jueves, 27 de noviembre de 2008

Testimonios

TESTIMONIOS
Crimen de honor
Nota: Este artículo fue inicialmente publicado en Papel Salmón (Diario la Patria) el 12 de febrero de 2006, edición 695.

En diciembre de 2005 la prensa francesa sorprendía al mundo occidental al relatar como un padre de origen marroquí mantenía encerradas a sus cuatro hijas, todas en edad escolar, en un pequeño apartamento de uno de los tantos inmuebles que son administrados por las alcaldías de cada ciudad francesa. Sus hijas estaban entre los cuatro y los 14 años, ninguna sabía hablar francés, ni mucho menos leer ni escribir. Sólo hablaban árabe y cuando salían al parqueadero del edificio, único lugar de esparcimiento, lo hacían en compañía de alguien. Su padre, un desempleado, aducía que el aislamiento que había impuesto a sus hijas era en nombre del Islam, pero los estudiosos no ortodoxos del Corán niegan dicho postulado. Este hombre cobraba cada mes el subsidio familiar, 300 € por cada una de sus hijas, 1200 € en total, mientras que en España el salario mínimo quedó para el 2006 en 530 € (el cambio actual en Colombia –27 noviembre 2008- es de $2999= por un euro, si se hace la cuenta recibía $ 3’598.000=). Cualquiera podría decir que se trata de un caso aislado, pero la verdad es que en Francia no se ha logrado la integración de los inmigrantes que han llegado a este país en los últimos 40 años. Los acontecimientos de Evry, acaecidos en noviembre de 2005, y los de otras localidades, así lo constatan. En esta historia de desarraigo, de exilio y de choque cultural, quien sale peor librada es la mujer.
“Mariée de force” (Casada a la fuerza):
En el 2005 se publicó el libro "Casada a la fuerza", (Mariée de Force), una francesa de origen marroquí, educada bajo los preceptos más estrictos de la tradición musulmana, firmó su libro con el seudónimo de ‘Leila’. Reconocer el libro con su verdadero nombre hubiese significado la muerte a manos de personas allegadas o de cualquier vecino a quien le hubiese incomodado el libro. Y por supuesto que es un libro que incomoda. En una sociedad como la nuestra, en la Colombia del siglo XXI , y a pesar de todas las desigualdades económicas, sociales, laborales y de género, pensar en un matrimonio "arreglado", y lo que es peor "a la fuerza", es inconcebible. Cualquiera diría que fue una práctica de la aristocracia y burguesía europea, desde el Medioevo hasta el siglo XIX, incluso hasta la primera guerra mundial, pero que hoy no se lleva a cabo. Lo cual no es verdad, es una práctica bastante común, y en muchos países es aceptada plenamente por los jóvenes en edad de casarse; así lo corroboró una encuesta realizada en la India a finales del 2005, donde más del 70% de los jóvenes están de acuerdo con esta práctica; y más aún, están de acuerdo con el hecho de no contraer nupcias con alguien que no pertenezca a la misma casta. No quiero entrar a debatir si dicha costumbre hay que respetarla por el hecho de ser una práctica milenaria y que cada pueblo tiene el derecho a preservar su identidad cultural. Lo que me interesa, es denunciar como millones de mujeres son casadas diariamente sin su consentimiento, algunas a edades tan tempranas que ni siquiera la menarquía les ha llegado.
“Mariée de Force” es narrado en primera persona. Leila cuenta su vida en el seno de una familia conservadora e instalada desde hace 30 años en uno de los suburbios parisinos. Como muchas otras familias musulmanas, sus padres aceptaron escolarizarla, pero dentro del hogar su rol era de una esclava. Esclava del padre y de sus 11 hermanos, esclava de la madre, que descargaba en ella la mayoría de los trabajos domésticos. Sometida a una violencia sin límites, tanto física como mentalmente. Y es que las mujeres que han logrado romper el silencio, como ha sido el caso de las musulmanas Mukhtar Mai o de Souad, o de la hindú Bama, y a quienes me referiré más adelante, no dejan de hacer énfasis en la difícil situación que enfrentan millones de nuestras congéneres donde nacer mujer es la peor de las pesadillas que pueda enfrentar un ser humano. El caso de Leila no difiere mucho, así hable, escriba y lea francés. En su hogar es la ley del patriarca la que impera, y la de los hermanos por supuesto. Cuando el padre lo considera pertinente simplemente le comunica a la hija que tal día y a tal hora deberá contraer matrimonio con el hombre que él le ha escogido. De nada vale decir no, ni llorar ni gritar. Si el padre lo ha decidido así se hará.
En Francia, dentro de la comunidad musulmana, se llevarían a cabo cada año alrededor de 50 mil matrimonios a la fuerza. Muchos de estos hombres que terminan casándose con mujeres musulmanas, pero francesas para el Estado francés, vienen del Maghreb, o de otros países musulmanes, por lo que generalmente sólo buscan regularizar sus papeles y beneficiarse de las ventajas que otorga la seguridad social francesa. La mayoría son cruelmente maltratadas e incluso abandonadas, después de haberlas despojado de todas sus pertenencias. El abandono se conoce con el nombre de "repudio", lo que significa el deshonor y la vergüenza tanto para la víctima, como para su familia. Las mujeres aceptan casarse porque saben que de no hacerlo, son sus vidas las que corren peligro. Los musulmanes lo llaman "Crimen de honor", y este tiene un sinnúmero de variantes: la mujer puede ser quemada viva, rociada con ácido, estrangulada, degollada, lapidada. En otras palabras las mujeres que se opongan a la voluntad masculina están expuestas a las mayores perversidades que la mente humana pueda imaginar. Leila describe esta situación de la manera más desgarradora que una mujer pueda expresar sobre su propia condición de mujer:
“… el cuerpo de la mujer musulmana representa un pecado desde el momento mismo de su nacimiento. Para un padre, una hija es sinónimo de sirvienta de la casa, la alcoba es su prisión y su virginidad es el regalo más preciado que él dará al hombre que escogerá como su marido. Yo luché con todas mis fuerzas contra el matrimonio que se me imponía a la fuerza, no obstante me casaron”.
Ante un relato semejante cualquier comentario queda por fuera de lugar.
El caso de Souad:
“Brûlée vive” (Quemada viva), es el testimonio de Souad, una de las pocas sobrevivientes a esta tradición que cobra cientos de vidas en diferentes lugares del mundo. El caso de Souad no difiere mucho de la historia de miles de mujeres musulmanas. Su familia se da cuenta que está embarazada, el padre del niño huye, y ella es condenada por sus padres a ser quemada viva. El elegido para "lavar el honor" es su cuñado. Pero también podría haber sido el padre o el hermano, e incluso la madre. Souad cuenta como vio a su madre ahogar a un bebé con la almohada inmediatamente después del parto, cuando se dio cuenta que era una niña. Pero también cuenta como su hermana adolescente fue estrangulada con la cuerda del teléfono por su propio hermano. ¿Cuál habría sido su crimen? ¿Hablar por teléfono? ¿O tal vez mirar a un hombre a los ojos o hablar con un desconocido?
