martes, 3 de mayo de 2011

ERNESTO SÁBATO O EL LABERINTO DE LA SOLEDAD

El sábado 29 de abril murió en su casa de siempre, en Santos Lugares, Buenos Aires, Argentina, el gran poeta, pensador y ensayista, Ernesto Sábato, Premio Cervantes 1984. El próximo 24 de junio hubiera cumplido la edad legendaria de 100 años. Es por eso que su muerte no me tomó por sorpresa, al igual que él, yo sabía que su partida era más que inminente; aunque Sábato la esperaba desde hacía más de veinte años. Murió prácticamente ciego, como si su enfermedad hubiese sido una consecuencia directa de su portentoso texto “Informe sobre ciegos”. No en vano Sábato decía que las coincidencias no existen, como si en el fondo todo tuviese un sentido predeterminado, pero ante todo trágico. Y es que la obra de Sábato, como su vida, está signada por el dolor y el sufrimiento. Él mismo decía que siempre sintió estar viviendo en el cuerpo de otro, ese otro era su hermano mayor que había muerto antes de los dos años y al que su madre había bautizado Ernesto. Cuando el Ernesto del que hablo nació, su progenitora decidió llamarlo así para reemplazar al hijo que había perdido. Es posible que eso haya influido en el hecho de querer sobreproteger al hijo; puesto que durante toda la infancia Sábato miraría la vida a través de una ventana, de esa forma vería jugar a los demás niños, los vería correr, caerse y volver a levantarse, los vería pelear y reconciliarse; por lo que la realidad para él era algo que se veía a través de un vidrio, no algo que se vive. Ese sentimiento de soledad y aislamiento aparecerá más tarde en su obra “El Túnel” (1948), publicada inicialmente por la Revista El Sur.
“El Túnel”, narrado en primera persona, presenta algunas semejanzas con esa otra joya literaria de Albert Camus, “El Extranjero” (1942), obra existencialista, donde la incapacidad de mostrar los sentimientos lleva a Mersault, su protagonista, a ser condenado a muerte por un asesinato, que en otras circunstancias le habría valido sólo una ligera pena de prisión. En el caso de Juan Pablo Castel, protagonista de “El Túnel”, él mismo afirma, desde el principio de la obra, que mató a la única mujer que amaba y la única que lo comprendía. Camus, como lo había hecho antes Marguerite Yourcenar con la obra de Virginia Woolf y de Constantino Kavafis, dio a conocer a Ernesto Sábato en los círculos intelectuales de París; y en Alemania es Thomas Mann quien lo elogió.
Según Sábato la existencia humana se desarrolla en un túnel en el que hay pequeñas ventanas, en las cuales nos detenemos a mirar otros túneles, y de vez en cuando nos tropezamos con la mirada de otra persona que se ha detenido al mismo tiempo que nosotros y que también nos observa; es entonces cuando hacemos gestos inútiles que buscan establecer una comunicación con ese otro ser que vaga perdido en un túnel paralelo al nuestro. En la obra que nos ocupa, Juan Pablo Castel conoce a María Iribarne, la única persona que se detiene a mirar el pequeño detalle que ha pintado en una obra, “Maternidad”, en la que hay una mujer que observa jugar a un niño, pero en un extremo de la obra hay otra pequeña escena, una mujer mira el mar a través de una pequeña ventana; detalle que ha pasado inadvertido para todos los asistentes a su exposición, menos para ella. Y es que Sábato es, ante todo, el escritor de la soledad y de la incomunicación humana. Su obra metafísica narra el dolor humano, pero también la incomprensión y el desconocimiento que cada uno de nosotros tiene en cuanto a su propio ser se refiere. Para entender mejor esta idea en “Sobre Héroes y Tumbas” (1961), Sábato habla de las máscaras que cada uno de nosotros se pone para ocultarle a los demás nuestros verdaderos sentimientos; dice que para cada ocasión y para cada interlocutor utilizamos una máscara diferente, y que sólo nos despojamos de ella cuando estamos solos o cuando creemos estarlo.
“Sobre Héroes y Tumbas” es también una epopeya, ya que Sábato narra una parte de la historia argentina; pero también es una discusión filosófica y literaria. Hay un capítulo, que debería ser lectura obligatoria en las clases de literatura, en el que dos de sus personajes, Martín y Bruno, hablan de Borges. Pero sobre todo hay una frase que considero maravillosa y que resume muy bien lo que debería ser considerado buena literatura, en ella Bruno le dice a Martín, palabras menos, palabras más, que no entiende porque en Europa le piden a la literatura latinoamericana hablar de gauchos o de la pampa, cuando hablar de una pareja que se besa en un parque, hace que la narración deje de ser local para convertirse en universal. Pero a Martín y a Bruno también los une el fantasma de una mujer, Alejandra. Heredera