miércoles, 13 de marzo de 2013

Uno de los orígenes de la violencia en contra de la mujer

(Afiche encontrado en Internet) Cuando se habla de violencia en contra de la mujer es necesario tener en cuenta que este aspecto tiene raíces históricas muy profundas y que no debe minimizarse ni ignorarse. En el caso de la mujer occidental, hay que buscar las raíces en las sociedades griega y romana, misóginas por excelencia. Pero también hay que buscar las raíces en la persecución que hizo la Iglesia en contra de la mujer a la que llamó despectivamente “bruja”, mote que aún se sigue utilizando cuando se desea desprestigiarla. La bruja, ese personaje de los cuentos infantiles, que produce miedo, y a veces asco, en realidad hace alusión a mujeres sabias, que poseían conocimientos muy profundos sobre las plantas curativas y además eran las depositarias de un legado milenario. Su sapiencia estaba íntimamente ligada a la religión de origen panteísta, tan en boga en las sociedades campesinas de la antigüedad, incluso en las sociedades campesinas del Medioevo. Cuando el cristianismo comienza a expandirse en Europa se tropieza con los dioses y diosas tutelares y con los espíritus del bosque, a los cuales los campesinos les rendían culto. Pero no será hasta más tarde (siglo XIV) que la persecución en contra de las creencias campesinas comenzará en todo su horror. Me refiero a la cacería de brujas. La persecución se hizo directamente hacia la mujer, puesto que en la ideología judeocristiana es ella el símbolo de la perdición del hombre. La supremacía masculina no podía tolerar que hubiese mujeres sabias, con profundos conocimientos curativos; ello le contrarrestaba el poder omnipotente que los prelados de la Iglesia deseaban imponer a todos los estamentos sociales de la época. Al mismo tiempo que les permitía ahogar todo el rescoldo de las religiones paganas y entronizar aún más el culto mariano, que tanto daño le ha hecho a la mujer occidental. La tortura, la vejación y el asesinato de miles de mujeres, sentó las bases de la demonización de la mujer, por lo que muchos hombres se han sentido desde entonces autorizados para martirizarla e incluso para asesinarla. La imagen de la bruja, poseedora de todos los males, quedó ancorada en lo más profundo del imaginario colectivo; y deshacer esa imagen es una labor que todos deberíamos tener como una prioridad en nuestras vidas, en nuestro quehacer diario, en nuestras actuaciones en familia y en la sociedad. [1] (2008). Es por ello que quisiera hacer alusión a Jules Michelet (1789-1874), y a su libro “La bruja. Un estudio de las supersticiones de la Edad Media”. Con la lectura de Michelet tuve una agradable sorpresa puesto que me encontré con un hombre feminista. Él mismo declara: “me siento profundamente hijo de la mujer”. Con su libro busca hacer una reivindicación del papel jugado por la mujer en la historia francesa y al mismo tiempo rendirle un tributo. Seguramente las reflexiones de Michelet tienen origen en las posesas de Loudun, de Aix y de Louviers. [2], y para entender este oscuro episodio, liderado por la Iglesia, Michelet se remontó a los orígenes de la bruja: “Durante mil años, la Bruja fue el único médico del pueblo. Los emperadores, los reyes, la gran nobleza tenían algunos médicos de Salerno, musulmanes, judíos, pero la masa del pueblo no consultaba más que a la Saga o a la mujer-sabia. Si no curaba, se la atacaba, se la llamaba bruja. Pero generalmente, por un respeto mezclado de temor, se le llamaba igual que a las Hadas, Buena mujer o Bella dama... La Iglesia, que la odiaba profundamente, contribuyó a fundar su monopolio para conseguir la extinción de la Bruja. En el siglo XV declaró que si la mujer se atrevía a curar, sin haber estudiado, sería considerada bruja y debería morir.” La Iglesia se armó contra la mujer médica, por eso la condenó con el nombre de bruja y la persiguió incansablemente; y al mismo tiempo creó una tortura psicológica que devastó a la mujer: la Universidad, creada en el siglo XII, le cierró las puertas. Así que si para ejercer una profesión, como la medicina, era necesario tener un título, la mujer quedaba simple y llanamente por fuera de todo acceso al conocimiento científico. De ahí a la cacería de brujas, no había sino un paso. -------------------------------------------------------------------------------- [1] El personaje de la bruja lo desarrollé ampliamente en el libro “… de ninfas, hadas, gnomos y otros seres fantásticos”. Editorial Blé. 2008 [2] En la década de 1970 tuve la oportunidad de ver una película que nunca olvidé y cuyo argumento central era el drama vivido por las monjas de Loudun, su título era “Los demonios de Loudun”, (realizada en 1971 por Ken Russell, y protagonizada por Vanessa Redgrave y Oliver Reed). Nota: Para entender aún más este terrible flagelo pueden leer el artículo que publiqué sobre los tabúes de la menstruación: http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2013/01/17/tabues-y-prohibiciones-derivados-de-la-menstruacion/ También está publicado en este blog