domingo, 4 de noviembre de 2007

Dos Mujeres (cuento)


Primera voz:


Estoy esperando mi turno, el médico debe de llamarme de un momento a otro. He venido sola. Llamé y pedí la cita, hablé directamente con él. No tuve necesidad de decirle para que llamaba, él lo sabía, simplemente me dijo cuanto costaría la intervención. El número de teléfono me lo dio una amiga, la única persona que conoce lo que voy a hacer. Las mujeres tenemos redes ocultas. La información circula de boca en boca, casi en un susurro. Echo un vistazo a mi alrededor, es una gran sala, limpia, agradable, bien decorada. El consultorio se encuentra en una casa ubicada en una zona residencial, donde varios médicos tienen sus consultorios. Aparentemente todo está en regla, menos el procedimiento que se me hará en unos cuantos minutos. Pensé mucho si debía hacerlo o no. La religión y la sociedad tienen un peso enorme en este país. Las mujeres y la sexualidad se miran a veces con cierto desprecio. Hace poco el presidente, que se cree el papá de todos nosotros, dijo en la televisión que “el gustico había que dejarlo para después del matrimonio”. ¡Vaya forma de hablar! Yo me pregunto dónde está su inteligencia y sin embargo fue reelegido. Por supuesto que yo no voté por él. Tampoco lo hice la primera vez. Sin embargo no es el único en pensar de esta manera. Muchos hombres lo hacen, pero son los primeros en querer acostarse con una mujer, sin tomar ninguna precaución, y después la dejan sola. Pero ese no es mi caso. Estoy casada, soy madre de dos adolescentes y me había hecho ligar las trompas hace más de diez años. Como quien dice, ejerzo una sexualidad legal desde el punto de vista social. Los sacerdotes aceptan las relaciones sexuales dentro del matrimonio sólo con fines reproductivos; debe de ser por eso que hay tanto cura detrás de los niños.

Segunda voz:


Nunca he sentido tanto pánico. Me siento sola, desamparada. Tengo solo veinte años y ya estoy en embarazo. Mi novio ni siquiera me quiso acompañar, a duras penas me dio parte del dinero para el aborto, lo demás lo tuve que pedir prestado. Nadie sabe donde estoy. Encontré este consultorio mirando los avisos clasificados del periódico. Llamé a varios y me decidí por el más económico. El consultorio -si es que puede llamársele así a esta casa oscura, ubicada en el sur de la ciudad, en un barrio de estrato tres y donde la limpieza brilla por su ausencia- más que darme tranquilidad contribuye a esta sensación de ahogo que me impide respirar. En mi familia ni siquiera sospechan que estoy en embarazo, de ser así mi papá me habría dado una paliza enorme y lo más seguro es que me habrían echado de la casa. ¿Y adónde ir? No tengo trabajo fijo, ni siquiera pude terminar el bachillerato. En cuanto a mi novio, me dijo que él no respondía; lo que quiere decir que no me hubiera ayudado. Ayer incluso lo vi muy amacizadito con una vecina. Ya me encontró reemplazo.
Primera voz:
Decía que lo pensé mucho. Amo a mis hijos y amo el rol de madre, pero no me siento capaz de recomenzar nuevamente con un bebé en brazos. Tengo que trabajar. El salario de mi marido y el mío a duras penas alcanza para llegar a fin de mes. Ya perdí la memoria de la última vez que salimos de vacaciones. La casa donde vivimos aún le pertenece al banco y faltan varios años para acabar de pagar la hipoteca. Mis hijos están en la universidad y eso cuesta un ojo de la cara. Hace mucho tiempo dejé de tener empleada, por una parte no podría seguir pagando sus servicios y por otra nos hemos arreglado para cumplir cada uno con las labores del hogar, hacemos un trabajo equitativo. Pero eso no quiere decir que mis hijos tengan que asumir la crianza de un nuevo miembro de la familia. Eso está descartado por completo, ni siquiera me planteé la posibilidad. Un hijo es responsabilidad de los padres, de nadie más. Ellos tienen sus propias vidas, los hemos educado para que sean autónomos, mi marido y yo respetamos su independencia y ellos la nuestra.
Segunda voz:
En mi casa no hay privacidad, somos cinco hijos, tres hombres y dos mujeres. La casa tiene dos habitaciones y el abuelo vive con nosotros. Así que hasta el espacio de lo que podría ser la sala, está ocupado. ¿Dónde podría criar a mi hijo? ¿En que cama lo acostaría, si ya la comparto con mi hermana? ¿Cómo darle de comer a un bebé, si yo misma tengo hambre permanentemente? Y si trabajase, ¿Quién me lo cuidaría?
Primera voz:
Tampoco le he dicho nada a mi marido. Entre los dos decidimos tener dos hijos y luego estuvimos de acuerdo en una ligadura de trompas. Ese día él me acompañó. Es un hombre solidario, me ama y me respeta; pero esto no estaba dentro de nuestros planes. Podría alegar que tengo problemas de salud, pero no es verdad, estoy muy bien. Considero que la mujer es dueña de su cuerpo, por lo tanto es la única que debe decidir si de verdad quiere tener sexo o no. Pienso también que el sexo debe de ser asumido de una forma responsable. Ese es mi caso, así que no veo porque no podría tomar una decisión yo sola con respecto a algo que me atañe a mí antes que a nadie. La legislación siempre ha estado en contra de la mujer, hasta ahora le había impedido el acceso a un aborto profiláctico, con todas las de la ley. Incluso si el niño por nacer era producto de una violación, y muchas de ellas son incestuosas, o si se comprobaba que tenía una malformación que hiciera inviable su vida o incluso si la vida de la madre corría peligro. Por fortuna la legislación cambió hace pocos meses. En cuanto a la interrupción de un embarazo en el que ninguna de estas características hacen parte de él, y es la mayoría de los casos -madres adolescentes, jefes de hogar agobiadas por la pobreza y con varios hijos, o mujeres como yo que libremente decidimos cuantos hijos tener y en que momento- aún se considera un delito que da de uno a tres años de prisión. Cuando las cárceles están llenas de paras y guerrilleros que han matado a cientos de personas, para luego salir libres en menos de lo que canta un gallo, en el caso de los primeros. Lo segundos se quedan un poco más, aunque nunca es suficiente. ¿Cómo pagar la vida de un ser humano? Peor aún, ¿Cómo pagar la vida de cientos de seres humanos? ¿Y los qué lo han perdido todo? Y lo que es peor, los jefes paras nunca van a parar a prisión. Eso por no hablar de los violadores de niños, la mayoría de ellos, al declararse culpables, terminan por no ir ni siquiera a la cárcel.
Segunda voz:
Al acostarme con mi novio sabía muy bien lo que podía pasar. Pero habla tan bonito... me dijo que me quería, que no iba a pasar nada, que era solo un momentico, que no había nada que temer y que además íbamos a casarnos. Y por supuesto le creí, la muy idiota. Y eso que este barrio está lleno de muchachitas como yo, con niños en brazos y los papás en brazos de otras.
Primera voz:
Las que pagamos somos las mujeres. Nos condenan por querer decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos. Porque esto también les atañe a ellos. Los hijos deben venir al mundo como consecuencia de un acto de amor, de responsabilidad, de esperanza y porque no, de capacidad económica. No se puede traer hijos al mundo a diestra y siniestra. Eso no es humano. Ni para ellos ni para nadie.
Segunda voz:
La muchacha que estaba adentro acaba de salir, es mi turno, hay otras cinco que esperan su turno. Me hacen una seña y entro. La puerta se cierra detrás de mí y me siento más sola que nunca.
Primera voz:
La respuesta de la jerarquía eclesiástica a la aprobación de la interrupción del embarazo, ha sido poco menos que aterradora. Su respuesta tajante fue que los legisladores que habían aprobado la ley estaban excomulgados y han amenazado con dicha práctica a las mujeres que aborten y a los médicos que hagan el procedimiento. Recientemente leí que en Colombia se practican alrededor de 400000 abortos anuales, cifra dada antes de la aprobación del aborto bajo las circunstancias anteriormente señaladas. Van a excomulgarnos a todas y a todos, ¿Y los abortos de los años anteriores? Al paso que van se quedarán sin fieles. Cualquiera diría que vivimos en tiempos de la inquisición. A lo mejor me mandan a la hoguera si llego a escribir lo que estoy pensando. En este país la tolerancia es cero y la violencia de género es pan de cada día.
Segunda voz:
Me sacaron del consultorio casi en andas. Veo en el rostro del médico, aunque no ví ningún diploma que lo acredite como tal, una ráfaga de terror. He comenzado a sangrar. Me dicen que debo irme rápido, que ellos no responden. Camino media cuadra, la cabeza me da vueltas, no veo nada, ya no siento nada.


Primera voz:
Recuerdo que en los años 70 y comienzos del 80 las adolescentes italianas viajaban a Inglaterra los fines de semana para poder abortar. El Estado italiano finalmente lo aprobó hace más de 20 años. En Francia, el aborto fue legalizado en 1975 y nadie hasta ahora ha sido excomulgado. La Iglesia sabe muy bien que el Estado francés es laico. Es gracias a la laicidad, que la presión de algunos grupos de musulmanes en el 2003 no tuvo eco en la campaña que se hizo para que la escuela pública aceptara que las estudiantes musulmanas llevaran puesto el shador o la pañoleta en las aulas de clase. De haberlo aceptado hubieran terminado por asistir con la burka puesta. La religión es muy importante, pero el derecho de cada cual a decidir sobre su propio cuerpo es una verdad incontestable, que va mucho más allá del credo de cada cual.

El médico me ha llamado. Me levanto segura de mi decisión. Sé que va a dolerme, soy consciente de ello y lo asumo libremente, es mi derecho.

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