viernes, 24 de abril de 2015

CIRUJANOS ESTÉTICOS, LÚGUBRES MARCHANTES DE LA MISERIA HUMANA

Hélène Fourment de Pedro Pablo Rubens Antes que todo deseo manifestar que no pretendo criticar ni demeritar las cirugías estéticas que buscan una solución ante situaciones extremas, como puede ser una quemadura, o un ataque con ácido* o un accidente, entre otras causas. -------------------------------------------------------------------------------------------------------- http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2012/02/26/quemada-viva-el-caso-de-suad/ -------------------------------------------------------------------------------------------------------- http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2014/04/02/las-victimas-del-acido-en-el-pais-de-machitos/ --------------------------------------------------------------------------------------------------------- http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2015/04/22/la-violencia-machista-y-las-mujeres-victimas-de-quemaduras/ --------------------------------------------------------------------------------------------------------- Solo me voy a referir a los procedimientos estéticos que se hacen por dictámenes sociales; muchos de ellos por modas que pretenden la cosificación del ser humano; sobre todo la cosificación de la mujer en una sociedad fatua que pretende mostrarla como un objeto de decoración más que se pone en el centro de una sala. Nunca he entendido como una persona, hombre o mujer, puede someterse a una cirugía estética solo por seguir los nuevos postulados de belleza física, o por lograr un ascenso social o laboral, o para ganar un reinado de belleza, a los que la sociedad colombiana es una verdadera adicta, o para enamorar a un traficante de drogas, como si eso fuera un gran logro en la vida de una mujer. //....... Pero, ¿de dónde nos viene este culto al cuerpo? //....... Primero que todo habría que pensar que es tan antiguo como la humanidad misma. Todos los pueblos del mundo han decorado sus cuerpos de diversas maneras. Y si pensamos en los griegos veremos que algunos atletas, sobre todo aquellos que ganaban carreras, entre otros, eran considerados luego semidioses. Es el caso de Antinoo, el hermoso efebo que enamoró al emperador Adriano.//.......... En el Medioevo se produciría un cambio radical. El cristianismo comenzó a condenar todo tipo de abalorios o menjurjes, y se comenzó a exaltar una belleza espiritual no física. Una forma bastante efectiva de controlar a la mujer en particular y a la sociedad en general.//........... A comienzos del siglo XVI, Juan Ponce de León va tras la búsqueda de la fuente de la eterna juventud, al menos eso cuenta una leyenda que decía que se encontraba en lo que hoy es la región de La Florida (USA). Pero anteriormente Herodoto (s IV a C) ya había hablado de la existencia de una fuente con esas propiedades y luego Alejandro Magno habría ido tras su búsqueda.//........... Esa temática de la eterna juventud va a retomarla Oscar Wilde en su libro El retrato de Dorian Grey. Su protagonista, un hombre dado a las bajas pasiones, se mantiene fresco y lozano a pesar del paso del tiempo y de su vida abyecta; es su retrato el que va envejeciendo y transformándose en poco menos que un monstruo. Virginia Woolf, en su maravilloso libro Orlando, nos trae la vida de un hombre nacido en la época isabelina y que no solo no envejece ni muere sino que un día, en plena época victoriana, se despierta siendo mujer.