jueves, 27 de agosto de 2015

MILLENIUM, LA SAGA FEMINISTA DE STIEG LARSSON

El atentado de extrema derecha, perpetrado por un desadaptado social en Oslo (Noruega), el pasado viernes, me hizo recordar la saga de “Millennium” del escritor sueco Stieg Larsson (1954-2004); la cual leí con verdadero entusiasmo a finales del 2009. Me sumergí en su lectura durante quince días, lo hice casi sin respirar, alargando para el día siguiente lo que debía hacer inmediatamente, tratando de dormirme más tarde de lo habitual y presa de un estado muy cercano a lo que los drogadictos pueden experimentar cuando la droga no está cerca o cuando están bajo sus efectos. Larsson falleció poco días antes del lanzamiento de su primer libro, y justo cuando acababa de entregar a su editor el último libro de la trilogía, la cual se compone de los siguientes títulos: “Los hombres que no amaban a las mujeres” (665 páginas), “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” (749 páginas) y “La reina en el palacio de las corrientes de aire” (854 páginas), obra publicada por Ediciones Destino S.A, Barcelona, España, en asociación con Editorial Planeta, Colombia. Y si bien conocía su obra desde 2006, no fue sino hasta el 2009 que sentí la necesidad de leerla, y aunque he sido muy poco lectora del género negro no me arrepentí de haber emprendido esa loca carrera detrás de los secretos de Lizbeth Salander y de Mikael Blomkvist. La primera, una hacker consumada, poseedora de una memoria fotográfica y de una inteligencia cercana a la genialidad y como si fuera poco underground. El segundo, un periodista que podría simbolizar un quijote contemporáneo, socio de una revista mensual llamada Millennium y que en su defecto podría reemplazar tanto a la lanza del Quijote, como a su maltrecho Rocinante. Mis conocimientos de la literatura policiaca no iban más allá de algunas obras de Agatha Christie, leídas en mi adolescencia, y de Bebé Donge (1945), de George Simenon, leída en un curso de la Universidad de la Sorbona y luego trabajada por mí en la Universidad de Caldas en los cursos que yo dictaba de lengua francesa. Esta última, la leía haciendo un análisis comparativo con una obra excelente, y que no pertenece al género en cuestión, me refiero a Thérèse Desqueyroux (1927), de François Mauriac (Premio Nobel de literatura, 1952). Millennium, es una obra que atrapa al lector y lo sumerge en un mundo lleno de intrigas, de corrupción a todo nivel, pero sobre todo, es una obra que denuncia la violencia de género. La obra tiene muchas fallas a nivel narrativo, repeticiones innecesarias y a veces descripciones demasiado largas; pero eso no le resta importancia al libro. Más bien el problema de la versión en español, no hablo sueco, es una traducción no muy bien realizada por Martin Lexell y Juan José Ortega Román. Me refiero a problemas de sintaxis, a la utilización en algunos casos de una jerga española desconocida en América Latina y a la utilización permanente de ese adefesio español de “ir a por”. Por lo demás, es una obra que se lee sin hacer ningún esfuerzo, algo ideal cuando se ha estado leyendo obras de cierta dificultad intelectual y que nos han llevado a desear, simplemente, “descansar y divertirnos”. Por otra parte, Millennium, se sumerge en diferentes terrenos: la corrupción política, los hilos del poder que teje la extrema derecha, el mundo de los grandes empresarios y sus conexiones non sanctas con el mundo del hampa, o bien con los países donde el trabajo infantil no está reglamentado, convirtiéndose así en una moderna y terrorífica esclavitud, cuyos beneficiados son unos pocos hombres de negocios que actúan con toda impunidad, relacionándose con los más altos dignatarios o funcionarios estatales; o corrupción en los estamentos de la policía o en la rama judicial. También encontramos denuncias de corte ecológico o contra la globalización actual. Pero sobre todo, es una denuncia contra el maltrato a las mujeres; llámese trata de blancas, acoso y abuso sexual, disparidad salarial con sus homólogos masculinos, violencia o agresión doméstica. Y es que Stieg Larsson me ha abierto una ventana a un país que desconozco por completo. A parte de la hermosa obra “El maravilloso viaje de Nils Olgersson a través de Suecia” de Selma Lagerlöf (Premio Nobel de literatura – 1909) o del asesinato del Primer Ministro sueco Olof Palme, en 1986, no sabía nada de ese país nórdico. Siempre que pensaba en él, me imaginaba un Estado del primer mundo, una especie de paraíso donde la cobertura de protección social es una de las más importantes del mundo y con un nivel de vida muy superior a sus homólogos europeos. Pero también con una tasa de suicidios muy alta (es el número 35 de un total de 99 países registrados en un estudio llevado a cabo en 2006), actualmente tiene una tasa de suicidios aproximada de 20 ciudadanos por cada 100.000 habitantes). Pues bien, la lectura de Millennium me mostró un país con un nivel de corrupción, y con una mafia tan bien desarrollados, que uno creería que está leyendo una obra que se lleva a cabo en cualquier región del Tercer Mundo; y por qué no decirlo en la Colombia de Uribe. No en vano la escritora norteamericana Donna Leon ha dicho que todo en Millennium es “maldad e injusticia”. Sin embargo, no dice que tanto Lizbeth Salander como Mikael Blomkvist son dos justicieros que terminan triunfando y derrotando el mal que los acecha o que acecha a sus conocidos. Pero también están la directora de la