lunes, 27 de febrero de 2012

QUEMADA VIVA, EL CASO DE SOUAD

En enero del 2010 Especiales Pirry presentó un especial sobre las mujeres atacadas con ácido y en los últimos meses hemos sido testigos impotentes de varios casos de mujeres quemadas de esa forma en Bogotá y en Medellín. En los últimos quince años unas 26 mujeres habrían sido víctimas de este horrible flagelo machista. Desafortunadamente en Colombia no se considera un delito grave, sólo entra dentro de la denominación de “lesiones personales”, delito excarcelable, mientras que la mujer víctima del mismo debe de vivir permanentemente con las secuelas que deja el ácido en su cara, en su cuerpo y en su psiquis. No obstante, poco hablamos sobre ésto, como si quisiéramos ponernos un velo ante un drama de esa magnitud, lo que permite que cada vez se haga más común el que alguien decida tirarle ácido a una novia o esposa o a la rival de turno, o al menos a la que imaginamos nuestra rival. Esto demuestra, una vez más, que la sociedad colombiana está enferma, y que esa premisa que tratan de vendernos de ser el país “más feliz del mundo”, sólo es una gran falacia que trata de ocultar la violencia permanente en la que vivimos, pero sobre todo en la que vive la mujer.
Y si bien en Colombia este grave delito pareciera ser algo nuevo, en los países musulmanes es una práctica antigua que se conoce como crimen de honor, expresión que sólo conocí en 2005 con la lectura de Quemada viva de Souad, libro al que me referiré más tarde y con el testimonio de Casada a la fuerza de Leila. El “Crimen de honor” tiene un sinnúmero de variantes: la mujer puede ser quemada viva, rociada con ácido, estrangulada, degollada, lapidada. En otras palabras, las mujeres que se opongan a la voluntad masculina están expuestas a las mayores perversidades que la mente humana pueda imaginar. Leila describe esta situación de la manera más desgarradora que una mujer pueda expresar sobre su propia condición de mujer:
“… el cuerpo de la mujer musulmana representa un pecado desde el momento mismo de su nacimiento. Para un padre, una hija es sinónimo de sirvienta de la casa, la alcoba es su prisión y su virginidad es el regalo más preciado que él dará al hombre que escogerá como su marido”.
Tal vez el caso más difundido por la prensa colombiana sobre el crimen de honor es el de la iraní Ameneh Bahrami, quien quedó ciega el 3 de noviembre de 2004 al serle lanzado ácido a los ojos por un compañero de universidad furioso porque ella había rechazado su propuesta de matrimonio. El aspirante a “pretendiente” fue finalmente condenado por la ley iraní el 27 de noviembre de 2008 y Ameneh Bahrani exigió que se llevase a cabo la “ghesa”, o Ley del Talión; lo que quiere decir que el victimario recibiría 20 gotas del mismo ácido en sus ojos. No obstante, para que esto pudiese llevarse a cabo, la víctima, a la que desfiguró y dejó ciega destruyéndole la vida, tendría que pagarle la suma de 20000 euros, ya que la misma ley considera que los dos ojos de una mujer equivalen a un ojo de un hombre. En agosto del 2011 poco antes que el hombre recibiese su castigo, Ameneh lo perdonó.
El caso de Souad
Quemada viva, es el testimonio de Souad, una de las pocas sobrevivientes a esta tradición que cobra cientos de vidas en diferentes lugares del mundo. Su caso no difiere mucho de la historia de miles de mujeres musulmanas. Su familia se da cuenta que está embarazada, el padre del niño huye, como lo hacen todos los cobardes, y ella es condenada por sus padres a ser quemada viva. El elegido para “lavar el honor” es su cuñado, pero podría haber sido el padre o el hermano, e incluso su progenitora. Souad cuenta como vio a su madre ahogar a un bebé con la almohada inmediatamente después del parto, cuando se dio cuenta que era una niña. También cuenta como su hermana adolescente fue estrangulada con la cuerda del teléfono por su propio hermano. ¿Cuál habría sido su crimen? ¿Hablar por teléfono? ¿O tal vez mirar a un hombre a los ojos, hablar con un desconocido?
Souad es una campesina cisjordana, que pudo sobrevivir gracias a la ayuda de SURGIR, una ONG suiza que se dedica a investigar este tipo de crímenes. El 80% de su cuerpo guarda las señas de la gasolina ardiendo. En Pakistán y en Yemen, son cientos las mujeres que son desfiguradas cada año por sus maridos o por desconocidos. La práctica más utilizada es el ácido que les corroe la piel hasta dejarlas convertidas en monstruos. Lo peor es que ni las autoridades ni el gobierno ni los médicos hacen nada para protegerlas. No suelen interferir en lo que consideran “decisiones familiares”. Pero no solamente son quemadas en sus países de origen. En noviembre de 2005, en los suburbios de París, una mujer de 18 años de origen marroquí, fue rociada con gasolina por un pretendiente que había sido rechazado por su familia. Ella estuvo varias semanas en coma y él simplemente despareció en la multitud.
NOTA: El 25 de febrero de 2012 las mujeres colombianas salieron a la calle para ralizar La Marcha de las Putas, un movimiento que ya es internacional y que tiene como objetivo fundamental luchar contra la violencia machista. En Colombia, como en muchos otros países, los hombres consideran que hay dos tipos de mujeres: 1. el grupo de mi mamá y mis hermanas y 2. el grupo de “las otras”, léase “putas”. En una sociedad machista, como la nuestra, cuando un hombre tiene varias mujeres se le suele admirar o al menos se suele ser condescendiente con su comportamiento; pero si es la mujer la que tiene dos o más hombres, o se viste o habla de una forma supuestamente “provocativa”, entonces se le denomina como “puta”. La sociedad no ha querido entender que las mujeres somos dueñas de nuestros cuerpos y que nadie tiene que decirnos con quien debemos acostarnos, ni cuando, ni cómo ni dónde debemos hacerlo. Debe entender que somos libres de decir NO, y que ser dueñas de nuestros cuerpos, eso si de una forma responsable, quiere decir que ningún hombre, ni ninguna religión ni ninguna ley pueden obligarnos traer al mundo a un niño no deseado. También debe entender que para luchar contra los embarazos de adolescentes la mejor manera es la educación sexual, no la represión, ni el fanatismo ciego y machista, tipo Ordoñez.