jueves, 13 de octubre de 2022

LAS MALAS, DE CAMILA SOSA VILLADA

                                            LAS MALAS, DE CAMILA SOSA VILLA

Berta Lucía Estrada Estrada

Crítica Literaria

Hace dos años, en el 2020, conocí a la escritora trans Camila Sosa Villada cuando obtuvo el premio Sor Juana Inés de la Cruz con su novela Las Malas; después vi una entrevista que le hicieron y luego no volví a pensar en ella hasta hace apenas cuatro días cuando compré su libro traducido al francés por Laura Alcoba, una muy buena escritora argentina que vive en Francia desde los nueve años y que publicó un libro excelente titulado La casa de los conejos y sobre el cual hablo en mi libro ¡Cuidado! Escritoras a la vista… (BLE Ediciones, 2009) y que pueden leer en versión integral y gratuita en el siguiente vínculo:
Y es precisamente porque ya conocía a Laura Alcoba que decidí leer el libro de Camila Sosa Villada en francés puesto que su bilingüismo y su oficio de escritora son una garantía de un buen trabajo; y debo decir que no me defraudó. Disfruté cada párrafo como si lo leyese en castellano. Cabe decir que Les Vilaines (Éditions Métailié- Colection Points) obtuvo el Gran Premio de la Heroína Madame Figaro en la categoría de novela extranjera en el 2021; y Laura Adler, periodista de France Inter, escritora y gran lectora, dijo sin ambages: “¡Bravo por este libro magistral, poético, humanista, filosófico y a la vez una gran novela de amor!”.
Las Malas es un movimiento telúrico de gran magnitud cuyo epicentro, a pocos milímetros del suelo, es la violencia desatada en toda su dimensión. Las Malas es un libro difícil de clasificar en un solo género; sin embargo, me atrevo a decir que es una autobiografía novelada, y al mismo tiempo es un libro que desnuda a la sociedad católica y heterosexual y que pone en evidencia la terrible violencia que ejerce en contra de las minorías sexuales como son los travestis (Camila, el personaje central de la obra, se define a sí misma no como trans sino como trasvesti; incluso en una entrevista rescata esta palabra y la pronuncia con orgullo). Y si hablo de violencia es porque esa es la columna vertebral de este libro sorprendente en todos los aspectos, exquisito en el manejo del lenguaje, profundamente poético y a la vez descarnado, brutal sin llegar jamás a ser obsceno; y si bien sus escenas de sexo también son muy fuertes tampoco puede decirse que se trate de una obra pornográfica; al menos no para mí. También es una novela que navega en la ficción e incluso en el surrealismo; me refiero a la transformación de María la sordomuda (así la llaman; es decir, no hay coma entre su nombre “María” y entre el artículo y el sustantivo que lo acompañan) en pájaro. Pienso también en Natali cuando cada mes se transforma en una loba que le aúlla a la luna llena.
La violencia se ejerce de múltiples formas; a saber: física y verbal, económica y social. Las Malas son un grupo de mujeres trasvestis que se prostituyen en un parque donde están sometidas a todos los vejámenes posibles; tanto desde los clientes que les pegan o las asesinan a golpes o a cuchilladas como por la violencia de la policía que también las golpea las roba y las viola. No en vano Camila, el personaje de la novela, dice: “A partir de ese día (cuando tres policías la violaron cuando tenía solo 16 años) mi cuerpo tuvo otro valor. Dejó de ser importante. Se convirtió en una catedral del vacío”. En el parque se teje la amistad y también se consumen alcohol y drogas en grados rabelesianos. Y por supuesto, está la mirada de los vecinos que transitan en el día y que las miran como si fuesen monstruos que hay que pisotear y destruir. Camila también sabe que ser travesti puede ser una fiesta, una fiesta eterna, siempre y cuando se acepten los códigos impuestos por la sociedad. Y esos códigos son la exclusión y la violencia ya mencionada.
Y también hay otra violencia soterrada y que carcome los huesos, los muele y los vuelve polvo; me refiero a la soledad. A la falta de amor. Si bien entre ellas mismas se sostienen y se ayudan, también saben que esa amistad es muy frágil y que en cualquier momento puede desaparecer bajo los puños cerrados que rompen la boca y vuelan los dientes.
También hay otra violencia, y es la que ellas mismas infligen a sus propios cuerpos. En una sociedad que ha convertido el cuerpo de las mujeres en objetos de placer, ellas, las trasvestis, en su deseo de mimetizarse con un cuerpo femenino, y al no tener la capacidad económica para una cirugía estética, al menos para la gran mayoría de ellas, acuden a “recetas mágicas” como es inyectarse aceite para aviones para redondear el cuerpo en el que viven atrapadas como si se tratase de una cárcel. Y es claro que un tratamiento como ese deja secuelas enormes y muy dolorosas en los cuerpos que ellas anhelan y sueñan.
Y volvamos al lenguaje. Camila Sosa Villada dice, palabras menos palabras más, que ella heredó la fuerza del lenguaje de su madre, que su padre lo derrochó, y que ella, Camila, lo trituró, lo transformó, lo enterró y lo redescubrió.
Pocos libros cómo Las Malas tienen esta fuerza, esta furia que recorre cada frase, cada párrafo, cada página. Camila Sosa Villada dice que la “furia” es necesaria para poder sobrevivir a tanto escarnio, a tanta rabia, a tanto oprobio, a tanta marginación, a tanta exclusión, a tanta pobreza, a tanta hambre, a tanta miseria, como la que enfrentan los trasvestis. Son excluidos y violentados en sus propias familias, en el barrio en el que crecen, en el colegio, en la iglesia (bien sea por curas o por los mal llamados pastores que vitorean desde el púlpito que ellos, los trasvestis, son una mancha en la sociedad y que por lo tanto son “pecadores”). Y por supuesto, está el Estado y la ausencia de legislación que abogue por sus derechos. Se les niega una buena educación y por ende el acceso a un buen empleo; se les margina de la sociedad (acceso a una vivienda digna, entre otros derechos) y de los centros donde la ciudad se mueve en pleno día. Para los trasvestis lo que queda es la oscuridad, los árboles donde pueden esconderse de la policía o donde pueden ganarse unos cuantos pesos que les permita vivir el día a día. Y cuando un grupo social debe vivir en la penumbra, escondiéndose, es porque se le están violando sus derechos; y cuando eso sucede es porque el Estado y la sociedad ejercen su enorme poder para aniquilarlo y destruirlo.
Camila Sosa Villada es una voz que se alza y que grita para que la ignominia salga del barro, para visivilizarla y así poder denunciarla.
Las Malas es un libro que hiere como un puñal, que corta como un bisturí y que nos pone enfrente de nuestras propias vísceras. Un libro necesario. Un libro hermoso, y doloroso, muy doloroso.

