jueves, 29 de enero de 2015

EL AGENTE NARANJA

A la hora del alba/ en el último segundo naranja/ allí, donde el sol copula con la luna,/ el aire se fracturó/ el naranja del horizonte/ dio paso a multitudes de tonos amarillos,/ rojos, azules, morados/ mi cuerpo,/ transportado por una fuerza titánica,/ se elevó en el aire,/ voló dejando tras de sí/ los retazos de mi pierna izquierda/ el polvo se apoderó de mis pulmones/ mis ojos se extraviaron en una nube de detritos/ sentí como la tea, otrora mi cuerpo,/ viajaba a la velocidad de la luz/ y caía en el fondo de un abismo,/ en el averno de la inconsciencia humana/ ....... Estaba a mil vidas del mundo que era el mío/ ¿Cómo regresar?/ ¿Acaso existía el regreso?/ ¿Qué caminos se toman en el aire,/ cuándo siempre se ha vivido con los pies en la tierra,/ en el lodo, en las arenas movedizas?/

domingo, 25 de enero de 2015

EL PADRE Y EL COLONIALISMO EN EL AFRICANO DE LE CLÉZIO

Esta semana estará en el Hay Festival, como invitado de honor, el francés Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008; pero más que francés habría que denominarlo ciudadano del mundo. Incluso yo diría que habría que llamarlo hijo de todos los pueblos; ya que con su labor de etnólogo, su defensa permanente de las culturas no occidentales, su profundo conocimiento de las cosmogonías diferentes a la judeocristiana, su sapiencia y gran respeto por la otredad, le confieren un aura que lleva a pensar en él y a leer su obra con respeto y admiración. No obstante, es un tema específico el que ha suscitado esta breve reseña, la figura del Padre./ La figura del Padre en Le Clézio:/ El Africano (2003) es una obra corta, escrita para tratar de comprender a un padre poco amado y más temido que respetado. En este libro Le Clézio nos relata como su vida cambia radicalmente cuando en los años de la postguerra debe abandonar Niza y el apartamento burgués de sus abuelos, para ir, junto con su progenitora y hermano, al encuentro de su padre, médico de profesión, y quien reside en África desde hace varios años./ En ese inmenso continente que es África Le Clézio conoce la penuria y el rigor ; pero también la sensación de libertad que emana de las vastas praderas y de los paisajes que se pierden en el horizonte. Es así como se acerca al mundo de la desmesura, a los violentos aguaceros, a los ríos infinitos, a los animales salvajes o a los mosquitos que impiden dormir. También conoce su propio cuerpo y aprende a identificarse con esa naturaleza inhóspita que acoge y rechaza al mismo tiempo a quien se interna en sus secretos. Aprende a amar y a respetar las culturas y creencias diferentes a la suya./ En ese nuevo y antiguo mundo nace el Le Clézio defensor de la otredad, el etnólogo que sabe poner en su justo lugar la forma de pensar que no corresponde a la racionalidad occidental. Es, precisamente, esta característica lo que lo lleva años más tarde a indagar sobre la figura paterna. En El Africano el autor emprende el difícil camino de entender, o al menos tratar de entender, al hombre que le ha dado la vida, pero con el que no se siente identificado./ / En esa búsqueda, en realidad un viaje interior, un viaje a las raíces mismas de su propio ser, de su propia identidad, se encuentra cara a cara con la soledad, con las inclemencias del tiempo y con la precariedad económica -entre otros aspectos- que han hecho de su padre una persona irascible, violenta y fría. Es así como entiende que su progenitor terminó por fundirse con el paisaje agreste; y que al hacerlo se transformó en una persona huraña y hostil./ El Africano, es, ante todo, una forma de reconciliación con la imagen paterna. Le Clézio, en este caso el hijo, trata de entender a un hombre al que llama padre pero que en realidad es un perfecto desconocido. Es una forma hermosa de reconciliación, tanto con la figura paterna como consigo mismo. El padre es un antihéroe, o héroe a la inversa, y el hijo hurga en el pasado para tratar de comprenderlo./ Es, entonces, cuando descubre la inmensa soledad y desarraigo de ese hombre al que llama padre; como si siempre hubiera sido un eterno exiliado, un exiliado en sí mismo, un apátrida, alguien que vive en un cuerpo ajeno y no sólo en un país extraño. Y tratar de vivir en el cuerpo de otro debe de ser la peor de las pesadillas. El descubrimiento de una soledad sin límites le permite conocer también el dolor y la angustia que caracterizó su existencia./ Al llegar a este punto entendemos que el libro El Africano, es una obra de hondo contenido metafísico. Y es que a su padre hay que entenderlo como un hombre roto, destruido por el sistema, por la soledad y por las adversidades que le tocó enfrentar. Es un relato sobre la incomunicación humana, sobre el abandono y el rechazo más absoluto y visceral que pueda concebirse hacia y desde un ser humano. En últimas, es un canto a la vida y a las relaciones filiales tan complejas y disimiles, ya que si bien nos muestra el retrato de un padre que es la antítesis de la ternura y que nunca demostró a sus hijos que los amaba, Le Clézio si nos cuenta el amor de sus padres antes de su llegada al mundo y nos deja entrever que él es el resultado de un gran amor y compenetración de pareja./ El colonialismo:/ Sin embargo, este libro va más allá de la figura paterna propiamente dicha ; ya que hurga en otra figura paterna odiada y cruel: el colonialismo inglés y francés que dejó heridas que nunca han cicatrizado y que ahora están haciendo metastásis. Me refiero, por supuesto, a la guerra que se lleva a cabo en Mali y en la cual Francia tiene un papel predominante; sin olvidar a la República del África Central. Pero también, a su terrible y doloroso legado en sus antiguas colonias; pienso en Argelia por ejemplo. El Africano es una denuncia del orgullo y de la prepotencia occidental y del avasallamiento que dicho sistema causó en África. Es una denuncia de las grandes desigualdades económicas y sociales que engendró./ El libro posee un hermoso lenguaje, poético y sensible; es una evocación de la niñez perdida y de un mundo que nunca más volverá. Es una búsqueda de los orígenes y de la razón de ser y, porque no, del reencuentro consigo mismo. Es un libro subjetivo, y aunque autobiográfico, no deja de ser una hermosa nouvelle, pero también una especie de diario íntimo, puesto que Le Clézio publica en él algunas fotos tomadas por su padre con una vieja Leica. Al final de la obra el lector tiene la sensación que la reconciliación del hijo con su padre es un hecho, y que por primera vez el hijo siente que aunque su padre ya no esté vivo, su amor por él es auténtico y definitivo./ El Africano es una enorme lección de vida y de comprensión humana y su lectura me hizo pensar todo el tiempo en El olvido que seremos (2006) de Héctor Abad Faciolince y en “La Reina del Silencio” de Marie Nimier. Experiencia que se repitió cuando leí Personne (Nadie-Premio Femina 2009) de Gwenaëlle Aubry.