domingo, 20 de junio de 2010

José Saramago: Viaje a Portugal, la historia de un amor

La primera vez que leí a José Saramago fue en 1998, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura. Lo hice con una obra exquisita, Viaje a Portugal, una oda al patrimonio intangible y tangible, una invitación al viaje por el territorio que lo vio nacer y al que le debe su lengua y su cultura. Algunas de las descripciones que nunca olvidaré, son la de un frío amanecer en medio de una zona boscosa, donde la niebla se levanta poco a poco para dar paso a la magnificencia de los árboles; o la visita a un restaurante popular en un pequeño pueblo. O la denuncia que hace al constatar como el arte religioso es expoliado por capellanes inescrupulosos de pequeñas iglesias pueblerinas; al mismo tiempo que nos dicta toda una cátedra de historia del arte, ya que nos habla de varios pintores que los libros sobre el arte europeo han ignorado conscientemente. Precisamente es este libro el que hizo posible el encuentro del escritor y de su esposa. Pilar del Río, periodista y gran lectora, un día cualquiera le dice a su librero de confianza que le recomiende algún autor, él le pone en las manos un libro de José Saramago, diciéndole que aunque es un escritor desconocido es un verdadero maestro de las letras. Pilar se lleva el libro a casa y pasa la noche en blanco, leyéndolo con verdadero placer y admiración. Al día siguiente regresa a la librería y compra los libros de Saramago que en ese momento estaban traducidos al español.Y mientras los lee, planea, junto con una amiga, un periplo siguiendo la ruta indicada por Saramago en Viaje a Portugal. Al llegar a Lisboa lo contacta, en esa primera entrevista surge un amor y una pasión que los acompañó por el resto de sus vidas. Pilar del Río se convirtió en su esposa, traductora y crítica. Una bella historia de amor, que muestra como la realidad va más allá de toda ficción literaria.
Después de este libro leí otros con verdadera admiración, como El Ensayo sobre la ceguera, o con algo de tedio como El Viaje del Elefante. José Saramago, fue un intelectual a carta cabal y su obra nos deja un legado invaluable; sobre todo por su posición crítica frente al Vaticano, a la religión católica y al fanatismo religioso venga de donde venga. También su posición crítica frente al capitalismo salvaje y frente a las grandes desigualdades imperantes entre Norte y Sur, entre los países del Primer Mundo y los mal llamados del Tercer Mundo. Su obra es una invitación a la reflexión ontológica y al goce estético; ya que su obra es de una gran riqueza semántica y de un estilo impecable.
Nota de protesta: José Saramago murió el pasado viernes 19 de junio en su casa de la Isla de Lanzarote en España, donde vivía con su esposa Pilar del Río. A sólo un día después de su muerte, el diario del Vaticano, “L’obsservatore Romano”, en una columna escrita por Claudio Toscani, arremete contra él, en un lenguaje panfletario y cobarde. Y digo cobarde porque Saramago ya no puede contestar. La furia de Toscani nace del hecho que Saramago fue un ateo confeso toda su vida y un gran crítico de la religión católica; pero sobre todo de los representantes de la Iglesia y del papel que han tenido a través de toda la historia de Occidente. En su columna venenosa, Toscani hace gala de una gran intolerancia ideológica, se olvida que el Concilio Vaticano II declara el derecho a la libertad de culto y pregona la tolerancia religiosa. El fanatismo religioso es el que tanto daño le ha hecho a los pueblos a través de la historia. Caer en él es desconocer que los seres humanos no somos iguales y que la libertad de pensamiento es un derecho que nos asiste.

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