martes, 11 de octubre de 2022

LA VERGÜENZA, EL EVENTO Y LA OCUPACIÓN, TRES LIBROS DE ANNIE ERNAUX

 LA VERGÜENZA, EL EVENTO Y LA OCUPACIÓN, TRES LIBROS DE ANNIE ERNAUX

Berta Lucía Estrada Estrada
Crítica Literaria
Hace dos días apenas (9 de octubre) publiqué un ensayo sobre Los años de Annie Ernaux (Gallimard 2008), Premio Nobel de Literatura 2022, y a quien yo no había leído nunca. El premio fue designado el pasado jueves y al día siguiente fui a la librería donde compré cuatro de sus libros; a excepción de Los años son obras muy cortas por lo que ya los leí todos, a saber:
La honte (1997)
L’événement (2000)
L’occupation (2002)
Todos los libros de Annie Ernaux son publicados por Gallimard, posiblemente la editorial más importante en Francia. Además ha ganado premios como el Formentor de las Letras 2019 (España)
Y varias de sus obras han sido adaptadas tanto al cine como al teatro. Su nombre y su trayectoria literaria son conocidos en Francia y ha sido traducida a varios idiomas; no se trata de una desconocida como sucede a veces con los premios nobel de literatura.
Para resumir en pocas frases el trabajo de Annie Ernaux podría decirse que es una militante de izquierda, feminista hasta la médula, laica y respetuosa de los DDHH; y ante todo habría que decir que su trabajo como escritora es la narración de su propia vida. Los veinte libros que ha escrito son su propia autobiografía. Y de los cuatro que me leí en estos pocos días puedo decir que el mejor de todos es Los años, pueden leer mi ensayo en el siguiente vínculo:
La honte (La vergüenza): (142 páginas) Comienza con una frase que hiere como un puñal y que es el compendio de todo el libro: “Mi padre quiso matar a mi madre un domingo de junio”. Una frase que inmediatamente nos pone enfrente de otra, como si fuese un juego de espejos: “Hoy ha muerto mamá”, de El extranjero de Albert Camus. Una frase que a su vez la encontramos escrita de otra forma en esa gran obra que es Meursault, contre-enquête de Kamel Daoud; pueden leer la reseña en el siguiente vínculo:
Volvamos a La honte. El título y la frase, que dan inicio a la obra autoficcional, son el compendio y el pathos de todo el libro. La honte (la vergüenza) es una bitácora, un resumen, de lo que vamos a leer en sus 142 páginas. Mientras que la frase que abre el libro es el pathos con la que su autora, Annie Ernaux, nos atrapa desde el principio. La obra está contada por una niña de 12 años que asiste inerme a una pelea monumental entre sus padres hasta que ve cómo su progenitor amenaza a su madre con una pequeña hoz; y si ve esta escena es porque su misma madre ha gritado: ¡Hija!. Cuando llega al lugar de los hechos su padre baja el brazo y su madre nace de nuevo; en este momento la hija se convierte en la madre y la madre en la hija. En otras palabras su madre teje de nuevo otro cordón umbilical. Dos meses después de este terrible suceso que la acompañará toda su vida entra a un colegio privado y de instrucción católica; un colegio donde va a encontrar las diferencias de clase y donde debe decodificar unos códigos desconocidos para ella en cuanto al comportamiento social se refiere. Poco a poco se hace consciente de las diferencias socioeconómicas y el peso que tienen en las relaciones sociales. Y aunque es una alumna ejemplar no encaja dentro de las otras compañeras de clase; además sabe que la paz en su casa puede esfumarse en cualquier momento; por lo que el miedo a encontrar a su madre muerta al regreso del colegio no la abandona nunca. No habla de ello a nadie y sus padres “olvidan” el incidente como si nada hubiese pasado. No obstante, el miedo y la vergüenza se instalan en su sistema límbico y va a pasar mucho tiempo hasta que logre cortar ese otro cordón umbilical con que la ataron nuevamente a sus doce años. Habrá que esperar a sus 23 años cuando L’événement (el evento como ella lo llama) haga que ella misma corte ese cordón que la mortifica y la encadena a sus padres.