Souad es una campesina cisjordana, que pudo sobrevivir gracias a la ayuda de SURGIR, una ONG suiza que se dedica a investigar este tipo de crímenes. El 80% de su cuerpo guarda las señas de la gasolina ardiendo. En Pakistán y en Yemen son cientos las mujeres que son desfiguradas cada año por sus maridos. La práctica más utilizada es el ácido que les quema la piel hasta dejarlas convertidas en monstruos. Lo peor es que ni las autoridades ni el gobierno ni los médicos hacen nada para protegerlas. No suelen interferir en lo que consideran "decisiones familiares". Pero no solamente son quemadas en sus países de origen. En noviembre de 2005, en los suburbios de París, una mujer de 18 años de origen marroquí, fue rociada con gasolina por un pretendiente pakistanés que había sido rechazado por su familia. Ella se encuentra desde entonces en coma profundo y de él se desconoce su paradero. En Irán el 3 de noviembre de 2004 un joven universitario iraní le arrojó ácido en la cara a una compañera que no había aceptado casarse con él. La joven quedó ciega, y él aspirante a “pretendiente” fue finalmente condenado por la ley iraní (27.11.08). El veredicto dicta que debe aplicársele la “ghesas” o Ley del Talión: Recibirá 20 gotas de ácido en sus ojos, lo que significa que quedará ciego como la adolescente a la que le destruyó la vida.
Pakistán:
Otro de los libros que nos ocupa es “Deshonorée” (Deshonrada) de Mukhtar Mai, es un testimonio no menos doloroso. Esta valerosa mujer, aún siendo analfabeta, se enfrentó al status-quo de su país natal: Pakistán. Logró llevar tras las rejas a los hombres que decidieron violarla para “lavar” la supuesta falta que habría cometido su hermano de 12 años: haber mirado a una mujer de 20 años a la cara, con el agravante que ella era de una casta superior, los Mastoi. El niño fue primero raptado, luego torturado y sodomizado por varios hombres. Pero ese era sólo el comienzo de la pesadilla. En Pakistán, al igual que en las comunidades campesinas de la India, cualquier ofensa que haga un hombre, la que paga es la mujer, bien sea su esposa, sus hijas o su madre. La mayoría de las veces se paga con la violación a una de ellas por parte del supuesto ofendido.
Mukhtar Mai es llamada por el Consejo tribal, inicialmente para pedir perdón por el "delito" de su hermano. El Consejo se hace en público donde todos los lugareños son espectadores. El Consejo la condena a ser violada por cuatro hombres, y por primera vez la orden es ratificada por el jefe de la tribu. Como ella misma lo dice, muchas mujeres en su caso se habrían suicidado. Ella misma lo considera seriamente por espacio de varios días, pero logra sobreponerse a la rabia y a la humillación, y entabla un proceso jurídico que la ha convertido en un icono de los derechos humanos en Pakistán. En el 2005 fue declarada Mujer del Año en los Estados Unidos.
En vez de derrumbarse, Mukhtar Mai decidió fundar la primera escuela del pueblo donde siempre ha vivido con su familia. Ella misma dice que es la educación la que permitirá a las nuevas generaciones combatir las prácticas que hasta ahora han envilecido a millones y millones de mujeres. Dice, además: "A veces tanta responsabilidad me ahoga. A veces la cólera me quita el aliento. Sin embargo, no desespero nunca. Mi vida tiene un sentido. Mi desgracia se ha convertido en una herramienta útil para mi comunidad". En el 2006 su escuela contaba con 150 niños y 200 niñas. Para los niños, el gobierno pakistaní le ha asignado un profesor, para las niñas son las ayudas de ONG’s internacionales y del gobierno canadiense las que permiten el pago de los salarios de cuatro profesoras. Las ganancias generadas por la venta de su libro han sido invertidas en su escuela.
También pasa en la India:
Bama, una mujer hindú perteneciente a la casta de Los Intocables o Parias y quien habla solamente la lengua tamul, publicó “Sangati”. En la actualidad se desempeña como profesora en la comunidad campesina a la que pertenece. Su libro es una serie de anécdotas que se siguen las unas a las otras, cada una más cruda que la anterior, por lo que su relato va in crescendo hasta convertirse en un grito desgarrador. Bama relata la difícil situación de un sistema social regido por las castas, pero ante todo le interesa denunciar la dolorosa e intolerable condición de ser mujer, en un país donde sus vidas no valen prácticamente nada, tal y como ella misma lo describe:
"Nosotros conocemos (en la India) todas las informaciones que hablan sobre la condición de la mujer y los derechos que ellas les han arrancado a nuestra sociedad patriarcal. No obstante todo aquello que concierne a la condición de las mujeres dalit [1] es ignorado, no solamente por los hombres, sino también por las mujeres que han caído en la trampa mortal del sistema social de castas. Las informaciones que les conciernen, son dejadas a un lado, disimuladas, enterradas, por lo que terminan en el olvido. A veces, escuchamos los gritos de dolor de esas mujeres para luego borrarlos de nuestra memoria".
Desde el punto de vista literario las obras anteriormente citadas no tienen una gran importancia, pero si lo tienen desde el punto de vista de testimonio, de documento, de denuncia social, de denuncia de género y de denuncia de sociedades que continúan ancladas en prácticas milenarias basadas en el oprobio a la mujer.
No obstante un caso muy diferente es el de la autora hindú, Chitra Banerjee Divakaruni, quien actualmente vive en Estados Unidos, donde se desempeña como profesora de literatura en la Universidad de Houston. Esta autora ha hecho una gran carrera en el mundo de las letras, siendo ampliamente reconocida por su poesía y por sus novelas.
La “La Hiedra del Deseo” cuenta la vida de una mujer que se ve obligada a huir del domicilio conyugal, para poder salvar a la hija que acaba de nacer. Y es que en la India, cada año miles de niñas son asesinadas o abandonadas en las puertas de los hospitales o de los templos, por sus propios padres que solo quieren un hijo varón o por sus madres que no desean para ellas la vida que a su vez les ha tocado vivir. En China, por ejemplo, el aborto podía hacerse en el quinto mes de embarazo, cuando la ecografía confirmaba que el bebé por venir era un feto femenino. Esta práctica sólo fue prohibida a mediados de la década de los 90.
Sin embargo el caso de Mukhtar Mai, aunque extremadamente doloroso, no difiere mucho de lo que numerosas mujeres en Colombia podrían contar en cuanto al escarnio que sufren a diario en manos de sus parejas, de sus padres o hermanos, o de los jefes, incluso de los políticos que las acosan sexualmente o que las humillan e insultan cuando nadie los ve. Y es que la cobardía es una de las armas más importantes con que cuenta el machismo. Cuando un hombre insulta, agrede, viola... es su forma de perpetuarse en el poder y de hacer sentir que él es superior. Pero… ¿Superior a quién?
Mariée de Forcé (Oh! Editions. J'ai lu. 2004)
Brulée vive. Ediciones Pocket, 2.004
Deshonoré de Mukhtar Mai (Oh! Editions. 2005)
La Hiedra del Deseo colocar las otras obras de esta autora
Sangati de Bama (Editions de l’Aube. 2005).
[1] Dalit significa aplastada, e inicialmente se utilizó como una palabra de denuncia política, militante; hoy en día es el término con el que se denomina a los intocables.