revista, Erika Berger, una excelente periodista y gerente, o Annika Giannini, la abogada defensora de los derechos de las mujeres, o la policía Mónica Figuerola o la expolicía Susanne Linder, quien trabaja para Dragan Armanskij, el gerente de Milton Security. Lizbeth Salander, como ya lo había anotado, es una marginal que vive en el anonimato, no se relaciona con nadie, ni permite que alguien le haga daño sin que se arriesgue a una terrible venganza de su parte. Está por fuera del establishment y su presentación personal está a leguas de lo que la sociedad actual considera como “medianamente aceptable”: “Aquel día Lisbeth Salander llevaba una camiseta negra con la cara de un ET con colmillos y el texto “I am also an alien”. Una falda negra, rota en el dobladillo, una desgastada chupa de cuero negra que le llegaba a la cintura, unas fuertes botas de la marca Doc Martens, y calcetines con rayas verdes y rojas hasta la rodilla. Se había maquillado en una escala cromática que dejaba adivinar un problema de daltonismo”. (Los hombres que no amaban a las mujeres, pág: 62). Fumadora y bebedora de café empedernida, amante de la comida chatarra; como el autor que la creó. Irreverente y huraña, salvaje como una gata montés, autónoma e independiente y una enemiga acérrima de los servicios sociales y de la policía. Por su parte, Mikael Blomkvist, periodista de izquierda, antirracista y luchador de los principios que deben regir una sociedad justa e igualitaria. Gran lector de la novela negra sueca. Profundo feminista, defensor a ultranza de la mujer. Pero también un playboy empedernido, lo que no impide que sea un personaje con el que todas las mujeres sueñan, y me incluyo en ese rango. Creo que si me lo encontrara a la vuelta de la esquina, fácilmente me iría a la cama con él y no es ninguna broma. Y si bien estos dos personajes son los verdaderos protagonistas de la trilogía, en realidad la obra es un verdadero laberinto de personajes; aunque no los conté, podría decir, sin temor a equivocarme, que pueden ser más de cien. Sin embargo, cada uno tiene bien definida tanto su carácter, como su historia personal. Los hay para todos los gustos, desde el criminal a sueldo, pasando por el traficante de drogas o por el traficante de mujeres raptadas en los países del Este, o por el sádico y psicópata, disfrazado de antiguo espía ruso, o el oscuro funcionario estatal que pone en juego la seguridad de un país con tal de sacar adelante sus intereses personales, hasta los grupos de extrema derecha con rasgos neonazis. Pero también están los personajes que creen en un Estado de Derecho y luchan por su preservación. Para terminar con esta reseña de Millennium, quisiera hacerle un homenaje a Stieg Larsson, al reconocerlo como un escritor feminista. Incluso el 21 de septiembre de 2009 se le otorgó, a título póstumo, el V premio al trabajo más destacado contra la violencia de género, otorgado por el Consejo General del Poder Judicial de España. “Inmaculada Montalbán, presidenta del Observatorio contra la violencia de género del Consejo, ha destacado la aportación del escritor, famoso por su trilogía Millennium: “a la visibilización y denuncia de la violencia contra las mujeres, que se sigue perpetuando en las sociedades actuales, también en las más avanzadas; y por poner de manifiesto que no sólo es deseable sino posible la construcción de una sociedad libre de violencia de género por todos sus integrantes, mujeres y hombres” (ElPaís.com-08/09/2009). El premio fue recibido por la compañera sentimental de Larsson, Eva Gabrielsson, con quien compartió los últimos 32 años de su vida; es decir desde que tenía 18 años hasta el día de su muerte, el 9 de noviembre de 2004. Y como gran paradoja, no puedo pasarlo por alto, los ideales de Stieg Larsson, con respecto a una sociedad que proteja y respete los derechos de la mujer, están siendo vilmente pisoteados por su propia familia. Tanto su hermano como su padre, herederos de los derechos de autor de la trilogía, se han enfrascado en una batalla jurídica para dejar por fuera a su mujer Eva Gabrielsson. El problema radica en que Stieg Larsson y ella nunca se casaron, y al no tener hijos, las leyes suecas le niegan el derecho a la sucesión. En el 2009, y en solo cinco años que llevaba la trilogía en las librerías, se habían vendido un total de 13 millones de euros. Y en dicho año los Larsson le ofrecieron a Eva Gabrielsson la suma de 2 millones, para que abandonara su deseo de convertirse en una de las legítimas herederas del autor de la saga en cuestión. Y en un gesto, que refleja toda su dignidad como mujer a la que se le están violando sus más mínimos derechos, rechazó la oferta que se le hizo. Un magro ofrecimiento para la suma recaudada hasta el día de hoy, pero sobre todo para la suma que se recogerá en los años que vienen. Es de anotar que la lucha en los estrados judiciales aún no termina. Nota: Quisiera hacer alusión a la película Millennium 2, dirigida por Niels Arden Oplev y Daniel Alfredson, con guión de Jonas Frikberg y fotografía de Peter Mokrosinski. Con Noomi Rapace, en el rol de Lisbeth Salander y Mikael Nyqvist, en el de Mikael Blomkvist. El largo metraje fue seleccionado para participar en el Festival de Cine Europeo que se llevó a cabo en Essen y Boshum, en la región alemana de Ruhr, el 11 y 12 de diciembre de 2009. No obstante, a mi modo de ver, Millennium, en su versión cinematográfica, no tiene la misma fuerza que la trilogía escrita por Stieg Larsson.