de una vieja y rancia familia de abolengo, Alejandra termina inmolándose en la casa de sus ancestros junto con su padre, Fernando Vidal Olmos; acto premeditado que busca, a través del rito del fuego, purificar el incesto en el que viven desde hace muchos años. No obstante, Sábato siempre deja abierta una posibilidad hacia un futuro mejor, por ello, al final del libro, hace alusión a una luz encendida en medio de la noche, y luego Martín viaja el sur como una posibilidad de renacimiento y de esperanza. “Sobre Héroes y Tumbas” es, también, una obra surrealista, completamente onírica. No hay que olvidar que Sábato, luego de obtener un Doctorado en Física, había viajado a París en el año de 1938 con una beca para seguir sus estudios en el Instituto Juliot-Curie; pero su encuentro con André Bréton le mostró que había otra senda diferente a la ciencia. Esa senda era la literatura y Sábato se sumergió en ella como si fuese un mar insondable, donde nadaría siempre en busca de una orilla en la cual pudiese descansar; aunque era consciente de ese imposible.
“Abbadón, el exterminador” (1974), es tal vez su obra más compleja y densa, pero también la más perturbadora de su trilogía literaria. Podría decirse que es una continuación de “Informe sobre ciegos”, ese relato prodigioso que hace parte de “Sobre Héroes y Tumbas” *. En este libro, Sábato bucea en realidades y mundos diferentes. Se pasa de la historia argentina y de la historia del siglo XX a mundos aún más oníricos, si cabe la expresión, que en su obra anterior; es una búsqueda del absoluto y una lucha contra fuerzas ocultas que acechan al ser humano. También encontramos crítica literaria y a un Sábato que hace gala de una inmensa erudición y reflexión existencial, donde él se convierte en un personaje más de la ficción. Con dicha obra ganó en Francia, en 1976, el premio a la mejor obra extranjera.
Pero Sábato no sólo fue un excelente novelista, sino un excelente ensayista, que de una u otra forma creó una corriente filosófica, la “cosificación” del hombre contemporáneo. Para Sábato, la angustia y la soledad del hombre del siglo XX, y porque no decirlo del XXI, se debe a una eterna expiación que estaría pagando, por haber dejado a un lado la época de la espiritualidad que imperaba en el Medioevo, donde el mundo giraba en torno a Dios, lo que comúnmente se conoce como teocentrismo; para dar paso al Renacimiento, época antropocéntrica, donde el mundo olvidó a ese ser superior y entronizó a la razón, sin haber dejado nunca de rendirle tributo.
Sábato también jugó un papel decisivo en política, ya que en su juventud fue comunista y anarquista. Fue, también, un gran defensor de los Derechos Humanos. En 1984, al año siguiente del derrumbe del gobierno de facto (1976-1983); Raúl Alfonsín creó una comisión, la CONADEP, encargada de investigar el horror de esa larga y tenebrosa noche que fue la dictadura argentina; con el fin primordial que los 30000 desaparecidos, y el horror de las torturas a las que fueron sometidos muchos más, no quedaran en el olvido ni en la impunidad, un esfuerzo heroico para el rescate de la memoria y que aún hoy sigue dando frutos con la condena a perpetuidad, en una prisión común, el pasado 22 de diciembre de 2010, de Jorge Rafael Videla, presidente de facto de la junta militar; el mismo que Ernesto Sábato visitara al comienzo de la dictadura. La comisión en cuestión fue presidida por Sábato y nueve meses después se publicó el informe “Nunca más-Informe de la CONADEP- Septiembre de 1984”, también conocida como “Informe Sábato”, con un prólogo escrito por él.
Para terminar con esta breve presentación de una parte de su extensa obra, quisiera reseñar su último libro “España en los diarios de mi vejez” (2004). Oda a ese país al que los latinoamericanos estamos unidos por sentimientos de rencor y de amor; es una obra lírica e intimista, cuya lectura me produjo un inmenso placer y me hizo recordar ese gran poema de Pablo Neruda, “España en el corazón” (1937).
Es de anotar que la primera vez que escribí sobre Ernesto Sábato, fue en 1980 y 1981, cuando con un gran entusiasmo y pasión leí su obra y escribí una monografía para obtener el diploma universitario en la Universidad Javeriana. Trabajo que fue dirigido por el gran docente y crítico literario Cristo Rafael Figueroa, alguien a quien respeto y admiro profundamente. La lectura y análisis del universo sabatiano, tuvieron una fuerte influencia en mi desarrollo y madurez; nunca más volví a ser la misma, Sábato, sin saberlo, me cambió la vida para siempre. Por último quisiera decir que si alguien se merecía el Premio Nobel de Literatura, era Ernesto Sábato, lástima que en Suecia nunca lo hubieran entendido.