lunes, 25 de agosto de 2008

María Isabel Rueda y su corta visión sobre la violencia de género (respuesta a uno de sus malogrados consejos)

NOTA: El presente artículo hace parte de un libro que preparo en la actualidad sobre la mujer, por lo tanto hay que leerlo teniendo en cuenta dicha premisa.

VIOLENCIA DE GÉNERO

En el caso de Colombia la desigualdad es enorme; así se haya legislado a favor de la mujer, la oferta de trabajo privilegia al hombre y a la mujer se la sigue considerando inferior en capacidades y en desempeño laboral. En cuanto al desempleo femenino es del 22%, uno de los más altos en América Latina, frente al 17%; donde el desempleo alcanza la escalofriante cifra de 6.5 millones de mujeres cesantes, mientras que México tiene el más bajo con 2.7%, hombres incluidos. El promedio salarial de las mujeres en Colombia es del 25% menos que le de los hombres; mientras que las estadísticas de mujeres jefes de hogar, para 1998, era del 24.4%, según datos proporcionados por el DANE, en el 2000. Por otra parte la precariedad de los empleos, en América Latina, afecta más a las mujeres que a los hombres, ya que muchas de ellas trabajan en actividades donde es más difícil ejercer un control por parte de la administración; como es el caso de las empleadas domésticas. En Colombia el 18.5 de la población femenina rural es analfabeta, 0.6% más que la población masculina. Los préstamos del Banco Agrario en el 2000, eran del 84% para los hombres y el 16% para las mujeres. La titulación de terrenos baldíos es del 44% para los hombres y del 28.4% para las mujeres.[1] Sin olvidar que es el país con el mayor número de desplazados en el mundo, 3000000, en el 2008. Víctimas del conflicto armado que padecemos desde hace 50 años, pero sobre todo víctimas del paramilitarismo. En cuanto a la violencia física en contra de las mujeres, habría que recordar que en Argentina cada 36 horas es asesinada una mujer, el 40% de ellas por sus conyugues o compañeros. Sólo en el 2007 fueron asesinadas 240. “La tasa más alta de femicidios en Europa corresponde a Rumania, con 12,9 mujeres asesinadas anualmente por un millón de habitantes. En Bélgica es de 10,61, en Portugal de 5,07 y en España de 3,27. La tasa más alta en el mundo es la de Colombia”. El País, España, 2004[2] En Francia cada 72 horas una mujer es asesinada por su pareja o expareja. Sus derechos sociales aún están por debajo de sus derechos civiles y políticos. En el 2007, 4000 mujeres fueron violadas cada mes, lo que arroja una cifra aterradora de 48000 violaciones en el año. Una mujer, de cada 10, confiesa ser víctima de violencia conyugal, pero sólo un 13% denuncia. En España la violencia contra la mujer no ha dejado de crecer en los últimos años. Sólo en el 2007 hubo 170 asesinatos cometidos en el seno de su hogar. Asesinatos que se comenten cada vez de manera más brutal: uso de hachas, tirarlas por la ventana o el balcón o quemarlas vivas. El 6 de diciembre de 1989 ha pasado a la historia como una de las más tristes fechas de feminicidio en el mundo. Me refiero a la Masacre de Montreal, donde murieron 19 estudiantes de la Escuela Politécnica, llevada a cabo por un solo hombre que las asesinó por ser mujeres y por robarle, según él oportunidades de estudio y empleo. Luego de cometer el acto se suicidó, dejando una carta en la que enfatizaba en que no era un loco, sino que había realizado el asesinato colectivo con plena conciencia de sus actos. Su nombre era Marc Lépine. Según Pierre Guéno, una mujer de cada 3 en el mundo, es golpeada u obligada a tener relaciones sexuales o sufre tortura psicológica. Desafortunadamente el silencio y el sufrimiento de millones de mujeres son pan de cada día y aún está lejos el día en que se termine. No obstante muchas veces la peor enemiga de la mujer es la mujer misma. Y sin embargo María Isabel Rueda, periodista de gran renombre en Colombia, le aconsejó al Congreso de la República de olvidarse de legislar a favor de la equidad de género. No solo es una enorme privilegiada en un país donde la iniquidad es rampante, sino que le da la espalda a sus congéneres, con el flojo argumento que en su caso nunca ha sido discriminada. Desafortunadamente ella no es la única en pensar de esa forma, por lo que la tarea por la reivindicación de los derechos de la mujer sigue siendo ardua, en América Latina en general y en Colombia en particular. María Isabel Rueda no es una periodista del siglo XIX, ni de mediados del siglo XX, aunque parezca demasiado insólito; estoy hablando de una mujer contemporánea y con gran influencia en el país. Por lo que Florence Thomas, la gran feminista y directora del Grupo Mujer y Sociedad, le escribió una carta abierta en su columna semanal del diario El Tiempo (7 de agosto de 2008), lo siguiente: “Recomendarle al Congreso no perder el tiempo con las reivindicaciones de las mujeres me parece demostrar una visión ingenua, clasista, pobre y, sobre todo, tan centrada en tu propia condición. No cabe duda de que necesitamos un Congreso con una fuerte perspectiva de género, con una decidida voluntad política que les apueste a los derechos de las mujeres, con una bancada de mujeres que no se deje manosear por los patriarcas de siempre, que no tenga miedo de hablar de mujeres cada vez que sea necesario, pues al contrario de perder tiempo, sería ganar un tiempo invaluable para el desarrollo de este país. El mundo empieza a saber que cuando las mujeres de un país avanzan, el país avanza y ningún hombre retrocede. Y para que las mujeres avancen necesitan herramientas legislativas, participación masiva en los espacios de decisión política y acciones positivas. Necesitan convicción para romper la aún mundial hegemonía masculina y convencer a mujeres como tú de que la democracia sin las mujeres no anda”. Habría que recordarle a María Isabel Rueda que en Colombia la violencia intrafamiliar afecta al 67% de mujeres y el 16% de los niños sufre maltrato infantil. Sólo en el 2007 se registraron 183 femicidios y entre enero y julio del 2008 se han presentado 64, según cifras de Medicina Legal” (datos proporcionados por El Espectador, 16.08.08). En materia de legislación en pro de la defensa de las mujeres, habría también que recordarle lo siguiente: Desde 1890 y durante más de 90 años el Código Penal contaba con una figura denominada Legítima Defensa del Honor, mediante la cual se exoneraba al hombre por asesinar a su esposa si ésta le era infiel. Un recurso polémico que fue reformado luego de la batalla que libraron las mujeres por la igualdad de género y el restablecimiento de sus derechos, aunque hoy en día sigue vigente para casos en los que se comprometa la reputación o el respeto por los derechos fundamentales de una persona. Actualmente existe otra figura que también ha generado controversia. Se trata de la motivación de ira e intenso dolor, un argumento que puede usar el abogado del agresor para que la condena se rebaje significativamente. Pero no es utilizado frecuentemente, porque se considera demasiado complaciente. De hecho, este no es el único mecanismo que existe en Colombia para lograr reducir considerablemente los años de prisión. Si el hombre o la mujer confiesa el asesinato, la pena ya no será de 25 a 40 años de cárcel, sino que puede llegar a ser de diez años o menos. El grupo de investigadores que trabajan en la Unidad de Vida de la Fiscalía explican que cerca del 70% de los casos de crímenes pasionales que se registran, por lo menos en Bogotá, son ejecutados por el esposo. La razón es que normalmente la mujer toma un arma como símbolo de protección, pero rara vez con la intención de usarla”.[3] Es claro que si no fuera por la legislación, la violencia contra las mujeres sería aún mayor, algo que María Isabel Rueda parece no comprender; por lo que yo agregaría que defender nuestros derechos y decírselo en una carta abierta, como lo ha hecho Florence Thomas, no significa que ella sea nuestra enemiga, ni que las feministas odiemos a las que no lo son; simplemente es hacerle caer en cuenta cuan ingenua puede ser su postura y cuanto análisis de la violencia de género le queda por hacer. La violencia en contra de las mujeres no ha dejado de crecer, pero también es cierto que hoy en día es más visible de lo que era hace 10 o 30 años. Al menos en lo que concierne al mundo occidental, las mujeres cada vez toman más conciencia de sus derechos y por lo tanto las denuncias se han incrementado. Lo que antes se cubría con un velo en la familia, imponiéndose la ley del silencio, hoy esa ley comienza a resquebrajarse; el miedo hacia el violento que habita en nuestra propia casa, poco a poco da paso a una toma de conciencia por parte de la mujer y en algunos casos de los hijos, por lo que la mujer encuentra las fuerzas necesarias para buscar ayuda y denunciar a la pareja que la acecha y martiriza. El sentimiento de inferioridad, tan arraigado en el género femenino, comienza a dar paso a un sentimiento de rebeldía ante la infamia de la que es víctima. Sin embargo no puede decirse lo mismo de los países musulmanes o de la India; sin contar con los países de regímenes totalitarios como la China y Cuba, donde los delitos son celosamente guardados por el Estado, por lo que la opinión pública desconoce lo que verdaderamente pasa en su propio país y por supuesto sin que les llegue nunca información de lo que sucede en el resto del mundo; ya que la opresión política también es otra forma de discriminación hacia una población en general y hacia la mujer en particular. Es el caso de Aung San Suu Kyu, la líder política del partido de oposición birmano. Desde 1990 ha estado prisionera en su casa, luego de haber ganado las elecciones con el 80% de votos a su favor. Desde entonces ha estado incomunicada, con algunas breves excepciones en las que ha quedado libre. En 1991 ganó el Premio Nobel de la Paz, pero la Junta Militar le negó la salida del país. Es también el caso de Benazir Butho, aparentemente asesinada en 2007 por órdenes expresas del presidente Musharraf, quien ayer mismo (18.08.08) debió demisionar, antes de exponerse a un juicio político en Pakistán. [1] Datos publicados en: Las mujeres en Colombia: una situación de desventaja. http://www.rel-uita.org/old/mujer/las%20mujeres%20colombia.htm [2]16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres. http://www.margen.org/wp/2007/11/25/16-dias-de-activismo-contra-la-violencia-hacia-las-mujeres/ [3]SUAREZ, Mariana y Diego Alarcón. El Espectador. Bogotá 16.08.08

