miércoles, 15 de noviembre de 2017

UN CAFÉ EN BUENOS AIRES, ENTREVISTADOR PABLO HERNÁN DI MARCO A BERTA LUCÍA ESTRADA

Un café en Buenos Aires con Berta Lucía Estrada
by Libros y Letras - 5 HRS HACE - 6 MINUTE READ
Berta Lucía Estrada
Por: Pablo Di Marco / Argentina / Especial para Libros y Letras.
“Gracias a la escritura y a la lectura soy un ser humano libre, independiente, autónomo”: Berta Lucía Estrada
Ernesto Sabato solía decir que el buen escritor debiera ser revolucionario en tiempos conservadores y conservador en tiempos de revoluciones. En suma, el buen escritor debiera cuestionar e incomodar, nadar a contracorriente de los tiempos imperantes. Tal vez no sea casual que Berta Lucía Estrada admire al escritor argentino. La obra de nuestra entrevistada de hoy — una obra inquieta e insumisa, luminosa y oscura en partes iguales—, está impregnada de esa rebeldía que Sabato tanto reclamaba. Pueden sentarse a nuestra mesa, el café está servido.
—La obra de un escritor suele girar en torno a una o dos obsesiones. ¿Cuáles son las suyas?
La fragilidad humana —léase miseria humana— y la condición femenina.
—Por estos días se ha creado una polémica en torno a la decisión del Ministerio de Cultura de Colombia de no incluir a escritoras en un evento literario a realizarse en noviembre en París. ¿Qué opinión tiene al respecto?
Este lamentable suceso demuestra una vez más hasta qué punto Colombia es un país machista y misógino desde las entrañas mismas del poder. La verdad no me extrañó, he vivido en carne propia la exclusión en el ámbito profesional y literario, y eso incluye la discriminación del Estado colombiano. Incluso me manifesté en mi blog “El hilo de Ariadna”, del diario El Espectador, con una denuncia que hice con respecto a las “listas” que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia “maneja” para tener en cuenta a los escritores que invita a certámenes internacionales. Esta es mi denuncia al respecto:
http://blogs.elespectador.com/cultura/el-hilo-de-ariadna/la-discriminacion-las-escritoras- parte-del-estado- colombiano
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También muestra que si bien las mujeres aparentemente leemos más que los hombres —lo digo porque hay diferentes sondeos que confirmarían esa premisa—-, y que nos educamos más que nuestros homólogos masculinos —las universidades colombianas tienen más estudiantes mujeres que hombres—, seguimos relegadas a cargos de menor importancia y a salarios más bajos. Incluso hasta hace dos o tres años cuando una mujer era seleccionada para un puesto de trabajo debía hacerse una prueba de embarazo, y si daba positivo perdía la posibilidad de ser empleada. Y hay que tener en cuenta otro aspecto que raramente se menciona, el mundo editorial, que en definitiva es el encargado de formar lectores, no apoya ni edita a las mujeres en la medida en que lo hace con los hombres. Una prueba de lo que digo es que para el director de Visor “no hay mujeres poetas”; imagino que nunca ha leído la maravillosa entrevista que le hiciera Matthieu Galey a Marguerite Yourcenar y que puede leerse en Con los ojos abiertos (1981): “Un hombre que lee, o que piensa, o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo; en sus mejores momentos escapa incluso a lo humano”.
—Su actividad literaria excede el ámbito de la poesía, ya que también suele incursionar en la crítica literaria. ¿Qué cree usted que le ha sucedido a la crítica que ha dejado de lado toda exigencia y objetividad para reducirse a un gueto de pseudoescritores que no hacen más que felicitarse entre ellos?
Gracias por formular esa pregunta. Antes que “poeta”, lo digo entre comillas porque siento un inmenso respeto por la poesía, o cuentista, me considero ante todo crítica literaria, esa es la única certeza que tengo en el oficio que ejerzo; independientemente que a la gente le guste o no mi trabajo. Ahora bien, hago crítica literaria por una sola razón, por egoísmo. Me explico: Cuando leo una obra siento la necesidad de interactuar con ella, de establecer un diálogo, de cuestionarla, de formularle millones de preguntas, la relaciono con otros libros, con autores disímiles; en otras palabras, trato de entender, de desvelar sus arcanos, de buscar en sus profundidades; y por supuesto no siempre me sucede esa “epifanía”. Ahora bien, paso a responder la pregunta: Yo fui formada como crítica literaria, quería estudiar literatura y escribir; sin embargo, el pensum de la carrera en los años setenta del siglo pasado y su vocación estaban enfocados en la crítica literaria, al menos en la universidad donde hice mis estudios; algo que agradezco porque gracias a ese pensum yo soy la que soy hoy en día. Lo que pienso es que no por ser escritor se es crítico literario, algo que la mayoría de la gente no entiende.
—Y no solo no lo entienden los lectores, tampoco parecieran entenderlo muchos autores. Es sorprendente la frecuencia, liviandad y poco espíritu crítico con la que tantos escritores reseñan a sus amigos escritores.
Es posible que muchos escritores paguen “favores” con elogios mutuos o bien traten de ponerle zancadillas a los que no están dentro de su círculo de afectos literarios o personales; creo que en todas partes existen ese tipo de “celos” o de “autoelogios” que yo no comparto. Yo diría que el 98% de mis ensayos o reseñas como crítica literaria son sobre autores que no saben ni siquiera que yo existo, y la verdad es que me interesa seguir así. De hecho hay algunas personas que se han ofendido porque he rechazado escribir sobre alguno de sus libros o porque me he negado a un breve comentario sobre uno de sus poemas. Y esta postura nace de mi deseo de ser libre, de no encadenarme, de no deber “favores”. Además soy el ser más huraño que alguien pueda encontrar en su senda, y algo que sorprende a mucha gente, soy muy tímida.