L’événement: (El evento, 130 páginas) Esta obra se centra en el aborto clandestino que Annie Ernaux tuvo en enero de 1963 cuando contaba con 23 años y era una estudiante universitaria. El aborto en Francia fue legislado y dejó de ser ilegal bajo el gobierno de Giscard D’Estaing gracias a la Ministra de la Salud Simone Veil tras una dura batalla de las mujeres que pedían a gritos que se dejara de considerar a las mujeres que abortaban como asesinas; también se aprobó el uso de la píldora anticonceptiva. Poco antes en Le Monde se había publicado un manifiesto formado por 343 mujeres, entre ellas Simone de Beauvoir y Catherine Deneuve, que confesaban haber abortado. Ese manifiesto se conoció como Le manifeste des 343 salopes. Para saber más sobre El manifiesto de las 343 sinvergüenzas pueden leer el siguiente artículo:
Y en el aborto, que relata Annie Ernaux, ella se enfrenta, una vez más, a la diferencia de clases; ya que las mujeres de la burguesía podían eventualmente ir al consultorio de un médico que practicase el aborto clandestino y por ende hacerlo bajo condiciones seguras, higiénicas y de buena salubridad. Annie Ernaux, al no tener ni dinero ni una red social que la acompañase, finalmente termina en un apartamento de una auxiliar de enfermería que ejerce como “faiseuse d’anges”, (hacedora de ángeles. Este es el nombre con el que se denominaba a las mujeres que practicaban el aborto con agujas de tejer o con sondas). Este procedimiento, que hoy en día es seguro cuando se hace en el consultorio de un ginecólogo, hace sesenta años en Francia podía significar la muerte por septicemia o por una fuerte hemorragia.
La obra se llama “el evento” porque es de esa forma que Annie Ernaux llama a ese estado catastrófico de un embarazo no deseado ni buscado; y que de llevarlo a término significaba la vergüenza de su familia, el ostracismo social y el fin de sus estudios y de sus sueños como mujer y como profesional.
Y es precisamente cuando se somete al infierno de ese aborto clandestino que ella encuentra el coraje para cortar ese cordón umbilical que su madre le había atado once años antes y al que acabo de hacer mención en el libro La honte. Al cortar el cordón umbilical del feto que lleva en sus entrañas, y al que no desea ni ama, ella corta el otro cordón invisible que le impedía en cierta forma ser libre y autónoma.
Y por último está L’occupation (La ocupación, 76 páginas). Este libro es sobre todo un divertimento. Uno podría pensar que el título, La ocupación, hace referencia a la ocupación alemana en Francia durante La 2ª Guerra Mundial; cuando en realidad hace referencia a la mujer con la que vive su antiguo amante. Annie Ernaux nos cuenta desde el principio del libro que después de una relación de seis años con un hombre con el que ella se acostaba, y que aparentemente no amaba, decide romper con él. Y aunque se separan siguen viéndose regularmente. Pocos meses después él le anuncia que se va a vivir con una mujer divorciada, como lo es Annie Ernaux, y que por lo tanto no puede llamarlo ni por las noches ni los fines de semana. Esa confesión hace que ella comience a obsesionarse con la mujer que comparte el lecho con el que fuera su amante. Así que piensa en diversas formas de dejarla en ridículo, incluso piensa que podría deshacerse de ella definitivamente; así que piensa en hacer una muñeca y clavarle agujas como un acto de brujería en el que ella no cree pero que eventualmente puede servirle. Y por supuesto que no hace nada para atentar contra su rival, pero su imagen se transforma en un personaje que pasa a habitar en su propio cuerpo, por eso titula el libro La ocupación.
En otras palabras siente que ella ha ocupado su cuerpo y que se ha convertido en una “okupa”; como se denomina en España a las personas que se instalan ilegalmente en un predio o en una casa o apartamento. En algún momento sabe que esa mujer es una profesora universitaria, como la misma Annie Ernaux, y que su tesis de grado fue sobre Los acadios, luego cree que fue sobre un papa del Medioevo; en fin, si traigo a colación este episodio es porque la protagonista piensa como burlarse de ese tema y dejarla en ridículo ante el que fuera su amante. La ocupación es un libro con mucho humor; al menos yo me reí mucho.
Y para terminar quiero decir nuevamente que Les années (Los años) es una gran obra que está muy por encima de las otras tres que acabo de reseñar.