//.......... Luego, en el siglo XX, más exactamente en los años 60, fue la escuálida Twiggy la que impuso la supuesta belleza de mujeres esqueléticas, supongo que sufría de una severa anorexia, muy diferentes a las mujeres soberbias, como Hélène Fourment, que pintaba Rubens, y en el siglo XIX están las mujeres de Renoir. Recuerdo a mi abuela como una de sus herederas. Una mujer sin complejos, que se sentía bien en su cuerpo, poseía una hermosa cabellera, con la cual diariamente se hacía una enorme moña, no se maquillaba, y se vestía muy bien; esa era, digamos, su única vanidad. Su verdadera belleza estaba en su inteligencia y en su autonomía; y aunque había nacido en 1900 nunca fue una mujer sumisa ni dócil, como la mayoría de las mujeres de su generación.//........ En lo que a mí respecta recuerdo que siendo una adolescente me dijeron que debía operarme la nariz; en esa época, comienzos de los años 70, era algo común. Siempre e invariablemente dije NO. Y desde entonces he repetido una y otra vez que hay que saber envejecer. No somos eternos, ni me interesa ser eternamente joven. Pienso que lo mejor que me ha pasado en la vida es precisamente eso: envejecer. Sobre todo ahora que estoy pensionada y que no tengo que rendirle cuentas a ningún jefe (hombre o mujer). Cuando me miro al espejo y veo mis arrugas me digo a mí misma que ellas son el reflejo de las sendas que he seguido en mi vida, ahí están, son testigos de mis éxitos y de mis fracasos, de mis alegrías y de mis tristezas, no borraría ninguna de ellas ni por un minuto. Hacen parte de mi ser, son un libro donde está escrita mi vida.//......... Ahora bien, de un tiempo para acá he escuchado decir que operarse, o sea hacerse una liposucción, o aumentarse los senos o las caderas, en fin todas las barrabasadas que se han inventado los médicos, muchos de ellos inescrupulosos, lúgubres marchantes de la miseria humana, es una inversión. No entiendo como alguien puede endeudarse solo por pretender tener el cuerpo o la cara que ha visto en Internet y que cree que le sentaría a las maravillas. Considero una verdadera atrocidad decirle a una hija menor de edad que se le va a dar como regalo de sus quince años una cirugía cualquiera, debería ser prohibido; por eso apoyo incondicionalmente la propuesta de ley del senador Mauricio Lizcano, aunque debo aclarar que no soy su seguidora ni mucho menos su admiradora. Ninguna menor de edad debería ser sometida a una cirugía innecesaria, sin contar que no tiene la madurez para poder entender el modelo de belleza que la sociedad actual, banal y fútil, espera de ella. Hacerlo es participar de un mundo que pierde sus valores éticos, que pierde su norte, y que enseña que sólo en la apariencia física está la felicidad. //..... Por otra parte, no hay que olvidar el papel funesto que han jugado muchas veces los medios de comunicación al exaltar esa belleza de origen traqueto y venderla como una forma de éxito social. Colombia ha sufrido cambios enormes en estos últimos treinta años, muchos de los cuales han sido producto de esa alianza tenebrosa de narcotráfico y política. Afortunadamente hay miles y miles de mujeres que saben que solo con la educación y un trabajo digno podrán convertirse en personas autónomas. Por eso aplaudo que medios, como The Guardian, comiencen a mirar más allá del espejo en el que supuestamente nos miramos todos los días y nos muestren esa otra realidad que nos agrede día a día. Por último quisiera decir que ninguna de las mujeres que conozco que se han operado me parece que han quedado bonitas; por el contrario, cuando las veo me parecen desfiguradas, y algunas que eran hermosas se convierten en aspirantes a monstruos, como Frankenstein, el personaje de Mary Shelley; sobre todo aquellas que exageran con los labios, o con las caderas o con los senos.

