jueves, 21 de marzo de 2013

LA PROSTITUCIÓN Y LAS ALTAS ESFERAS POLÍTICAS, SOCIALES y RELIGIOSAS

Ayer en la noche la televisión francesa emitió un programa dedicado a Dominique Strauss-Khan, tratando de desentrañar el origen psicológico de su más que evidente gusto por las prostitutas; y sobre todo el menosprecio del que hace gala cuando habla de las mujeres. Y hoy, como si fuera poco, encuentro en www.elespectador.com un video realizado nada menos que por la firma Louis Vuitton, en la que se hace apología de este oficio en el que la mujer se convierte en mercancía; tal y como lo señalaba el político francés en muchas de las conversaciones que le fueron interceptadas. El video pretende vender los artículos de alta gama de la firma en cuestión, pero omite que nunca podrían ser comprados por una mujer que se vende por unos cuantos euros en las calles parisinas. Omite, también, que además son explotadas por el chulo que las tortura y que las viola cuando se le antoja. Una cosa es el mundo de la prostitución de hoteles como el Carlton de la ciudad de Lille; donde al parecer DSK, como él prefiere que lo llamen, habría ejercido su actividad de proxeneta, mientras ocupaba la presidencia del FMI y otra cosa es el mundo de la prostitución de las calles o de los puertos o de las estaciones de trenes o de los parques. Y si utilizo la palabra proxeneta, para referirme al político en cuestión, no es porque lo respete, sino porque imagino que él mismo nunca debió pensar que era un chulo de poca monta; así sus actuaciones demuestren lo contrario. El drama de la prostitución, femenina y masculina, es una vergüenza para la sociedad. Nunca he entendido como un hombre, que se cree hombre, puede pagarle a una mujer, o a un hombre, para tener sexo; y ni que hablar de los que pagan por acostarse con menores de edad. Pero también me refiero a los machos alfas que van por las calles haciendo ostentación de sus hormonas y creyendo que si no se acuestan con todas las mujeres que atraviesan su camino dejan de ser viriles. Imagino que su autoestima está basada en el número semanal, o mensual, de las mujeres con las que supuestamente tuvieron sexo. Y digo supuestamente, ya que tener sexo es mucho más que una rápida relación en la que la mujer que recibe el pago sólo está pensando en que se acabe pronto para seguir con el próximo cliente. Lastimosamente el vínculo de los poderosos, léase empresarios, políticos, deportistas, y un largo etc… con el mundo de la prostitución, no es algo nuevo; incluso hay que recordar a muchos curas que en la iglesia, delante de los fieles, pregonan la abstinencia sexual, pero en los bares o en callejuelas oscuras dan rienda suelta a la práctica que tanto condenan. El papa Borgia sabía mucho de esto, pero también de incesto. Y en la actualidad es de todos sabido los nexos que hay entre algunos representantes del Vaticano con la mafia y el proxenetismo. Incluso en estos días leía que en uno de los palacios que pertenecen a la Iglesia, ubicado en Roma, funcionaría un club nocturno de prostitución de homosexuales. Es más, en la pasada década de los 80 se hablaba que el verdadero dueño de algunos de los clubes nocturnos de París, como el Lido, eran propiedad del Vaticano. Y Colombia no se queda atrás. Los políticos, paramilitares, guerrilleros, empresarios, se pagan favores entre sí con el regalo que significa entregar, por unas horas o por unos días, a una mujer joven, posiblemente esclavizada por el proxeneta de turno. Pero también están las mujeres proxenetas. Hace algunos años una mujer me contaba que su marido, un antiguo senador, recibía niñas púberes, entregadas por sus propias madres, con tal de recibir un empleo en algún fortín del Estado. La mujer que me hizo esta confidencia nunca fue capaz de divorciarse y mucho menos de denunciar a su conyugue. Supongo que, entre muchos otros aspectos, siempre ha primado el bienestar económico y social que su matrimonio le otorga. Y si digo ésto, es porque de una forma u otra, toda la sociedad es cómplice, por omisión o por acción, de este flagelo que no deja de crecer y que permea todos los círculos sociales y económicos del país. No hay que olvidar que muchas prostitutas son también madres de familia, que aunque trabajan no alcanzan a llegar a final de mes; o estudiantes universitarias que no tienen otra forma de conseguir dinero para pagar las matrículas exorbitantes de las universidades privadas e incluso de las universidades públicas. Pero también hay otras razones, una infinidad, supongo. Como también es cierto que no todas las prostitutas son obligadas a ejercer el oficio, sólo cabría preguntarse ¿hasta qué punto fueron libres para tomar una decisión como esa?