viernes, 29 de agosto de 2014

MAGGY DE COSTER

Conocí a Maggy de Coster (Haití 1966) en octubre de 2010 en el VIII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas organizado en esa oportunidad por Clara Bella Ventura en Bogotá. Desde entonces hemos estado en contacto permanente; volvimos a coincidir en el siguiente Encuentro, esa vez organizado por la poeta panameña Gloria Young, y en París, donde he leído dos veces poesía invitada directamente por ella. Maggy de Coster además de periodista es poeta, novelista, escritora de libros y canciones infantiles y traductora del español al francés. Uno de mis libros, La ruta del espejo (Editions du Cygne, París, 2012), no solo fue su traductora sino que ella misma se encargó de presentarlo al editor. Su obra ha sido traducida a varios idiomas: español, italiano, catalán, rumano, inglés, portugués y árabe. Es miembro del PEN, capítulo francés, y ganadora del Primer Premio de la Academia Internacional Il Convivio, Sicilia, 2003, entre otros galardones a su obra poética y profesional. Desde hace más de doce años dirige y edita la revista poética Le Manoir des Poètes. Su último libro, de un total de 12 publicados, es Entre relámpagos y penumbras (Editions L’Harmattan, Paris, 2014), en edición bilingüe, francés-español. Es un pequeño poemario que nos invita a un viaje a través del tiempo y cuya nave es el libro. Por sus páginas navegamos por océanos conocidos y desconocidos; pero sobre todo es un libro que indaga en ese raro enigma que es la existencia humana: “El hueco de las olas / aloja los pensamientos / de los niños perdidos” Una alusión a la infancia extraviada en el pasado de cada uno de nosotros, una alegoría de una vida olvidada, ignorada y tal vez mancillada. Como si el dolor se hubiese lanzado por la grieta que separa las olas de un mar agitado por la tormenta. “En los parajes del vacío/ mil sueños se deshacen / a la velocidad del sonido / Y como eternos Sísifos, cargamos con nuestra piedra al hombro: Soñar con Sísifo / en la ondulación de la tarde / resplandor de locura Este verso se revela en los poemas que conforman Sonata para una y mil páginas. Como Sherezada, Maggy De Coster nos canta a la lumbre de las estrellas el dolor que la habita, que habita sus palabras, que habita los libros arrumados en anaqueles escondidos: “Cuando arden los bosques en verano / hay páginas de libros / Que se descubren carbonizados / en un suelo atormentado/… Oros se encuentran / yaciendo en los troncos de los árboles / o encima de las crestas / peladas de las montañas Esos libros “carbonizados” o aún no impresos nos develan el secreto de su existencia: “¡Abajo las armas! / ¡Libros arriba! / Salvas de amor /tregua de guerra / y se callan las armas / y resuenan los campos de paz / sacados de los libros recobrados Luego el libro se convierte en “brújula / guía noble del espíritu / E “intenta sobrevivir / al pie de un árbol… / Cuando todo desaparece en el vientre del río”. Y en las ramas de algún árbol encontramos “la jaula de la esperanza (que) abriga un libro”… “la vida de un libro en peligro” Y haciendo alusión nuevamente a la contadora de leyendas Maggy De Coster dice: “las páginas de mis libros / se parecen a las olas / de lluvias inesperadas / que sorprenden a los viajeros / de países desconocidos” Y es que en el movimiento perpetuo de las olas podemos ver ese otro movimiento de ese otro mar no de agua sino de arena: el desierto de los cuentos de las Mil y una noches; o de las Mil y una noche como decía Borges. Y los niños perdidos, a los que hacía alusión anteriormente, aparecen -como sombras o fantasmas o sueños o evocaciones- a través de la recuperación de “la memoria / del tiempo / anidada en los viejos libros” Al mismo tiempo que se pregunta: ¿Pero qué quedaría de nuestros pensamientos / si hubiera que recortarlos / como recortamos un libro?... Lanzadas en el viento / sin paracaídas / las hojas de los libros / tiritan de pavor / antes de rebotar / en una cama de neumáticos / al asalto de los guijarros” Pero después de la tormenta viene la calma y con ella la esperanza de otra vida para el libro que se había volatilizado: “Así como un cuento de nunca acabar / un libro duerme solo encima de un tejado / a la espera de despertarse / en las manos de un lector curioso” Versos que me hacen pensar nuevamente en la guerra y la paz. La guerra los destruye, la paz los lee y los vuelve a escribir.