domingo, 19 de abril de 2015

EL VELO

DEDICO ESTE CUENTO A TODAS LAS MUJERES QUE HAS SIDO VÍCTIMAS DE QUEMADURAS CON ÁCIDO O CON GASOLINA Pueden ver otros dos artículos que he publicado con respecto a este flagelo que yo considero un crimen de lesa humanidad http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2012/02/26/quemada-viva-el-caso-de-suad/ http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2014/04/02/las-victimas-del-acido-en-el-pais-de-machitos/ EL VELO El encuentro I La tarde del miércoles es mi preferida, no tengo que ir al liceo. Estoy tirada en mi cama, con los ojos cerrados, tratando de descansar un poco. El timbre suena dos veces con insistencia. Estoy sola en el cuarto y no tengo deseos de recibir a mis amigas. Escucho la voz de mi madre pidiéndome que eche un vistazo. Me paro con desgano y recorro la distancia que hay entre mi cuarto y la entrada principal. El timbre suena por tercera vez, -ya voy, ya voy -grito, malhumorada-. Al abrir la puerta, veo a un hombre parado en el corredor. Su rostro no me dice nada, no creo conocerlo. No es muy alto, debe medir 1.68 m., es más bien delgado, de rostro alargado; pienso que no ha debido afeitarse en los últimos días. Su pelo es liso y sus ojos cafés claros. No vive en el edificio. Todos los vecinos nos conocemos los unos a los otros, los muchachos son amigos de mis hermanos. Es una pequeña comunidad que ha dejado sus raíces atrás en busca de un mejor futuro. Un futuro que aún no llega. El recién llegado me mira y cuando voy a preguntarle que desea, da media vuelta y desaparece en el ascensor. II No había vuelto a pensar en el incidente, hasta ahora que lo he vuelto a ver al salir de la tienda de abarrotes con mi mamá. Está recostado en el umbral del edificio del frente, con los ojos puestos en el local. Apenas salimos se escabulle entre la gente. Hay otros “encuentros”, me doy cuenta que no son fortuitos, me molestan, me producen una sensación de agobio que no puedo definir. Puede ser a la salida del liceo, o en el parque, donde llevo a mi hermano pequeño, o en la calle donde vivo. Nunca me habla. No obstante su presencia me disgusta. La petición I Son las ocho de la noche, estamos en familia, es la hora de la cena, no esperamos a nadie. El timbre de la puerta suena. Mi hermano mayor dice que debe de ser uno de sus amigos. Se equivoca, es el mismo hombre que me hostiga desde hace varias semanas. Sin ser invitado, y sin saludar siquiera, entra directo a la sala. Pide hablar con mi papá y con mis hermanos. Mi mamá y yo nos vamos para la cocina. -¿Qué querrá? –me pregunta-. No contesto nada, pero yo lo sé. Lo comprendí al verlo atravesar el comedor y sentarse en el sofá. Es por mí que viene, quiere negociar con mi padre y la mercancía soy yo. Venimos de lejos, nos hemos instalado en los suburbios de una gran megalópolis, pero no hemos abandonado nuestras tradiciones ancestrales. En nuestra cultura las mujeres no escogen el marido, son los padres los que deciden por ellas. Me pregunto si mi papá y mis hermanos aceptarán su petición. Siento que los ojos se me llenan de lágrimas, pero sé que no puedo decir nada. De todas formas nadie me escucharía. Sólo me queda esperar. II Por mi mamá sé que el desconocido me quiere como esposa. Le ha propuesto a mi padre una buena cantidad de dinero que él no ha aceptado, tiene otros planes para mí. Debería sentirme aliviada, pero no lo estoy. Una vaga sensación de incertidumbre se aloja en mi pecho. Sigo saliendo a hacer las compras o al liceo; lo hago insegura, no quisiera encontrarlo al doblar una esquina o en la mitad de la calle; para mi gran tranquilidad no lo vuelvo a ver. Pasado el tiempo ya ni me acuerdo de él. III Hoy nos ha vuelto a visitar el supuesto pretendiente de F. y nuevamente lo he rechazado. No tengo nada en su contra, es sólo que no pertenece a nuestro mundo, aunque profese las mismas creencias religiosas. No habla nuestra lengua, ni conocemos su familia, no sabemos nada de él. Por otra parte he estado hablando con mi primo, hemos acordado unir a nuestras dos familias con la alianza entre su hijo y F. Aún no le he dicho nada a la madre ni a sus hermanos, pienso hacerlo pronto; cuando todo esté arreglado. En cuanto a mi hija será la última en saberlo, su opinión no cuenta, sabrá obedecer, como lo hizo su madre y la madre de su madre y así sucesivamente. No duermas más, mi niña... I Es miércoles, acabo de hacer las compras del día. Me demoré un poco más en la tienda de abastos, había mucha gente esperando su turno. Regreso a casa, los paquetes están pesados, me detengo a cada instante para descansar un poco; ojalá que en casa sepan entenderlo, no me gusta ver a mi papá enojado. Cuando eso sucede me encierro en el cuarto, hasta que se le pase. Sólo me faltan diez metros para llegar a la calle donde vivimos, respiro tranquila; si estoy con suerte llegaré antes que él. Al doblar la esquina escucho que me llaman por mi nombre, debe de ser uno de mis primos; levanto la cabeza confiada y es entonces cuando veo al señor de pelo liso y ojos cafés claros delante de mí. No debo hablarle, ni siquiera mirarle a la cara; sino me convertiría en la vergüenza de la familia. Decido pasar a su lado rápidamente, pero no logro hacerlo; me ha tirado algo al cuerpo, mis ropas se impregnan de un fuerte olor, luego enciende un fósforo, me ha convertido en una tea humana. II No sé donde estoy, imagino que en mi cuarto, aunque no reconozco el colchón donde estoy acostada. A veces escucho la voz de mis hermanos, aunque no logro comprender del todo lo que dicen. Solo he podido escuchar a mi papá que me susurraba muy cerca al oído: -No duermas más mi niña, despierta, despierta. Y yo que creía que no me amaba. Me doy cuenta que debo de estar durmiendo desde hace mucho tiempo, lucho por despertar, pero en vano, no lo logro. Me viene a la mente el cuento de la bella durmiente que me narraban en la guardería, debo dormir igual que ella; la diferencia es que no habrá un príncipe encantado que venga algún día a despertarme, hace mucho dejé de creer en ellos.