jueves, 27 de febrero de 2014

SIN VISA PARA EL ESPACIO SCHENGEN

¡Por fin hemos dejado de ser parias! El pasado 9 de febrero de 2014 asistí, como en muchas otras ocasiones, a un bochornoso y humillante trato de las autoridades francesas, pero también hubiera podido suceder en España, tal y como lo he observado en otras oportunidades, o en cualquier otro sitio del espacio llamado schengen, en contra de los colombianos que llegan a Europa. Me refiero al trato irrespetuoso e indignante de parte de un funcionario de inmigración que estaba ubicado al final del pasillo, mucho antes de llegar a los cubículos reservados para el trámite en cuestión. Todos los pasajeros que veníamos en el vuelo de Air France tuvimos que hacer una larga fila mientras tres funcionarios revisaban uno a uno los pasaportes de cada uno de nosotros; hasta aquí uno podría pensar que si bien es humillante no habría nada indigno en este filtro que se hace para la entrada al espacio schengen. Lo que me pareció verdaderamente deleznable, por decir lo menos, fue la actitud de uno de ellos que no sólo revisaba con lupa los pasaportes colombianos, sino que al revisar el de una colombiana negra lo hizo durante largos minutos y tratándola como se tratan a los inmigrantes clandestinos. Es decir, con el peor de los tonos, haciendo gala de su autoridad y tratando de mostrar su supuesta superioridad; superioridad que creía tener al ser un francés que se dignaba informarse con quien había viajado y qué venía a hacer a Francia. Yo lo miraba poco menos que indignada, pero impotente ante lo que pasaba. Así tenga nacionalidad francesa, no me siento capaz de enfrentar a un representante de lo que conocemos como autoridad; tanto ha sido el miedo que desde siempre me ha inspirado ese cuerpo, en vez de generarme confianza me produce un miedo atávico. Hubiese querido ser solidaria con la mujer a la que se le estaban vulnerando sus más elementales derechos humanos, sin duda porque además de ser colombiana es negra, pero no fui capaz de decir ni de hacer nada. Cuando era joven, y mi pasaporte, si mal no recuerdo, era de color verde, sufrí en carne propia vejaciones de parte de dichas autoridades. Si bien nunca me hicieron desnudar, ni fui sometida a controles en que me hubieran revisado palmo a palmo, si me hicieron interrogatorios humillantes por el solo hecho de tener un pasaporte colombiano. Sólo me sucedió una vez, en la frontera de España con Francia, pero nunca olvidé el episodio. Y si traigo a colación este tema es porque en el día de hoy (26 de febrero de 2014) el Parlamento Europeo aprobó la exención de visas para los colombianos que deseen viajar al espacio schengen, con una votación de 523 votos a favor, 41 en contra y 13 abstenciones. El embajador de Colombia ante la Unión Europea, Rodrigo Rivera, aseguró en Bluradio que era una medida política, que nada tiene que ver con la crisis de la Comunidad Europea. Puede que en parte tenga razón, pero es una verdad de a puño que la exención del terrible visado para los colombianos tiene que ver con la crisis económica que afronta el continente europeo. Y si digo esto, es porque no hay que olvidar que los españoles y portugueses son los que están llegando en masa a Colombia. En enero vi como tres españoles hacían mercado en un supermercado de Manizales, ciudad conocida por no interesarle a casi ningún extranjero, pero ese es sólo uno de los casos que actualmente se vive en cualquier ciudad colombiana. Antes hacíamos parte de ese conglomerado de “sudacas”, como nos llamaban despectivamente los españoles, ahora somos un destino, como lo fuimos hace quinientos años, que puede salvarlos de la ruina. Tampoco hay que ignorar que Europa necesita de nuestro turismo y de inversión de capitales. Pero sobre todo no hay que olvidar la riqueza que tiene Colombia y de la cual carece la Comunidad Europea. Simplemente se dieron cuenta que el hecho de mirarnos como a parias, léase malditos por los medios de información y por las autoridades de sus países, le estaban restando posibilidades económicas, sociales e incluso políticas, a los ciudadanos europeos. No obstante, espero, desde lo más profundo de mi ser, que en Colombia no comiencen a tratar a los españoles como a ciudadanos de tercera, ni que vayan a sufrir hechos de xenofobia. Y para terminar, quiero decir que el hecho de reconocer lo que acabo de exponer no quiere decir que no ame a Francia. Por el contrario, es un país que admiro. Amo su lengua, su cultura, su literatura, su música, su cocina, su gente –no en vano estoy casada con un francés-, su libertad, su respeto por los derechos humanos –así muchas veces los pisoteen-. Francia es un icono en la cultura de Occidente, es una senda que hemos recorrido muchas veces cuando hemos querido salir de la opresión. Francia, como muchos otros países de la comunidad europea, tiene mucho para darnos, y por supuesto nosotros tenemos mucho para darle. ¡Bienvenida entonces esta exención de visado al espacio shengen! ¡Ninguna frontera debería estar cerrada al desplazamiento humano! Eso debería ser un derecho consagrado por todas las constituciones de todos los países. ¡Por fin hemos dejado de ser parias!