lunes, 4 de agosto de 2008

Nushu, el lenguaje secreto de las mujeres de Hunan

Nushu, el lenguaje secreto de las mujeres de Hunan

Si bien es cierto que el derecho a la educación les fue negado por siglos a las mujeres, tanto en la sociedad occidental como en la oriental, también es cierto que no todas se plegaron con facilidad a esta forma de tiranía. Es el caso de las mujeres de la provincia de Hunan, situada en el centro de la China, al oeste de Pekín. En los años 90 una periodista china escuchó atónita como en un Congreso de Mujeres en Canadá le preguntaban por el lenguaje secreto de las mujeres de Hunan. En ese momento no supo que responder porque nunca había oído hablar de él. A su regreso a China viajó a dicha provincia con el fin de investigar sobre el Nushu, o lenguaje de las mujeres. En ese momento no quedaban ni media docena en conocerlo. Eran todas ancianas y la última de ellas murió en 2004, llevándose consigo todo un código de signos que hasta los más hombres más eruditos no han logrado descifrar del todo. El Nushu posee alrededor de 700 signos y el chino literario cuenta con alrededor de 40000. La población maneja un promedio de 4000. Este lenguaje se remonta a varios cientos de años atrás, incluso hay quienes lo sitúan en el año 300 dC. La mujer china, como tantas otras, ha sido víctima de un machismo aberrante, por lo que generalmente ha estado recluida en su casa. Las mujeres de Hunan no eran una excepción, por lo que inventaron un sistema de comunicación a través del canto. Como no podían salir de sus casas se sentaban en las ventanas y se cantaban las unas a las otras. En esas canciones se contaban sus pequeños secretos, dolores, sus alegrías y el maltrato sufrido por sus cónyuges. Al mismo tiempo comenzaron a crear un sistema de escritura único y desconocido por los hombres. Como a las mujeres chinas se les prohibía el acceso a la educación, no sabían leer ni escribir el mandarín, decidieron crear el Nushu. Y al no tener hojas de papel a su alcance, ya que su uso era exclusividad de los hombres, crearon pequeños libros en seda, en el cual daban consejos a las hijas casaderas. Estos libros se conocían con el nombre de “cartas del tercer día”, ya que eran enviadas a sus hijas al tercer día de su matrimonio. Es de anotar que una vez casadas, la probabilidad de volverlas a ver eran más que remotas, ya que pasaban a formar parte de la familia del marido, quedando bajo la tutela de éste por el resto de su vida. Un marido que conocía solo el día de la boda; es de anotar que los matrimonios eran concertados por los padres. Otra forma de escribir era en los abanicos; pero sobre todo en las vendas que utilizaban las mujeres para evitar el crecimiento de los pies, previamente fracturados por sus propias madres; esto con el fin de lograr el canon de belleza exigido por los hombres. No solamente escribían pequeñas historias sobre sus vidas, sino poemas y hasta relatos de lo sucedido en sus comarcas. En la seda y en los abanicos, los signos eran pintados, y en la venda, bordados. Cuando la mujer moría, todas sus pertenencias eran enterradas con ella, así que hoy en día se conserva muy poco material. Además este lenguaje fue severamente perseguido durante la Revolución Cultural, habiéndose desatado lo que se denominó “caza de brujas”. Las mujeres que lo conocían o bien fueron torturadas y/o asesinadas o bien decidieron nunca más volver a expresarse en Nushu. Por lo que la lengua se perdió. En el año 2004 murió la última mujer que lo conocía, su nombre era Yang Huanyi y tenía 98 años. Sólo entonces el gobierno chino se dio cuenta de la gran riqueza cultural que el mismo había hecho desaparecer, así que abrió un museo con el poco material que se pudo recoger.
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/estrada_berta_lucia/index.htm

lunes, 9 de junio de 2008

LOUISE BOURGEOIS


“EL ARTE ES UNA GARANTÍA DE SALUD MENTAL”


En 1978, hojeando el periódico, leí por primera el nombre de Louise Bourgeois, estaba al pie de una foto que mostraba algo para lo que la sociedad no estaba aún preparada, y mucho menos yo, que venía de una provincia mojigata y conservadora. Se trataba de la exposición “A banquet fashion-A fashion show of body parts”. Era un performance presentado en la Galería de Arte Contemporáneo de New York, donde el crítico de arte Gert Schiff se paseaba entre las obras de Louise Bourgeois luciendo un extraño vestido en látex que ella misma había confeccionado para la ocasión. No volvería a saber de ella y mi frágil memoria la olvidaría. Pasarían poco más de veinte años antes de volver a sumergirme en las imágenes inquietantes de su obra. Fue en el marco del Diplomado de Historia y Crítica del Arte del Siglo XX, programado por el entonces Instituto de Cultura del Departamento, bajo la égida de Carlos Arboleda G. y por la Universidad Santo Tomás. Desde entonces he estado fascinada por esa mujer casi centenaria y que aún continua en el oficio inmenso y doloroso de la creación artística.

Pero solo el año pasado pude estar frente a una de sus obras. Fue en el Museo Guggenheim de Bilbao, donde se encuentra una de sus grandes arañas y la cual amenaza con engullir a los turistas que se pasean debajo de sus inmensas patas. Esta cercanía me dejó el amargo sabor de no poder contemplar sus Cell, sus tótems o sus dibujos; pero al menos había podido tener una idea más real de la genialidad de la artista. Esta frustración desapareció hace algunos días cuando pude visitar la retrospectiva que le dedicó el Centro Pompidou de París, del 5 de marzo al 2 de junio. Más de 200 obras, exposición nunca hecha hasta ahora de su producción artística, en cuanto a la cantidad de obras se refiere. Es de anotar que nunca una obra, o más bien el conjunto de ellas, me había producido un impacto tan absoluto y brutal. Sus Cell me sumergieron en un mundo doloroso, oscuro, turbio; fue como descender a las tinieblas de un pasado agobiante y lacerante. No en vano la autora ha estado siempre fascinada por el psicoanálisis. Yo no sería la única espectadora en confesar su confusión. Al respecto la artista dice: “Mis obras son una reconstrucción del pasado. En ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido”*. O bien: "Todos los días uno tiene que abandonar su pasado o aceptarlo, y entonces, si no puede aceptarlo, se hace escultor." A lo que yo le replicaría: o escritora.

Louise Bourgeois nace el 25 de diciembre de 1911, en el seno de una familia burguesa y adinerada, cuyo oficio era el de restaurar antiguos tapices. Es en este taller que comenzará su labor de dibujante, al “recrear” los trazos que el tiempo había arruinado. Su labor de tejedora no la abandonará nunca. Más tarde entrará como alumna al taller de Fernand Léger, quien le hará comprender que su verdadero camino no es el dibujo ni la pintura sino la escultura. De ahí a admirar a Bruncusi o a Giaccometti no habría sino un paso. Sus primeros dibujos nos muestran a la mujer-casa. Una obsesión permanente en su obra. La mujer que no puede ni debe prescindir de ese espacio que en muchas ocasiones se convierte en una cárcel; sobre todo cuando la figura paterna corresponde más bien a la de un cancerbero o un torturador. Toda su vida Louise Bourgeois ha estado tratando de exorcizar una infancia traumática, no sólo con el dibujo sino con la escultura, “Destrucción del padre” (1974), y con la escritura, “Niñez abusada”. Tal vez por eso dice: “Cuando se experimenta el dolor, uno se puede enclaustrar con el fin de protegerse. Pero la seguridad de la guarida puede también ser una trampa”. A la edad de 11 años su madre cae enferma y Louise deberá cuidar de ella hasta su muerte 10 años después. Es en este lapso de tiempo que su padre, y con la aceptación tácita de la madre, llevará a vivir bajo el techo familiar a su amante. Un acto que Louise Bourgeois siempre sintió como una violación. Ella misma dice que “ser artista es una garantía para nuestros congéneres que los agravios recibidos no harán de nosotros un asesino”.

