le ocurre que su hija del alma está metida de puta por teléfono? A nadie. Como ganaba bien y gastaba poco, pronto tuve el dinero que necesitaba para terminar de pagar mis estudios. Seguí en el call un tiempo, trabajaba por horas. Ganaba menos, pero podía seguir sosteniendo a mi hijo y podía asistir a la U, no al partido, ¡válgame dios!, sino a la universidad. Por lo que aquí estoy. Pasado el tiempo terminé por graduarme y encontré un empleo como arquitecta. No importa que gane menos. Al menos me siento bien conmigo misma y puedo mirar cara a cara a mi hijo. Eso no hay plata que lo compre. Por eso estoy aquí contándole mi historia, hacerlo me libera de unas cadenas que me ataban al pasado y me limpia la suciedad que tenía en la piel y en el alma.