martes, 25 de febrero de 2014

EL FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO Y SU BANDERA A FAVOR DE LA HOMOFOBIA

El concejal de Bogotá, que vetó un video de Shakira aduciendo que es “una apología al lesbianismo”, o el temible Ordoñez, con su llamado al odio contra los homosexuales, o el desagradable Gerlein, deben de estar felices con la medida que ha tomado Uganda al firmar una ley que condena a perpetuidad a los homosexuales; e imagino que también deben de estar aplaudiendo al Estado de Arizona que pretende apoyar a los empresarios que se nieguen a emplear a una persona que pertenezca a esta minoría sexual. No puedo dejar de pensar que estamos viviendo en un tiempo de retroceso poco menos que aberrante, y que las pocas luchas que se habían ganado en el siglo XX, después del terrible legado victoriano, están siendo enterradas y vapuleadas por la ignorancia y el fanatismo religioso que tanto daño nos ha hecho desde la Edad Media. Solemos olvidar que los griegos y romanos tenían una visión muy diferente de la homosexualidad, no sólo no era condenada sino que era socialmente aceptada en todos los estamentos sociales. En muchos grupos indígenas un homosexual es considerado alguien que es habitado por dos espíritus, llegando así a tener un rol preponderante en su comunidad. // No es el caso de Occidente, para hablar de un mundo al que pertenezco, heredero de la tradición judía, ha hecho del homosexualismo una culpa abominable. Y la religión católica, con su concepción de pecado, terrible látigo con el que nos han amenazado siempre, ha hecho que el homosexualismo no sólo no sea comprendido y respetado, sino que nunca combatió las leyes que lo castigaban con la cárcel; tal y como le sucedió a Verlaine o a Oscar Wilde. El Vaticano cobija a cientos, miles de homosexuales; y si bien acepta sin reservas a los curas que lo son, persigue y estigmatiza a los laicos que pertenecen a dicha comunidad. La doble moral ha sido su senda; y lo que es verdaderamente grave, es que no persigue ni castiga a los cientos de curas pederastas que abriga en su seno. Apenas ahora, después de todo el escándalo que han suscitado las violaciones a menores de edad, por parte de muchos de los integrantes del clero, han decidido tomar medidas al respecto. Eso sí, tratando de minimizar el delito que un acto de pedofilia representa. No en vano hace unos días uno de sus arzobispos respondía furioso ante la ONU por la condena implícita que se le hacía por haber protegido durante años a muchos depredadores sexuales que se esconden detrás de la sotana; incluso se lamenta, y ve en algunos puntos del informe “un intento [de la ONU] de interferir con la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la dignidad de la persona y el ejercicio de la libertad religiosa”. Como quien dice, la libertad religiosa debe de ir de la mano del abuso sexual a los infantes.// Para terminar no quiero pasar por alto que la nueva ley de Uganda va acompañada de otra que condena el uso de la minifalda; pero no dice nada de los torsos desnudos de los hombres o de su costumbre de llevar pantaloneta. ¿Por qué el torso de un hombre puede ser exhibido y el de una mujer causa tanto estupor y rechazo? ¿Por qué un hombre puede usar pantaloneta en todas partes y una mujer que lleve short o minifalda es considerada una puta? ¿Cuáles son los parámetros con los que se miden esas dos circunstancias? No hay que olvidar que el año pasado Andrés Carne de Res, ante una acusación sobre una posible violación en su establecimiento, alegaba que la mujer que habría sido víctima, no sólo había llegado sin la compañía de un hombre, solo con algunas amigas, sino que había bebido, y además llevaba una minifalda. El colmo, seguramente, para muchos que como él, piensan que la mujer es sinónimo de virtud, pero únicamente cuando pertenece a nuestro círculo más íntimo -eso cuando no son violadas por sus propios padres o hermanos o tíos o abuelos- las otras, tal y como sucede en transmilenio, en las calles o en cualquier bus o ascensor u oficina, las mujeres son para tomarlas y dejarlas tiradas como si fuesen basura.