sábado, 1 de agosto de 2015

DEL SUEÑO Y SUS PESADILLAS, DE JOHARI GAUTIER CARMONA O EL INFIERNO DE LAS PATERAS



En los últimos años he vivido de cerca el drama de los inmigrantes clandestinos que tratan de pasar el túnel de La Mancha arriesgando sus vidas, todo por el sueño de una vida mejor. Vienen de Siria, Afganistán, Sudán, Eritrea y la lista continua. Hombres, mujeres y niños. La mayoría son jóvenes, muchos de ellos adolescentes, y todos indocumentados; van detrás de un sueño que les permita vivir.


Las imágenes en la televisión son cada vez más dantescas, pareciera que el infierno no tiene límites. Sin embargo, cuando les preguntan si no tienen miedo a morir en el intento de pasar por el eurotunel, o morir asfixiados en el vientre profundo de una tractomula, responden que d si regresan a sus países de origen se toparían cara a cara con una muerte segura. Así que tratan de embolatar al miedo diciéndose a sí mismos que nada de lo que pueda sucederles en busca de la libertad y de una vida mejor puede ser peor que lo que han dejado atrás.

Algunos llegan a Francia por tren, otros llegan escondidos en camiones. Otros llegan a Europa en viejas barcazas atiborradas de gente, cuarenta, cincuenta o sesenta personas, donde normalmente no cabrían sino unas veinte. Cuando están cerca de la isla de Lampedusa en Italia, o cerca de las islas Canarias en España, los organizadores de estos viajes al horror, en realidad el crimen organizado, los abandonan a su suerte, muchas veces los lanzan al mar vivos para aligerar el peso de esas embarcaciones de miseria o para que lleguen a nado cuando vislumbran las costas. Sin contar que muchos de ellos o no saben nadar o no están en condiciones físicas debido a la larga travesía que han hecho, no sólo de semanas sino algunas veces de meses, cuando han debido atravesar el desierto de Libia, por ejemplo. 


Todos estos inmigrantes son víctimas de la trata de personas y para poder cumplir con el sueño de una vida mejor en una Europa supuestamente rica y generosa, pagan sumas que van desde los 1600€ hasta los 6000€. Sumas exorbitantes para cualquier persona, pero sobre todo para una familia que vive en un país en guerra o en el África Subsahariana.

Europa cierra cada vez mas sus fronteras, pero sigue haciendo guerras, y sobre todo sigue extrayendo todos los recursos naturales de África sin dejar nada a cambio. Una política que le sale aún más barata que los tiempos coloniales.

Para los occidentales África es una gran herida, una herida purulenta; que no se atreven a mirar cara a cara de miedo de ver reflejados en sus rostros la ignominia y la esclavitud a la que la han sometido desde hace más de quinientos años.

Esta África sin futuro, la que nos desnuda Johari Gautier Carmona en su último libro Del sueño y su pesadillas (Atmósfera Literaria, Madrid, 2014), contrasta con la de Léopold Sedar-Senghor: la de violentos guerreros de las sabanas ancestrales/África a la que cantaba mi abuela/Al borde de un río lejano. El África de Gautier, por el contario,  es un continente olvidado, sacudido por las mafias que desean sacar provecho de la miseria de sus habitantes, sin importarles la suerte que puedan correr una vez se embarquen en esas naves del delirio a las que ni siquiera las comandan pilotos experimentados, ni las proveen con la suficiente gasolina para llegar a buen puerto. Si hace doscientos años eran sus propios hermanos los que los vendían en los puertos como esclavos, ahora son ellos los que los envían a una muerte casí segura.

Gautier Carmona nos relata la vida de dos jóvenes senegaleses, Salif Bambara y Salif Diop, dos huérfanos que desean viajar a Europa para trabajar y poder ahorrar dinero con el cual puedan ayudar más adelante a otros huérfanos. El lector acompaña a estos dos muchachos a lo largo de su penoso viaje hasta las Canarias. En realidad el libro es una parábola de la lucha por la supervivencia, pero sobre todo es una lucha por no sucumbir ni a la locura ni al odio, ni a las disputas que pueden presentarse en situaciones límites, después que la barca en la que navegan ha quedado a la deriva y donde el agua dulce y los víveres ya se han agotado desde hace días. Sin olvidar los olores, la fatiga, las piernas entumecidas por la falta de movimiento, el calor del día y el frío de la noche.  La sal marina que quema sus pieles.


En esa barcaza está condensado el universo y la miseria humana; no obstante, el autor protege a sus personajes y les evita caer en el delirio. Los preserva hasta el final sin que pierdan las esperanzas por un final que puede cambiarles para siempre sus vidas. En el viaje habrían podido perder la brújula que los hace seres humanos; no obstante, logran salir del laberinto, no indemnes, pero si con la esperanza de una vida mejor.

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