"Antes que “poeta”, lo digo entre comillas porque siento un inmenso respeto por la poesía, o cuentista, me considero ante todo crítica literaria, esa es la única certeza que tengo en el oficio que ejerzo. "

—Usted ha tenido la valentía y honestidad intelectual de escribir reseñas negativas de novelas ganadoras de premios de peso.
Gracias, aunque nunca lo había visto como un acto de valentía.
—Lo es. Se lo aseguro.

Eso sí, la honestidad intelectual ha sido una premisa en mi vida, y no renuncio a ella por nada del mundo, así se me cierren puertas. Hay obras que me aburren, o que considero muy malas, sobre todo las que se llevan premios de editoriales, como el Goncourt que me parece que se equivoca bastante; es el caso de Canción dulce de Leïla Slimani, incluso escribí una nota sobre dicho libro:

http://blogs.elespectador.com/cultura/el-hilo-de-ariadna/chanson-douce-leila-slimani- premio-goncourt- 2016#

O el Premio Alfaguara 2015 que premió el libro de Carla Guelfenbein, Contigo en la distancia. http://www.panoramacultural.com.co/index.php?option=com_content&view=article&id=4154&catid=23&I
temid=135

Lamentablemente las editoriales se rigen por las políticas de mercado, no están muy interesadas en formar espíritus críticos y analíticos; así que la literatura light está de moda, se vende y se reemplaza muy fácilmente. Los autores, como los cantantes juveniles, a veces son simplemente flores de un día.