Los dibujos de la Mujer-Casa, realizados a partir de los años 40, cuando ya la artista se encuentra viviendo en New-York, nos muestran las piernas frágiles de una mujer sosteniendo un inmenso rascacielos, por lo que su identidad queda perdida entre las ventanas y chimeneas del paisaje neoyorkino o bien nos muestran a la misma autora volando por encima de ellos o flotando en el aire. Es la época en que su condición de exiliada se le hace insoportable. Sabe que no podría vivir en el seno familiar pero tampoco puede abstraerse al dolor que significa estar lejos de las personas que ama. Conocer a Louise Bourgeois es enfrentarse a un mundo sensible del cual no se habla, pero que está allí: la casa, el hogar, la maison, el foyer. Dicho en otras palabras el territorio que cualquier especie animal protege y defiende. En él se abriga, en él ama y en él sufre. La casa puede ser vista, o «vivida», como un remanso o como una prisión. Durante milenios la mujer estuvo aislada de la sociedad, recluida en un gineceo, sin permitírsele espacios para la expresión estética. Carencia que experimenta la artista quien con esos ejercicios bastante íntimos, pero innovadores dentro de la plástica, y que imagino que no debieron haber sido concebidos para ser vistos por persona alguna, mucho menos para ser expuestos en una galería o museo. Los veo más bien como ejercicios introspectivos que tratan de dar respuestas a la vida de una mujer enclaustrada entre cuatro paredes, a las cuales se llama «casa». Y desde allí observa como la vida transcurre sin que a ella le ocurra nada extraordinario, y peor aún sin que ella pueda hacer algo por cambiar el mundo que la rodea. No hay que olvidar que durante años fue considerada sólo la esposa del gran especialista de arte primitivo Robert Goldwater, sin que las galerías o los museos se mostrasen interesados en su obra. Estos primeros dibujos, que bien podrían clasificarse como surrealistas, de una u otra forma desnudan su alma, y nos dan la mirada de una mujer en un mundo de hombres hecho para hombres; de ahí sus Femme-Maison. Mujeres que no sólo portan la casa a cuestas sino que se identifican a tal punto con ellas que llegan a reemplazar a sus rostros. Y es que su obra siempre ha estado marcada por una permanente búsqueda de la identidad de la mujer, en el buceo de su propia psique; búsqueda que se ha acentuado en los últimos años, cuando la muerte la acecha en cualquier lugar de su apartamento. Ella misma dice: “Mi cuerpo se convierte en la materia prima y yo expreso lo que siento a través de él”. Al mismo tiempo que crea la serie mujer-casa, defiende el rol de la mujer, sin que se haya considerado nunca una feminista comprometida. Yo diría más bien que ha sido una feminista consciente del rol que le ha tocado jugar a la mujer en la sociedad de todos los tiempos; lo que la hace, a mi modo de ver, mucho más feminista que las radicales que han contribuido a crear un ambiente de desconcierto y rechazo en la sociedad actual.

A finales de los ’60 crea “Personajes”. Tótems que recuerdan los personajes de su infancia, marcados por el fantasma del exilio y que no hubiesen podido ser concebidos en su país de origen: “Yo no hubiera sobrevivido en Francia en el caos de la celda familiar”, explica la artista. Es una obra compuesta aproximadamente de 80 esculturas, cada una con una identidad bien definida. Son esculturas frágiles, con un equilibrio precario y que recuerdan un poco a las obras de Brancusi. Algunas de ellas siguen con el tema ya explorado de la Mujer-Casa; los rascacielos que la encierran y que la ahogan, pero cuyos techos le permiten respirar. No en vano es en la terraza del edificio donde vive, donde instala por primera vez su taller. Otro de sus temas recurrentes en esta serie, es la soledad. Al respecto la artista dice: «Al principio hacía figuras solitarias que no tenían ninguna libertad... Ahora hago grupos de objetos que se relacionan entre ellos... Pero todavía existe el sentimiento que me movió al principio: el drama de uno entre muchos».

En los años ’60, se muestra como “l’enfant terrible” que ha sido desde siempre, al desafiar el puritanismo radical de la sociedad americana al crear “La abstracción excéntrica”. Un serie de falos desproporcionados, algunos colgando del techo, otros emergiendo de superficies que recuerdan los drapeados de Bernini. Es cuando crea “Fillete” (Niñita). Un inmenso falo con el que posará orgullosa para el fotógrafo Robert Mapplethorpe en 1982. Una vez más surge la Louise Bourgeois que quiere bucear en el inconsciente. Ella misma dice: «toda mi obra está basada en mi infancia». Por lo que para llegar a arrullar un falo proverbial y tomarse una foto con él debajo del brazo, como si se tratara de una baguette, con una sonrisa de mujer realizada sexualmente y sin tabues a la hora de gozar del sexo, tuvo que haber librado primero una lucha consigo misma del tamaño de una catedral gótica. Sobre todo para expresar su sentimiento con respecto a “Fillette”: “Cuando yo cargo un pequeño falo en mis brazos, me da la impresión de cargar un objeto amable, no un objeto al que yo le haría daño”. Es en esta década que su obra alcanza dimensiones extraordinarias, sus temas abarcan todo el mundo femenino: el coito, el embarazo, la crianza, amamantar, el cuerpo de la mujer en el espacio, el dolor, sobre todo el dolor humano; y estos temas son representados con todos los materiales que están a su alcance: Bronce, mármol, yeso, látex, madera. En cuanto al exorcismo se refiere, ella misma dice: “El exorcismo es algo sano. Cauterizar, quemar con el objetivo de sanar. Es como cortar las ramas de los árboles. He aquí mi talento”.

En 1974 crea la serie a la que hacía alusión anteriormente, “La destrucción del padre”. Por una parte quiere aniquilar la imagen paterna y por otra deshacerse del dolor que le ha infligido la muerte del marido. Es una instalación turbadora. Es una gruta concebida como un pequeño teatro, donde la artista, junto a su familia, se dispone a darse un gran festín, a todas luces antropófago. La figura del padre amado y a la vez odiado, surge, en esta su primera instalación, como “…Una pieza claustrofóbica, demasiado claustrofóbica, sin que ofrezca ninguna salida”, tal y como lo expresa la propia artista. El gran escultor Richard Serra, y quien expone actualmente en el Grand Palais de París, dice al respecto: “La fuente del dolor, el corazón y la ansiedad de esta obra son indescifrables, no obstante despierta en mí recuerdos de experiencias personales que yo preferiría olvidar”. En esta obra, como en muchas otras no es tanto la materia prima la protagonista como el color; sobre todo el rojo. El rojo puede significar pasión pero también violencia, desastre, caos, aniquilación, rabia y olvido. Y por supuesto el negro, muerte, tragedia, llanto, duelo. No es sino hasta el año de 1982, con la retrospectiva que se realiza en el Museo de Arte de Nueva York, que esta artista prodigiosa comienza a ser conocida en el ámbito internacional y a ser nombrada al lado de genios como Picasso o el mismo Giaccometti.

En 1980 Louise Bourgeois se traslada a vivir a un gran loft. Lo que parecería una anécdota sin importancia se convierte en uno de los ejes fundamentales de la obra que comienza a tomar forma a partir de ese momento. Son las Cell, o Celdas, donde la artista comienza a recrear todo el universo de su infancia. Sillas, brocados, tapices, miembros colgando, juguetes. En los ’90 recrea las habitaciones de sus padres y la suya propia. Al observarlas, el espectador no puede escapar a la sensación de opresión y de ahogo que le invade. Las puertas, las ventanas, los laboratorios, las habitaciones íntimas, invitan al voyeur que abriga en cada uno de nosotros a fisgonear, léase bucear, las obsesiones que dieron lugar a tan extraordinarias instalaciones. El símbolo de la tragedia y de la desesperanza está magistralmente representado en este ambiente traumático que cuenta, sin decirlo explícitamente, el abuso del que posiblemente fue víctima en su niñez. El buceo y la búsqueda de los recuerdos se hace aún más intenso, todo el pasado se despierta y grita para no ser olvidado ni ignorado. Luego vendrían las Cell encerradas por una inmensa araña. Homenaje a su madre, a quien ve como a alguien que trabaja permanentemente, que teje y desteje como la eterna Penélope. Desteje no para destruir sino para restaurar. No hay que olvidar que su oficio era restauradora de tapices antiguos. Ella misma dice: Yo vengo de una familia de restauradores. La araña es una restauradora. Si destruyes su tela, ella no se desespera. Ella teje y repara”. Al mismo tiempo sus arañas quieren hacer un homenaje a la madre que cuida, que protege, que ama. Entre las dos había un lazo muy fuerte, hasta el punto que cuando la madre muere, Louise Bourgeois intenta suicidarse. Ella misma ha manifestado en varias ocasiones que su madre era su mejor amiga.

