lunes, 24 de septiembre de 2012

LAS ARTES DEL ISLAM EN EL MUSEO DEL LOUVRE

El pasado sábado 22 de septiembre el Museo del Louvre abrió al público la nueva sala de arte, consagrada únicamente a las artes del mundo musulmán, y fue inaugurada por el Presidente François Hollande, en un momento que considero emblemático; teniendo en cuenta el período tan sensible y difícil por el cual estamos atravesando. Esta exposición pretende, desde la cultura, recordarnos la necesidad, por no decir claramente la obligación, de la tolerancia religiosa y cultural que todos los pueblos nos debemos los unos a los otros. Pero también es un mensaje a los musulmanes radicales que olvidan, o desconocen, el pasado magnífico que hace parte de su historia. Me refiero, entre otros muchos aspectos, a la literatura erótica de decenas de poetas musulmanes, tanto de la región del Al-Ándalus, como de la literatura persa, para no nombrar sino dos de sus principales exponentes. La nueva sala fue construida en uno de los espacios abiertos del castillo, conocido como La Cour Visconti. Y si la nueva concepción del Louvre nos sorprendió hace ya varios años con la pirámide realizada por el arquitecto estadounidense, de origen chino, Leoh Ming Pei, hoy nos sorprende con un techo, a la manera de una inmensa pantalla que deja pasar la luz, como si fuese un fino tejido de las alas de una libélula, pero dando la impresión de entrar debajo del desierto, ya que el techo simula el movimiento permanente de las dunas; creación de los arquitectos Rudy Ricciotti y Mario Bellini. La obra es una verdadera proeza desde el punto de vista arquitectónico, y un desafío a la fuerza de la gravedad, puesto que la pantalla en cuestión pesa 135 toneladas y sólo está sostenida por 8 pilares inclinados de un diámetro de 30 centímetros cada uno. El concepto museográfico fue concebido por Renaud Piérard y está repartido en dos niveles, en un espacio que abarca 3000 m2 que invita a recorrer, más bien a visitar el mundo musulmán, su gran intelectualidad y su refinamiento. La exposición de más de 3000 obras -cerámica, tejidos, arquitectura, joyas, literatura, mosaicos, escultura- nos invita a hacer un recorrido desde el inicio del Islam, siglo VII dc, hasta el siglo XIX. Y es que a menudo solemos desconocer esta cultura monumental a la que tanto debemos. Occidente no sería el que conocemos hoy en día sin los intelectuales, matemáticos y científicos musulmanes. Una gran parte de la literatura y filosofía clásica fue precisamente dada a conocer por sus eruditos. No en vano la primera universidad del mundo fue creada por ellos en el año 859; me refiero a la Universidad de Al Karaouine, en la ciudad de Fez (Marruecos). En el siglo X la biblioteca de El Cairo tenía medio millón de libros y Córdoba contaba con 700 mezquitas, 60000 palacios y 70 bibliotecas. No en vano allí nació y se crió Ibn Rushd (Córdoba 1126 - Marrakesh 1198), más conocido como Averroes, médico, filósofo, matemático, astrónomo, gran conocedor del Islam, pero también de Aristóteles. Y si el Museo del Louvre es considerado una de las visitas obligadas para los amantes del arte y para aquellos turistas que solo van a ver La Monalisa, como si se tratase de una divinidad, también será una visita obligada para los amantes de las artes y oficios del mundo islámico y de su arquitectura extraordinaria, como son La Alhambra o la Mezquita de Córdoba, entre muchas otras de su enorme legado cultural e histórico.