*Para mayor información sobre Informe sobre ciegos puede leerse en mi blog la entrada titulada: Ernesto Sábato: elementos míticos en Informe sobre ciegos.

Sitio Webb:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/estrada_berta_lucia/index.htm
Correo electrónico: bertalucia@gmail.com

ERNESTO SÁBATO: ELEMENTOS MÍTICOS EN INFORME SOBRE CIEGOS

En el día de ayer, sábado 30 de abril, una noticia me llegó como si hubiera sido una mirada de ultratumba, la muerte de Ernesto Sabato, el gran intelectual, pensador y escritor argentino que el próximo 24 de junio cumpliría 100 años. Es por ello que publico en mi blog un artículo que escribí a finales de los 80 sobre Informe sobre ciegos, y que fuese publicada incialmente por una revista de la Universidad de Caldas, hoy desaprecida como tantos esfuerzos culturales de América Latina.

ELEMENTOS MÍTICOS EN INFORME SOBRE CIEGOS DE ERNESTO SABATO

EL REINO DE ESTE MUNDO, PEDRO PÁRAMO, CIEN AÑOS DE SOLEDAD, rompen con los postulados de una narrativa facilista y descriptiva, para sumergirnos de golpe en un mundo que va mucho más allá de las tesis del surrealismo que propugnaba André Bretón o del realismo mágico de Franz Roth. Este rompimiento se da por la irrupción de lo real maravilloso (que difiere del realismo mágico) en las letras hispanoamericanas; los escritores transcribieron el mundo circundante, el mundo americano que nunca ha dejado de maravillar a los europeos: "Lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos en estado bruto, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano"[1]. Esta irrupción tuvo como consecuencia directa el lanzamiento publicitario del boom, e hizo que la crítica literaria se revaluara, labor que exigía de los críticos nuevas disciplinas y nuevos enfoques que permitieran un acertado análisis y comprensión de la obra. Dentro de las nuevas disciplinas se encontraba el estudio del mito que permitiría una reivindicación y un acercamiento a las ricas tradiciones orales del continente, dando así una visión más amplia y más real al análisis del discurso literario. Las concepciones del espacio sagrado y espacio profano, de tiempo lineal y tiempo circular, como la explicación de la labor de un chaman o de un medicine-man van a ser ampliamente desarrolladas, lo que significa que la literatura, la antropología, la historia de las religiones, la sociología y la etnología van a unirse con el fin de lograr una acertada interpretación del texto. Por otra parte, no hay que olvidar que Juan Rulfo y José María Arguedas se entregaron de lleno al estudio de la antropología. En el presente ensayo se analizarán los aspectos míticos en Informe sobre ciegos, esa pequeña joya literaria que hace parte de "Sobre Héroes y Tumbas" de Ernesto Sábato.