En los últimos años, hablo de la presente década, la artista, ya nonagenaria, ha encontrado nuevos canales de expresión. Lejos de sentarse en una butaca a esperar que la muerte le toque la espalda, se ha dedicado a crear las cabezas y tótems utilizando burdas telas y tapices antiguos: “Yo necesito mis recuerdos. Ellos son mis documentos. Me paso la vida mirándolos… y estoy profundamente celosa de ellos”. El trabajo de su madre, el de tejedora, aparece nuevamente en sus manos y al igual que ella se convierte en otra Penélope. Como toda su obra es un trabajo inquietante, un grito que sale de sus entrañas para recordarle el embarazo, el parto, la crianza de los hijos, el hijo problema, el amor de madre. Ya no sale de su apartamento, recordemos que ha alcanzado la edad de 97 años y aún sigue creando… No en vano Louise Bourgeois no ha dejado de repetir a lo largo de estos años que “el arte es una garantía de salud mental”, a lo que yo agregaría: una garantía de sentirse vivo.
*Nota: Tanto los nombres de las obras como las citas bibliográficas han sido traducidas del francés al español por la autora del artículo.


BIBLIOGRAFÍA


BADER, Cristhine. Louise Bourgeois, Scultura e opera grafichi. Suisse 2006.
CLAIR, Jean. Cinq notes sur l’oeuvre de Louise Bourgeois. Envois L’Échoppe. 1999.
Louise Bourgeois. Por Simonne Sauren (Búsqueda por Internet).
Louise Bourgeois: decir lo que no se puede decir. Por Sara Rivera (Búsqueda por Internet).

Publicaciones del Centro Pompidou:
Louise Bourgeois. Folleto de la exposición del Centro Pompidou. 2008.
Louise Bourgeois au Centre Pompidou. Beaux Arts. 2008. Este catálogo contiene los siguientes artículos:
- “Indiferente à tout ce qui n’est pas art”. Entretien avec Marie-Laure Bernadac et Jonas Storve. Commisaires de l’exposition.
- Chère Louise, lettre d’amour. Par Marie Darrieussecq.
- Magistrale marginale, Louise Bourgeois dans l’art contemporain. Par Itzhak Goldberg.
- L’Album de 1945 à nos jours. Par Emmanuelle Lequeux.
- Au nom du père, l’art comme thérapie. Par Eveline Grossman.
- Les fils de l’araignée. Robert Gober, Mike Kelley, Tracey Emin… Par Emmanuelle Lequeux.
- Face caméra. Entretien avec Brigitte Cornand. Propos recueillis par Bernard Blistene.
Louise Bourgeois. Connaissance des Arts. Centre Pompidou. 2008. Este catálogo contiene los siguientes artículos:
- Naissance et rennaissances de Louise Bourgeois. Entretien avec Marie-Laure Bernadac, par François Legrand.
- Roman de famille. Par Myriam Boutoulle.
- Être sculpteur. Par Jerôme Coignard.
- Quand les mots deviennent formes. Par Françoise Monnin.
- Dans la peau de Louise Bourgeois. Oeuvres commentées par Guitemie Maldonado.


viernes, 21 de marzo de 2008

Voces del Silencio

Voces del Silencio

verveearth@gmail.com

LA COCINA COMO MANIFESTACIÓN CULTURAL E HISTÓRICA

LA COCINA COMO MANIFESTACION
CULTURAL E HISTORICA


Manizales, 2001-04-03


“A quienes - luchadores empedernidos de lo autóctono - te reprochen tus platos forasteros tendrás que recordarles también los frisoles y el ajiaco, la carne en polvo y el chicharrón son importados. Ni marranos ni judías ni gallinas había en estas tierras del extremo occidente. Que llevamos tres siglos cocinando plátanos verdes y maduros no quita la verdad de que nos lo trajeron, con sus esbeltos cuerpos, los esclavos.

... Hace apenas un siglo, en los días de parsimoniosa llovizna bogotana, tomar café era cosa de esnobs y a los raigales se recomendaba beber sólo chocolate, si no querían pasar por extravagantes.

Los fundamentalistas del estómago limítense a la yuca, la papa o el tomate. Cosas buenas, mas pocas. En todo caso, si creen que su pasado es único, que no son un misceláneo menjurje americano, europeo o africano, que se dediquen a cultivar sus limitados horizontes.

...Eso sí, si un día estás en la obligación de invitar a personas que se jactan de ser naturales, muy locales y auténticas, perfectamente autóctonas, de esas que se envanecen porque jamás han ido a tierra ajena, entonces ese día les preparas nuestro más ancestral plato, la comida nuestra por antonomasia, maravilloso descubrimiento culinario de los indígenas que poblaban nuestras tierras por los lados de Citará. La receta está dada por un cronista de la Colonia y consiste en freír unos gusanitos que los indios llamaban mojojú y nosotros todavía conocemos como mojojoi... “Rinden mucha manteca, fríen huevos en ella, y lo que quieren, y el tostado o chicharrón que queda lo comen con muchísimo gusto. Guisados, y de mil maneras lo comen, son muy útiles, pues en sus tiempos se proveen varios negros con estos gusanos de manteca para muchos días”.
HECTOR ABAD FACIOLINCE
“TRATADO DE CULINARIA PARA MUJERES TRISTES”


Normalmente cuando se habla, se estudia o se analiza la historia de un país, o de un pueblo determinado, generalmente se circunscribe a los episodios políticos, económicos, religiosos y sociales; quedando por fuera muchos aspectos que nos darían más luces para una comprensión más amplia del tema objeto de investigación. Es lo que suele ocurrir con los procesos culturales: Literatura, danza, teatro, artes plásticas, entre otros; pero me atrevería a asegurar que la manifestación más ignorada de todas es la cocina. Posiblemente porque siempre ha sido del dominio de las mujeres (el gyneceo griego), y la historia ha sido contada por y para los hombres... No obstante hablar del pueblo francés, italiano o chino, y no hablar de su gastronomía, es casi que una herejía. ¿Quién de nosotros no ha saboreado un delicioso filet-mignon, una lasagna o un chuep-suey? Son platos que rompieron las fronteras, y que se internacionalizaron mucho antes que la palabra globalización llegara a los oídos de los diferentes pueblos del planeta. No olvidemos que la pasta la introdujo Marco Polo en Italia, a su regreso de China, después de haber viajado a través de la ruta de la seda en la segunda mitad del siglo XIII. Por su parte el pavo conquistó el paladar europeo después de la llegada de Cortéz a México y la papa salvó a Europa de las hambrunas que solían asolarla; y por supuesto el maíz, el cual ha jugado un rol preponderante en la historia americana, no sólo como base alimentaria de los pueblos aborígenes, sino en su cosmogonía. Para el pueblo Quiché el maíz figura en la que se ha denominado la “Biblia Americana”: El Popol-Vuh, o Libro Sagrado de los Quichés. El maíz, la papa y la yuca, principalmente, le permitieron a los pueblos americanos crecer y fortalecerse demográficamente; hasta el punto que Guy Martinière afirma en su libro “Les Amériques Latines: Une histoire économique”, que a la llegada de los españoles había en el continente americano 80’000.000 de habitantes. La papa, y más de 160 maneras de deshidratarla, le permitió a los pueblos andinos sortear sin dificultad las malas cosechas y lo que ellas hubieran significado: El hambre.

