lunes, 2 de julio de 2012

LA FELICIDAD DE LOS COLOMBIANOS,LA GRAN FALACIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Hace un mes escribía en esta misma columna un artículo sobre el feminicidio y la violación como consecuencias directas de lo que yo considero “ideología machista”, columna que fue escrita como protesta por una más de las torturas y asesinatos diarios que se comenten en Colombia en contra de las mujeres y niños. Y hoy, lastimosamente, debo escribir nuevamente sobre otro de estos casos, la muerte de la joven de 19 años, Angélica Marín Gutiérrez, atacada por su ex novio con un arma corto punzante, al parecer un machete, y luego rociada con gasolina. QUEMADA VIVA, crimen que está haciéndose cada vez más común en este país que se considera a sí mismo como uno de los más felices del planeta, un país que desde hace varios decenios no conoce la paz, que se desangra continuamente, donde se privilegia la guerra y se olvida la educación o la creación de empleos estables y dignos, donde la mayor parte de la población vive por debajo de los niveles de sobrevivencia. Un país que considera que las mujeres y los niños son sus enemigos, no puede ser un país medianamente cuerdo, mucho menos feliz. El machismo es una ideología arraigada en nuestra cultura y en la religión judeocristiana, como muchas otras religiones. Desde el púlpito se han escuchado muchas veces ataques en contra de las mujeres, no es sino leer apartes de La Biblia para encontrar toda una teoría misógina que nunca ha sido combatida ni mucho analizada. Es el caso del patético procurador Ordoñez, cuyo fanatismo e ignorancia crasa, al menos en este sentido, lo llevan a tomar posturas en contra de nuestros derechos, como es el del aborto, por no poner sino un ejemplo. Ordoñez, al estar a la cabeza de un órgano tan importante del Estado, es, “supuestamente”, el ejemplo a seguir por miles de hombres, jugando a machos en celo, que recorren las calles de este país buscando potenciales víctimas, una forma más de extender la tortura que infligen a las mujeres con las que conviven en sus propios hogares. La violencia es una espiral, un laberinto del cual es muy difícil salir, máxime cuando el Estado, principal garante de los derechos de los ciudadanos, la ignora, o toma sólo medidas de emergencia que son llevadas a cabo en la inmediatez y sin tener una verdadera bitácora para convertirlas en posibilidades de cambio de la forma de actuar y de pensar del colombiano común; y cuando digo esto, me refiero a hombres y mujeres, ya que no olvido que es la mujer, en muchos casos, la principal gestora de la cultura machista. Ella ayuda a perpetuar las diferencias entre hombres y mujeres, para la muestra el lamentable caso de la “senadora”, yo prefiero llamarla "cenadora", Liliana Rendón, quien supuestamente asistió a una universidad, pero no parece que en su vida haya leído ningún artículo concerniente a la condición de la mujer, ni haya leído algo de historia, de sociología, de antropología; a lo mejor sus lecturas se basan en artículos nimios, carentes en su mayoría de análisis y crítica. No me cansaré de denunciar los hechos atroces cometidos en contra de las mujeres así parezca que soy monotemática. Seguramente algunos foristas, tanto de extrema izquierda como de extrema derecha, van nuevamente a llenar este espacio de reflexión con insultos y frases que no hacen sino corroborar mi idea que una gran parte de la sociedad colombiana está enferma, aquí no se trata sólo de uno o dos desadaptados capaces de llevar a cabo crímenes con los que muchos sueñan, sino de miles y miles de personas que no conocen el sentido del respeto, de la solidaridad, de la tolerancia, de la defensa de la otredad, que ignoran el derecho de cada individuo a pensar de una forma diferente, a ser homosexual, a ser madre soltera o atea, como es mi caso, a tener una ideología diferente a la de la mayoría, que desconocen el derecho que tenemos las personas a no caer en mesianismos como el promulgado por el gobernante de la larga y tenebrosa noche de ochos años y que aún nos sigue haciendo un daño inconmensurable. Para ser un pueblo feliz nos falta mucho camino por recorrer y tal pareciera que lo estamos haciendo al revés, lo poco que hemos ganado lo estamos destruyendo; así es imposible lograr algún día la paz que todos deseamos, hay que desarmar primero la forma de pensar violenta, principal arma mortífera, para que el desarme de las armas de fuego sea una realidad.

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