Leer a Sábato es enfrentarse a los grandes problemas metafísicos que aquejan al hombre del siglo XX: la angustia, la soledad, el derrumbamiento de los valores que otrora lo sostenían; es hacer un buceo de la irracionalidad y del sentimiento lírico. Su trilogía está conformada por el desvelamiento de la realidad exterior y de la realidad interior, de la razón y de la sinrazón. Es ante todo una búsqueda de la verdadera condición humana. Su principal inquietud es la de devolverle al hombre su verdadera esencia, su ser; en un deseo de unificar nuevamente la naturaleza humana escindida, según Sábato, por la razón. De esta búsqueda surge su trilogía El Túnel, Sobre Héroes y Tumbas y Abbadón el Exterminador, además de incontables ensayos y artículos.
Por otra parte, Sábato promulga que el arte es la única herramienta de conocimiento, más válida aún que la ciencia; puesto que para el arte lo existente equivale tanto a lo objetivo como a lo subjetivo, mientras que para la ciencia sólo cuenta lo que es demostrable en un laboratorio o sea solamente lo objetivo:
"La novela colocada como está entre el arte y el pensamiento, desempeña una triple y trascendental misión: la catártica, ya intuida por Aristóteles, la cognoscitiva, al explorar regiones de la realidad que solo ella puede llevar a cabo y la integración de una realidad humana desintegrada por la civilización abstracta". [2]
La crisis del mundo moderno: Con el siglo XX aparecieron los grandes cataclismos que habrían de estremecer al hombre contemporáneo: las dos guerras mundiales, la bomba atómica, los campos de concentración. Sumado a lo anterior, el siglo XX es también testigo de la aparición de la gran urbe, y dadas sus connotaciones podría muy bien denominársela como un laberinto, donde reinan la angustia y las tinieblas y donde ninguna escapatoria es posible:
"La ciudad está dominada por el dinero y por la razón". [3]
La ciudad contribuye a la alienación del hombre, a su enajenación absoluta, le niega la posibilidad de existir, lo sumerge en una profunda soledad e incomunicación. Pero la causa principal de la masificación, de la "cosificación", del hombre se debe a la razón. Diosa entronizada en el renacimiento, y cuya labor fue relegar a los lugares más ocultos a las fuerzas irracionales que habían caracterizado al espíritu medieval; siendo solo rescatadas, siglos más tarde, por el romanticismo en su abierta rebelión contra la razón, la ciencia y el incipiente, pero tenaz, capitalismo. [4]
"El arte nos salvará de la alienación total, de esa segregación brutal del pensamiento mágico y del pensamiento lógico". 5]
La lucha de la razón y de la sinrazón, de la lógica y de la intuición, de la realidad exterior (para el autor es sólo aparente) y de la realidad onírica, caracterizan a Informe sobre ciegos. Narración desbordante, delirante, relatada en primera persona por Fernando Vidal Olmos. Es un diario en el que cuenta los pormenores de la investigación que emprende con el fin de descubrir los secretos de la secta de los ciegos, secta que podría muy bien simbolizar a la razón. Su descenso lo irá poco a poco alejando de esa hipótesis al irse transformando en el retorno hacia los orígenes.
Elección e iniciación: Fernando Vidal Olmos, al igual que Tiresias y Edipo, es el elegido para hurgar en las fuerzas desconocidas que rigen el universo. El primer indicio de la labor que debe realizar se produce en un sueño iniciático al escuchar "una campanilla como de alguien que quisiera despertarme de un sueño milenario" [6]. El sueño es sólo la continuación de las "pesadillas y alucinaciones" que habían poblado su infancia, sin comprender entonces, que representaban una revelación. La labor que se le encomienda es la de luchar contra las fuerzas oscuras del universo que impiden que la verdad y el conocimiento le sean develados al hombre. Las diferentes etapas que conforman la investigación están regidas por la intuición y la premonición. Una de ellas es el anuncio que hace de su propia muerte por medio del fuego: "Verdaderamente ¡Qué manga de canallas! Que para creer necesiten que a uno lo quemen". [7] Atravesar el fuego o morir a causa del mismo, en un intento de purificación, significa -según la tradición judeo-cristiana- que la condición humana es abolida y por lo tanto el acceso al paraíso es permitido.

El laberinto: En su descenso, o viaje iniciático, a las cloacas de Buenos Aires, Vidal Olmos encuentra pasadizos, habitaciones, puertas, escaleras y túneles que por su estructura conforman un espacio laberíntico: "¿Quién sospecharía, ...que el taller de una modista pudiera ser la entrada al gran laberinto?". [8] Esto nos remonta a la prehistoria, época en la cual la caverna era asimilada o transformada en laberinto, lugar sagrado que servía a la iniciación de los neófitos y para la sepultura de los muertos. El laberinto es, a su vez, homologado al cuerpo de la madre-tierra (la Pachamama de los mineros peruanos). Tener acceso a un laberinto, a un túnel o a una caverna, simboliza el retorno a las entrañas de la madre-tierra.