En el caso de Colombia hay que tener en cuenta sus diferentes regiones, tan disímiles entre sí, y ésto incluye a la culinaria. El Caribe colombiano se enriquece con los hábitos alimenticios de los esclavos venidos de Africa y los cocos que venían en los barcos negreros, como estrategia de los esclavistas para que los esclavos no se les murieran de deshidratación, ya que con esta fruta se suplía el agua, y además les proporcionaba proteína y grasa. Asia, por su parte, aportaría más tarde el arroz, y de esa mezcla de culturas surgiría el arroz con coco costeño. Los fritos, caros a los africanos, y la “carimañola” se inserta en el lenguaje de todos los colombianos; sin olvidar, claro está, al banano, o “macondo” en lengua yoruba y por supuesto el café, fuente de la principal entrada de divisas en Colombia. La arepa indígena, o tortilla en Centroamérica, acaba por deleitar a los españoles y criollos sin que hasta el momento haya podido ser desplazada por sus descendientes, especialmente en el Altiplano Andino.

La papa se inserta en el menú diario, y surge ese plato extraordinario, digno de exportación: El ajiaco santafereño. La yuca se une a la papa ya mencionada, y se crea el sancocho (con sus múltiples variedades), al cual se le agrega carne para ser cocida al mismo tiempo que los otros ingredientes, con lo cual se evitaba su pronta descomposición, ya que la sal es costosa y los esclavos no tiene medios para adquirirla. El mondongo tiene su origen en España, en los “callos madrileños”, pero en su criollización dejará de ser un plato seco para convertirse en una sopa. El arequipe valluno es igualmente una herencia española.

Por otra parte no hay que olvidar el cacao americano, sin él no existiría” esa bebida energizante que conquistó a la corte española, y al mundo entero: “ El chocolate, xocolatl, palabra azteca y producto azteca. En el imperio de Moctezuma era precioso y abundante a la vez, y hacía las veces de circulante monetario... El emperador Moctezuma gozaba bebiendo chocolate”, tal y como nos lo cuenta Carlos Fuentes en su magnífico libro EL ESPEJO ENTERRADO. Los tamales, o hallacas, también son un legado de las culturas precolombinas; y en Nariño se perpetúa una tradición gastronómica también indígena: el cuí. En Antioquia y Viejo Caldas, fuera de la arepa ya mencionada, están los fríjoles o frisoles, ricos en proteína vegetal, acompañados por un buen hogao, plátano maduro y arroz, ingredientes africanos y asiáticos, perfectamente asimilados por nuestra cultura.

En el Altiplano Cundiboyacense se hacen las almojábanas, de la palabra árabe “mojábena”, que por supuesto sufre su transformación; de la torta árabe, hecha con queso, huevos, manteca y azúcar, se pasa a lo que nosotros degustamos de harina de maíz y queso. Y otra herencia, no estrictamente árabe sino mudéjar, el indio, en vez de estar envuelto en hoja de parra como sucede en su lugar de origen, en Colombia se envuelve en una hoja de repollo.

En el Tolima está la lechona, en Los Llanos Orientales la ternera a la llanera, y en los dos casos, como ya vimos, ni el cerdo ni la res son originarios de América. Al contrario de la yuca brava o mandioca del amazonas (que de no saberla tratar puede llegar a ser fatal), o las hormigas culonas de los Santanderes, platos ancestrales indígenas, que hoy seguimos comiendo, aunque a veces sólo se trate de simple y llana curiosidad.

Y por supuesto están las frutas, ese gran universo gastronómico al que no siempre le concedemos el lugar que se merece, especialmente a las frutas tropicales, a no ser que de pronto colombianos de la talla de Gabriel García Márquez escriban un ensayo cuyo título sea “El olor de la guayaba”. El madroño, la guanábana (o lechosa), la feijoa, la guama, por no nombrar sino unos cuantos, son una verdadera delicia, hasta para el paladar más exquisito. Americano es también el tomate, refiriéndose a él Carlos Fuentes dice:

“Al principio, en Europa, se temió que fuese venenoso, pero más tarde, por supuesto, se descubrieron sus deliciosas virtudes. La palabra deriva del azteca xitomatl pero probablemente los italianos le dieron su nombre más hermoso: pomodoro, la manzana dorada, con su insinuación de paraísos, tanto de placer como de pecado – como si los dos pudiesen separarse”.

El tabaco, el ají (o chile), y por supuesto la coca, son productos netamente precolombinos. Un cronista de las indias, citado también por Carlos Fuentes, el padre Joseph de Acosta, en su Historia Natural de las Indias de 1591, se refería a ésta última que “[mascándola un hombre] puede caminar doblando jornadas sin comer a las veces otra cosa...”. Todo ésto sin olvidar los animales que por siglos habrían de alimentar la imaginación de escritores y artistas: El cóndor, la llama, la alpaca, el guaxolotl, más conocido entre nosotros como pavo, y entre los franceses, donde enriquecería considerablemente su cocina, dindon. Es también en la corte de Versalles donde la esposa de Luis XIV, una infanta española, introduciría la bebida a la que ya hemos aludido: El chocolate.

Como hemos podido observar la historia de Colombia, y con ella la del Mundus Novus, nombre dado por Americo Vespucio a esta tierra ignota y desconocida para Europa hasta 1492, no puede ignorar la historia de la culinaria y de los elementos que la componen, puesto que el encuentro de culturas dejó una traza indeleble en nuestro diario vivir.






BIBLIOGRAFIA:

ABAD FACIOLINCE, Héctor. Tratado de culinaria para mujeres tristes. Santafé de Bogotá, Alfaguara,1997.
FUENTES, Carlos. El espejo enterrado. México, Fondo de Cultura Económica, 1992.
MARTINIERE, Guy. Les amériques latines: une histoire économique. Presses universitaires de Grenoble, 1978.

El sabor de Colombia. Bogotá, Villegas Editores, 1994.
La cocina en Colombiana paso a paso. Santafé de Bogotá, Editorial Voluntad, 1995.

viernes, 18 de enero de 2008

SIMONE DE BEAUVOIR

SIMONE DE BEAUVOIR


Hace seis años escribí para Papel Salmón un artículo titulado Cuatro Mujeres, cuatro momentos, en el cual hacía alusión a Simone de Beauvoir, y lo que su legado filosófico y literario había aportado a la sociedad en general y a la mujer en particular. Hoy, seis años después, retomo lo ya escrito, para desarrollar un poco más las ideas allí descritas; pero, básicamente para realzar y elogiar la voz y el pensamiento de una mujer que luchó abiertamente contra la sociedad de su tiempo y que fue clave en el cambio radical que experimentó la mujer, principalmente a partir de la segunda guerra mundial. Es innegable que su producción ha tenido un rol definitivo en los cambios socioculturales de Occidente, logrando ejercer una gran influencia que perdura hasta hoy y que perdurará, de eso estoy completamente segura, durante mucho tiempo más. Habiéndose ganado un lugar en las letras francesas y en la historia de la literatura. ¿Pero, quién era Simone de Beauvoir?

Esta mujer, llamada a liderar el movimiento feminista y a gritar en contra de la opresión masculina, nació en París, más exactamente en el Boulevard Raspail, un nueve de enero de 1908. Nace en el seno de un hogar burgués, lleno de libros y visitado permanentemente por los intelectuales y artistas de la época. Las conversaciones en torno al arte, a la literatura, a la música -incluso su madre, como muchas burguesas del siglo XIX, interpretaba el piano- estimularán el ansia por el conocimiento, por el análisis, por la crítica y sembrarán las primeras semillas de la búsqueda estética que habrá de acompañarla hasta su muerte, acaecida en 1986. Por otra parte, el Boulevard Raspail, encontrándose en el centro de Montparnasse, sería el lugar que los nuevos intelectuales elegirían para pasear, comer y hablar sobre literatura. La Coupoule, ese gran restaurante que se convertiría en un hito de la vida parisina de comienzos del siglo XX, abría sus puertas y allí se daban cita artistas, escritores, políticos y bohemios. Y para Simone de Beauvoir nada de esto podía pasar desapercibido. Años más tarde, y con Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre a la cabeza, la vida literaria se desplazaría un poco más al norte, a Saint-Germain des Près, básicamente al Café Aux deux Magots, dando lugar así a todo un movimiento literario que se conocería luego como La Rive Gauche; del que harían parte entre otros, Aragon, Gide, Malraux, Mauriac... Y es que para hablar de París y de su mundo intelectual y artístico, indudablemente hay que hablar de sus cafés y restaurantes; puesto que ellos han jugado un rol importante en la vida parisina.