—¿Qué ha ganado y que ha perdido desde sus comienzos en la escritura a hoy?
¿Perder? Nada, absolutamente nada. ¿Cómo podría decir que la escritura me ha hecho perder algo? Por el contrario, gracias a la escritura y a la lectura soy un ser humano libre, independiente, autónomo. Gracias a ella trato todos los días de sacudirme de viejos prejuicios, ideas erróneas, de estigmas sociales, religiosos y culturales. Hace algún tiempo escribí lo siguiente al respecto: La literatura me ha hecho libre y espero seguir siéndolo, soy contestaria, rebelde por antonomasia, no comulgo con ningún partido político, ni creo en ninguno de sus representantes, participo poco en las elecciones, ni pertenezco a ninguna religión, no soy seguidora de equipos de
fútbol, ni de artistas, ni de personajes de la farándula, no soy racista, ni homofóbica, ni estoy en contra del aborto. Estoy en contra de toda clase de fanatismo, llámese religioso o ideológico, creo en el libre albedrío del hombre; y también soy consciente que los estados totalitarios nos ponen una mordaza enorme, que nos encadenan a su forma de pensar y que nos obligan a tener que convivir con sus excesos.
—Vamos con la última y clásica pregunta de Un café en Buenos Aires, Berta Lucía: le regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Cuénteme quién sería, a qué bar lo llevaría y qué pregunta le haría.
¡Ah! Esperaba esta pregunta con muchas ansías...
—Adelante, entonces.
Respondo sin titubeos, a Alejandra Vidal y a Bruno. ¿Cómo?, se preguntarán muchos lectores de Libros y Letras. Sencillamente yo no estaría aquí hablando de todo esto si no hubiese sido porque Sobre héroes y tumbas se me atravesó en el camino, hasta el punto que mi tesis de grado fue sobre esa obra y El túnel. Sabato me cambió la vida para siempre, él nunca lo supo, pero yo soy en cierta forma su hija, y me siento muy orgullosa de esa afiliación.
—¿Y qué le diría a Alejandra?
Más que decirle algo le pediría que me condujera de la mano por los corredores de su casa. La imagino húmeda, con olor a casa encerrada, en las tinieblas permanentes, poblada de soledad, de una soledad atávica y sempiterna.
—¿Y a Bruno?
¡Ah! Le pediría que me cuente una vez más su teoría de la literatura universal. Recuerdo que en un parque él le dice a Martín que no entiende por qué los europeos esperan de los argentinos una literatura sobre temas gauchos, cuando hablar de una pareja besándose en un parque es un asunto universal. Eso le diría entre otras cosas.
—No me ha respondido a qué bar los llevaría. No me lo diga ahora. Dejemos esa respuesta como una excusa para un próximo café en Buenos Aires.

* Pablo Hernán Di Marco.
Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadas, Tríptico deldesamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros &
Letras. Leer más AQUÍ Sígalo en Facebook: pablohernan.dimarco

martes, 14 de noviembre de 2017

Una aclaración con respecto a una desafortunada columna de Catalina Ruiz Navarro:

No voy a referirme a su “análisis” de la obra de Gabriel García Márquez, ya Juan David Torres Duarte lo hizo en un lúcido artículo así que voy a tratar de dilucidar un dato que la columnista en cuestión da sobre Pablo Neruda y la violación que él mismo contó en Confieso que he vivido, un libro que recomiendo. Paso a hablar sobre este aspecto: Sé que desde hace unos dos años se ha venido contando en FB la historia de la violación de P Neruda; historia que él mismo narró en Confieso que he vivido. No obstante, la gente la repite sin haber leído el libro. Catalina Ruiz Navarro sostiene que la mujer a la que Neruda violó era su mucama, o sea, que arreglaba su cuarto; ese es un dato que no corresponde a la narración de Neruda; ¡cuánta falta nos hace leer antes de repetir datos que hemos leído en las redes! La historia es esta: En 1929 Neruda había sido nombrado cónsul en Colombo (Ceylán), vivía solo y se daba cuenta que la letrina amanecía cada día limpia sin que nunca viera a la persona que hacía el aseo; así que un buen día decidió espiar su llegada; al alba vio llegar a una mujer de una inconmensurable belleza, era una “intocable”, al día siguiente la violó. Dos o tres días después, no recuerdo muy bien ese dato, despertó asustado, a su lado estaba la mujer con un cuchillo apuntándole directamente al pecho. Neruda entendió muy bien el mensaje, muchos años después narró esta lamentable historia. También hay otro dato con respecto a Pablo Neruda; y es la historia de Maya, la hija hidrocefálica a la que abandonó siendo un bebé; un dato que conozco desde los años 70 y ahora la gente ha comenzado a hablar sobre ese turbio asunto porque recientemente una periodista holandesa la sacó nuevamente a la luz. Y ahora que hablo de hijos abandonados habría que recordar que Rousseau -que daba lecciones de educación- abandonó a sus siete hijos en un hospicio, imagino que para evitar que lo distrajeran de su actividad como escritor; entonces ¿habría que dejar de leer su Emilio o de la educación? ¿Tampoco podríamos leer a François Villon ? Recuerden que era un asaltante de caminos e incluso fue un asesino. ¿Ni a los poetas Simbolistas, más conocidos como Malditos? ¿Habría que prohibir a Philippe Roth? ¿Tampoco podríamos apreciar la obra de Frida Kahlo? Lo digo porque sus costumbres, desde el punto de vista religioso, son bastante ¿disolutas? ¿Y Bajo el Volcán de Malcolm Lowry? ¿Y la literatura negra? Lo digo porque de pronto incita al asesinato; igual habría que proscribir El Sur, ese magnífico cuento de Borges puesto que de pronto la gente sale a buscar peleas en los bares de mala muerte y termina dándole una cuchillada a alguien; y ni qué decir de Crimen y Castigo de Dostoïevsky. Y para los que son muy religiosos habría que decirles que no lean ni a Madame Bovary ni a Ana Karenina; lo digo porque son libros que hablan de mujeres adúlteras. Con esa perspectiva moralista de Catalina Navarro Ruiz habría que descolgar los cuadros de Vassily Kandisnky, ya que por años vivió gracias al dinero que tenía su compañera, la gran fotógrafa y pintora surrealista Gabrielle Münter, a la que luego abandonó después de años de convivencia. Y podría seguir y este breve artículo daría para una enciclopedia, digamos ¿de la infamia? Lo que pasa es que se olvida que los escritores son seres humanos, y como todos los seres humanos están llenos de luces y sombras; y con esto no quiero justificar la actuación de Neruda. Por ejemplo, Virginia Woolf era antisemita, y eso que V. Woolf se casó con un judío. Y podría contar muchas otras facetas de escritores o artistas (hombres y mujeres) que han tenido aspectos turbios en sus vidas privadas. Por último quisiera agregar que el rol de la literatura no es dar lecciones de moral, eso es mejor dejárselo a las Paulinas, lo digo sobre todo por el “análisis” que hizo la columnista Ruiz sobre Cien años de soledad. La gran literatura es la que hurga en el inconsciente humano, es la que muestra esa linea frágil e invisible en la que los seres humanos caminamos cada día como eternos funámbulos, a veces caemos al vacío insondable, o seguimos nuestro rumbo dando golpes a uno y otro lado; a veces perdemos la razón, a veces nos suicidamos, o a veces logramos levantarnos y seguir adelante, esa es la vida, esa es la condición humana, léase miseria humana. A un autor hay que leerlo por su obra, su vida personal puede criticarse, no digo lo contrario, pero una cosa es la literatura y otra su vida, a veces se encuentran y se hacen imprescindibles la una a la otra, o a veces el creador logra hacer una obra en la que su vida quedé en su ámbito privado. Para terminar quiero dejar en claro que un escritor o un artista, como todas las personas, si transgrede la ley debe ser condenado si se prueba su culpabilidad. En el caso de Roman Polanski creo que además del crimen que cometió al violar a una adolescente es un verdadero cobarde, se ha pasado la vida huyendo de la justicia, puede ser un genio pero el crimen que cometió no se borra nunca, lo mismo aplicaría para Woody Allen y tantos otros depredadores sexuales que van por ahí destruyendo la vida de las personas sobre las que ejercen poder.