La matriz subterránea: "Polvo eres y en polvo te has de convertir". Lo que en un principio se había revelado como la búsqueda de las fuerzas ocultas del universo se metamorfosea en la búsqueda de los orígenes: "Allí está la gruta..., costase lo que costase, debía penetrar en ella". [9] Es significativo que el autor utilice el verbo penetrar, en vez de entrar. Más que significativo, es simbólico, puesto que esa gruta representa al útero de la madre-tierra. En muchos mitos los hombres fueron sacados de las cavernas, de las entrañas de la tierra, como los minerales, plantas y piedras; siendo todos homologados a pequeños embriones que esperan su momento de crecimiento y desarrollo. La nostalgia del estado prenatal se convierte, a menudo, en un fenómeno colectivo que obliga al grupo tribal a renunciar a la lucha y a la consecuente espera de su desaparición total. Aún hoy el hombre occidental conserva hasta su muerte un fuerte sentimiento de solidaridad para con la tierra que lo vio nacer. Un sentimiento que va mucho más allá del falso patriotismo inculcado por la clase dirigente o por la educación tradicional. Es admiración y amor por el paisaje familiar o el recuerdo de los ancestros enterrados en el cementerio local. Este sentimiento aparece tanto en los mitos y leyendas como en el lenguaje: los romanos llamaban a los hijos ilegítimos TERRAE FILIUS, y los rumanos continúan denominándolos "hijos de las flores" [10]. La madre sólo es portadora de la obra de la madre-tierra. De ahí, que cuando la muerte se acerca, el hombre desee, ante todo, ser enterrado en su región natal, puesto que ese último acto le permite regresar al vientre materno, único lugar de paz verdadera jamás conocido por el hombre. El retorno significa que el ciclo de la vida se ha cumplido:
"La soledad absoluta, la imposibilidad de distinguir los límites de la caverna en que me hallaba... Me creí solo en el mundo y atravesó mi espíritu como un relámpago, la idea de que había descendido hasta sus orígenes. Me sentí grandioso e insignificante". [11]
La soledad y las tinieblas son el común denominador de las cuevas, pero también del útero, es el estado natural de la vida embrionaria. El sufrimiento como medio de iniciar al neófito: El sufrimiento siempre ha tenido un gran valor espiritual en los mitos. En la tradición judeo-cristiana, para poder salvar a los hombres, Jesús tuvo que ser sacrificado. Más aún, todos conocemos el proverbio que dice "más fácil pasará un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos". La pobreza y el sufrimiento son bendecidos por Dios, y entre más pobre sea el hombre y entre más dolor lo agobie, más cerca estará de la salvación eterna. En el mito, como en la religión cristiana, la tortura y el sufrimiento son siempre ocasionados por espíritus y dioses, y tienen como fin primordial la regeneración espiritual del hombre. Soportar el sufrimiento estoicamente, significa para el neófito dejar atrás la vida profana para nacer a una nueva vida, esta vez sagrada. En Informe sobre ciegos observamos diferentes etapas de tortura: pesadillas delirio, extravío...
"Sentí que aquel pico entraba en mi ojo izquierdo... En virtud de un mecanismo que no alcanzo todavía a comprender, por su falta de lógica yo mantenía mi cabeza siempre en la misma posición, como si quisiera facilitar la perversa tarea, como, aunque sufrimos, mantenemos la boca y la cabeza ante el dentista". [12] El sufrimiento, tanto físico como mental, es indispensable a la iniciación, es la prueba que debe cumplirse para que el iniciado se regenere espiritualmente.
La cópula con la deidad: Otra de las pruebas iniciáticas es la de ser tragado por un monstruo (bastaría con citar el pasaje bíblico de Jonás y la ballena). Semejante prueba tiene dos significados:
1. En el Medioevo, generalmente se representaba al infierno como un gran monstruo marino, y ser engullido por él no sólo era la muerte sino la condenación eterna.
2. Por otra parte, el acceso al vientre del monstruo, al igual que la penetración en la caverna, es el medio para reintegrarse al estado embrionario.
Lo anterior nos enfrenta a un dualismo: de un lado la muerte, el fin de la existencia y por consiguiente del tiempo; de otro el retorno a los orígenes que precede el comienzo de toda existencia temporal. [13]
En el análisis que nos ocupa, encontramos también esta prueba iniciática:
"Tuve la certeza de que allí tendría acabamiento mi largo peregrinaje y que tal vez, en aquel reducto poderoso encontraría por fin el sentido de mi existencia". [14]
Cita que corrobora el tema anteriormente desarrollado: la búsqueda de los orígenes. Esta nueva etapa comienza con una metamorfosis que se acentúa a medida que Vidal penetra la deidad:
"La cordillera parecía la espina dorsal de un monstruoso dragón petrificado... Y a medida que avanzaba veía que nada era viviente, que todo había sido calcinado por la lava o petrificado por las ardientes cenizas que aquel cataclismo cósmico había lanzado en edades pretéritas". [15]
En este viaje se hace contemporáneo de la creación, de los albores de la naturaleza, regresa a la edad primera del cosmos:
"Me sentí de pronto tan horrendamente solo que grité. Y mi grito, en aquel silencio mineral y fuerza de la historia, resonó y pareció atravesar centurias y generaciones desaparecidas". [16]
El tiempo lineal es abolido, por ello puede ser testigo del tiempo primigenio en el que vivieron los ancestros míticos:
"Ahora entra. Este es tu comienzo y tu fin". [17]
El ciclo total se ha cumplido. Sólo le resta llevar a cabo la etapa final:
"Algo atroz me sucedía a medida que ascendía por aquel resbaladizo, crecientemente cálido y sofocante túnel: mi cuerpo se iba convirtiendo en el cuerpo de un pez". [18]
En la cópula, Vidal sufre una metamorfosis y al mismo tiempo recuerda hechos remotos y olvidados, que debían ser conservados en la memoria colectiva al igual que hechos de su infancia. Posteriormente pierde el sentido y al recobrarlo se encuentra en el cuarto de la ciega (donde había comenzado su viaje iniciático). Con ella tendrá la siguiente cópula, pero en realidad la ciega es la madre de Fernando que a su vez representa a la madre-tierra.
Una de las obsesiones permanentes de Sábato, es el incesto, acto que permite el retorno al útero. El incesto es para Fernando Vidal Olmos el encuentro consigo mismo, la recuperación de una identidad perdida:
"por un instante tuve la vertiginosa, y ahora inequívoca revelación: ¡Era ella!... mientras espero la muerte medito sobre el misterio de aquella encarnación, quizá semejante al que convocado por un deseo imperioso se apodera del cuerpo de una médium... Entré furiosamente en aquel ídolo y entonces tuve la sensación de que era un volcán de carne, cuyas fauces me devoraban y cuyas entrañas llameantes llegaban al centro de la tierra". [19]
El incesto termina con una fiesta saturnal:
"El volcán de carne fue entonces desgarrado a cornadas por minotauros, cavado ávidamente por ratas gigantescas". [20]
El desgarramiento de la deidad coincide con el retorno al caos:
"La funesta luna radioactiva estalló... un gran incendio se desató, y propagándose con furia inició la destrucción total y la muerte... El universo entero se derrumbó sobre mí". [21]
Esta visión apocalíptica es el aniquilamiento total del tiempo y del espacio, aniquilamiento por medio del fuego, símbolo de purificación y de premonición de su propia muerte.