En uno de sus libros, Mémoires d’une fille rangée, relato autobiográfico por excelencia, Simone de Beauvoir nos da cuenta de una infancia felíz y protegida. Y aunque su madre le transmite una educación católica y conservadora, al mejor estilo decimonónico, la mente analítica de su padre, le abrirá las puertas para ir a la universidad, en un tiempo donde las mujeres crecían sólo para convertirse en madres y amas de casa. Es de anotar que una vez finalizada su carrera de filosofía, recibe el diploma con los mayores honores universitarios.Y es en las aulas de la Sorbona donde conoce a Jean-Paul Sartre; esa mente lúcida que hará posible la concepción del existencialismo. Pronto entablan una relación que hará de ellos la pareja de intelectuales más singular del siglo XX. Sartre, filosófo y escritor, ateo y libre, será quien ejerza una influencia permanente en la vida de Simone de Beauvoir y viceversa. Negarlo sería desconocer la enorme admiración y respeto que le profesaba Sartre; hasta el punto que todo lo que él escribía, pasaba por el tamíz de Simone de Beauvoir. Ahora bien, ¿Porqué la relación Sartre-de Beauvoir es singular? Desde sus inicios, Sartre plantea la necesidad de establecer una relación abierta, sin tapujos, libre en todo el sentido de la palabra, sin ataduras, sin hijos y con amantes de los dos lados; eso sí, sin mentiras, ni doble vida. La única condición: contarse todo el uno al otro. Y Simone de Beauvoir, rebelde por antonomasia, será una estudiante disciplinada en esta área del conocimiento impartida por Sartre. La libertad de su relación la lleva a reflexionar sobre la relación de sus padres, y pronto comprende que su madre, católica ferviente, no ha sido sino la sombra de su marido, sin haber tenido nunca una vida propia.

En esta nueva filosofía de vida, Simone de Beauvoir irá hasta más allá de los límites, de lo que entonces se consideraba “buenas costumbres”. Dentro de las leyendas que circulan sobre su vida, se cuenta que cuando trabajaba en el Liceo como profesora de filosofía (oficio que ejerció hasta 1948), seducía a sus alumnas y luego las llevaba a la cama de Sartre. Incluso durante algún tiempo compartieron un apartamento en el que vivían ellos dos, eso si en habitaciones separadas, con otras dos jóvenes mujeres y un hombre. Sartre llamaba a ese singular grupo, la tribu. Y si bien Sartre ocupó un lugar muy importante en la vida de Simone de Beauvoir, fue Nelsón Algren, escritor norteamericano, su gran amor. Su relación se extendería por espacio de quince años, pero fue básicamente una relación epistolar. Simone de Beauvoir le escribió 300 cartas que luego serían publicadas en un libro por Sylvie Le Bon de Beauvoir. Dicha relación comienza a ser epistolar cuando Algren, siguiendo la tradición, le regala un anillo de hojalata, el mismo que Simone de Beauvoir guardara celosamente en su dedo hasta el día de su muerte, al mismo tiempo que le propone matrimonio y vivir indefinidamente en Nueva York. Esta petición hace que Simone de Beauvoir decida romper, alegando entre otras cosas, que jamás abandonaría a Sartre. Para entonces ya se había negado a seguir teniendo relaciones sexuales con él, aunque se veían diariamente e incluso compartían el mismo lugar de trabajo. Cada uno con una máquina de escribir, el uno al lado del otro, leyéndose mutuamente, haciendose críticas y estimulándose intelectualmente; la mejor forma como Simone de Beauvoir podía entender y aceptar la relación con ese monstruo de la filosofía existencialista que fue Sartre. Esta singular relación ha dado para que muchos críticos, y porque no decirlo detractores, la llamen simplemente “la libertina”; borrando así de un solo plumazo su contribución a la literatura, a la filosofía y al feminismo. Y es que aún nos regimos por estándares de pensamiento machista, lo que es plenamente aceptado en un hombre, es rechazado en una mujer. De Sartre no se dice que fue un libertino, finalmente es un hombre. Por otra parte, no es la libertad sexual que puso en práctica Simone de Beauvoir lo que en verdad me interesa, sino su obra. Sobre todo esa máxima “On ne naît pas femme, on le devient” (no se nace mujer, uno se convierte en mujer), lo que me ha estimulado intelectualmente desde mi adolescencia. Así escritoras de la talla de Julia Kristeva se vayan lanza en ristre en contra de dicha frase. Y es que Simone de Beauvoir, con su obra El Segundo Sexo, sentó las bases del feminismo que hizo posible que la mujer participe activamente en la vida laboral, que vaya a una universidad, que se lance a la política, al mundo de las finanzas... es decir que gane para si el mundo que siempre le había sido vedado; así todo el mundo, incluídas las mujeres, niegue la influencia del feminismo en dicho cambio social, cultural y económico. Pero al momento de escribir el libro en cuestión, Simone de Beauvoir ya tenía detrás de si una enorme trayectoria en el mundo de las letras, e incluso había participado en la fundación de la revista Tiempos Modernos, de donde fuera además colaboradora. Más tarde vendrían otras obras, como: La Invitada, la Fuerza de la Edad y La Mujer Rota, entre otras. Al lado de Jean-Paul Sartre estaría siempre al frente de las luchas políticas, denunciando y acusando, y aunque siempre se consideraron de izquierda, nunca militaron en el partido comunista ni en ningún otro, ya que no aceptaban las ataduras y compromisos que supone la militancia en un partido determinado. Simone de Beauvoir estuvo siempre al frente de los movimientos feministas, fue su más firme abanderada y luchó por los derechos de la mujer, entre ellos el derecho a decidir sobre su propia sexualidad. En 1971 firma el Manifiesto por la Libertad del Aborto, luego aceptaría la presidencia de la Liga de los Derechos de la Mujer. En 1981 se adhiere a la campaña antisexista de los Derechos de las Mujeres que lideraba Yvette Roudy y hasta su muerte en 1986 firmaría cientos de proclamas por la libertad, igualdad y emancipación de la mujer.


Y puesto que estamos hablando de cambios, no hay que olvidar que en el siglo XIX, Georges Sand, ya se había revelado en contra de los convencionalismos de su época, los cuales exigían que la mujer se limitara al desempeño de los roles domésticos. Y por supuesto que debo nombrar a Virginia Woolf. Esa extraordinaria escritora, que sin ser considerada feminista en los términos en que se entiende hoy en día dicha palabra, escribe una obra que ha marcado un hito en la historia de la literatura, Habitación propia. Allí, Virginia Woolf analiza el porque de la poca o nula producción literaria de las mujeres, y su conclusión es precisamente el hecho de no haber tenido nunca un espacio para ellas. Las bibliotecas fueron consideradas, hasta bien entrado el siglo XX, como un espacio masculino, en el que la mujer no era bienvenida. En cambio, el espacio de la mujer era, y aún lo sigue siendo en muchas culturas, la cocina. Otro de los aspectos analizados es que al no prepararse intelectualmente, al no aprender un oficio, tiene que aceptar las reglas masculinas, puesto que independizarse económicamente es imposible. Por lo tanto la crianza de los hijos y la sumisión absoluta al marido, como única posibilidad de existencia, le impide su propio desarrollo intelectual y espiritual. Algo que comprendió muy bien Simone de Beauvoir, al analizar la relación de sus padres, a la que me refería anteriormente. Pero también está Marguerite Yourcenar, esa incomparable escritora, que al igual que sus antecesoras, daría mucho que hablar a los círculos pacatos y conservadores de su época. No hay que olvidar además que hay muchas otras mujeres que abrieron el camino para que hoy en día podamos hacer uso de derechos inalienables, no sólo de la mujer, sino del ser humano.