viernes, 31 de agosto de 2012

LA LECTORA

La Lectora, título inspirado en el hermoso cuadro de Fragonard, pintor francés del siglo XVIII, es la película de Riccardo Gabrielli, protagonizada por Diego Cadavid, Carolina Gómez y Carolina Guerra, es sólo un intento más de hacer buen cine, en un país que le rinde culto a las telenovelas baratas y más recientemente a todo lo que tenga que ver con la violencia, sobre todo si esta tiene origen en el narcotráfico. La Lectora tiene errores tan elementales, como lo es el grito de “Diego” por parte de uno de los hijos del “Patrón” al comienzo de la película; para ser más exacta cuando están siendo perseguidos en el taxi, el cual es conducido por el personaje que Diego Cadavid representa, o la sonrisa de las prostitutas al final de la película, cuando una de ellas no puede evitar mirar de frente a la cámara. Pero también está la sobreactuación de Luis Eduardo Arango en el momento en que su personaje, llamado El Patrón, sabe que sus hijos han sido asesinados. Otro error, al menos para mí, es el acento del personaje llamado El Alemán,ya que como el actor que lo representa es francés, su acento tónico lo delata en todo momento. Es una lástima que en un país asolado por una violencia endémica, los directores de cine y televisión no sean capaces de encontrar temas diferentes que podrían ayudar a cambiar a una parte de la sociedad colombiana, por no llamarla más directamente una sociedad enferma, donde los valores y el trabajo honesto se están convirtiendo en algo obsoleto y ridículo. La película, imagino que Gabrielli quiso que fuese de acción, se sumerge en el asesinato, en la mentira, en el engaño, de principio a fin. No sé cuántos muertos hay en la hora y cincuenta minutos que dura este desafortunado filme, de todas formas salí de la sala de proyección con la sensación de haber perdido mi tiempo y mi dinero en un proyecto cinematográfico que no pudo madurar, como si el director sólo buscase fama y dinero de la noche a la mañana. Tampoco sé si lo que buscaba era hacer El Padrino colombiano, pero si esa era su meta, se quedó sólo en un deseo abortado.