Bibliografía:

ELIADE, Mircea. Mythes, rêves et Mystères. Paris. Gallimard, 1957.
SABATO, Ernesto. Abbadón el Exterminador. Barcelona. Seix Barral.1982.
Hombres y Engranajes. Madrid. Alianza Editorial. 1983.
Más sobre las Misiones trascendentales de la novela. En: Antología. Buenos Aires. Librería del Colegio.1975.
Sobre Héroes y Tumbas. Barcelona. Círculo de Lectores. 1973.


Referencias:

[1] Alejo Carpentier, la novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos, siglo XXI editores, México 2ª edción,1981, pág.130
[2] SABATO, Ernesto. "Más sobre las Misiones Trascendentales de la Novela". En: Antología. Buenos Aires, Librería del Cole¬gio, 1975. p. 137.
[3] SABATO, Ernesto. Hombres y Engranajes. Madrid, Alianza Editorial, 1983. p. 23.
[4] ídem. p. 199.
[5] SABATO, Ernesto. Abbadón el Exterminador Barcelona, Seix Barral, 1982. p. I99
[6] SABATO, Ernesto. Sobre Héroes y Tumbas. Barcelona, Círculo de Lectores 1973 p. 261.
[7] ídem, p. 366.
[8] ídem, p. 339.
[9] ídem, p. 343.
[10] ELIADE, Mircea. Mythes, Rêve et Mystères. París, Gallimard, 1957.
[11] SABATO, Ernesto. Sobre Héroes y Tumbas. Op. Cit. p. 383.
[12] ídem, p. 345.
[13] ELIADE, Mircea. Op. Cit.
[56] SABATO, Ernesto: Sobre Héroes y Tumbas. Op. Cit. p. 390.
[57] ídem, pp. 390-391.
[14] ídem, p. 392.
[15] ídem, p. 393.
[16] ídem, p. 394.
[17] ídem, pp. 398-399.
[18] ídem, p. 400.
[19-20-21] ídem, pp. 400-401.