domingo, 9 de octubre de 2022

LOS AÑOS, DE ANNIE ERNAUX

                                                    LES ANNÉES, DE ANNIE ERNAUX

Berta Lucia Estrada  Estrada

Crítica Literaria 

Si bien conocía el nombre de Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022, desde hace muchos años debo confesar que nunca la había leído. El viernes pasado, al día siguiente de haber ganado la presea más importante en el campo de la Literatura, compré cuatro de sus libros; a saber: Les années, L’événement, L’occupation y La honte. Hasta ahora solo he leído Les années (Éditions Gallimard-collection Folio 2008), libro que quiero reseñar antes de leer los otros.
A los pocos minutos de haber comenzado a leer esta obra inusual entré en una especie de estupefacción ya que me dije a mí misma: “habla de todo y de nada”; lo que no me impidió seguir leyendo. Y a medida que lo hacía penetraba en su mundo de reflexión e iba sucumbiendo al prodigio de su pluma. Poco a poco me di cuenta que de una u otra forma yo ya había leído algo parecido aunque en forma de novela; me refiero a Élise ou la vrai vie de Claire Etcherelli; y cuál no sería mi sorpresa cuando en la página 106 encuentro una alusión a dicho libro. Y por supuesto, nombra varias veces a Virginia Woolf y su libro Una habitación propia, símbolo de la emancipación femenina; así Virginia Woolf nunca se hubiese considerado una feminista en el sentido intrínsico de la palabra.
Les années (Gallimard 2008- 255 páginas) es un libro feminista en todo el sentido de la palabra y un homenaje a Mayo del 68 y al diario Libération. No en vano Annie Ernaux dice lo siguiente: “1968 era el primer año del mundo”. Y me explico, Les années no es una novela; es, más bien, un ensayo bastante sui géneris de sociología y de historia propiamente dichas; y escrito en un lenguaje desprovisto de todo academicismo. En otras palabras es un recorrido por la historia de la literatura, de la música, de la sociedad consumista, de la educación, de la política, de los cambios económicos que ha sufrido Francia en los últimos 80 años, es una reflexión sobre la condición femenina, sobre los movimientos sociales y estudiantiles -especialmente sobre Mayo del 68-, sobre la planificación familiar, el aborto, la píldora, la libertad sexual y su posterior represión -en cierta forma generada por la aparición del Sida-. Es una obra que muestra los cambios societales con respecto al matrimonio; en este caso preciso se narra como hace sesenta años se esperaba que una mujer llegase virgen al matrimonio, y si quedaba en embarazo debía -al menos en la mayoría de los casos- casarse y enfrentar una vida matrimonial cuando apenas comenzaba sus estudios universitarios. O sea, debía renunciar a la educación y a la posibilidad de tener una mejor situación económica que la de sus padres. Algo que lamentablemente sigue sucediendo en Colombia donde los sectores conservadores y religiosos siguen oponiéndose a una educación sexual en la escuela primaria y en la secundaria.
Volvamos a la universidad; porque de esto también se trata Les années. Annie Ernaux nos demuestra como estudiar una carrera universitaria en los años 60 y 70 era una garantía sine qua non de éxito familiar, social, profesional y por ende económico. Un hecho que en los últimos 20 o 30 años se ha venido abajo con la precarización de la vida estudiantil en Francia; con salarios que no siempre están a la altura de sus expectativas y de los años de estudio realizados. Incluso ella cuenta como poco tiempo después de estar trabajando como profesora en la Educación Pública (Magisterio) le llegó un documento que le garantizaba su puesto hasta el año 1990; léase hasta el momento de su jubilación. Y eso no solamente pasaba en el mundo de la educación, sino en el mundo ferroviario o de la comunicación o de la banca. La seguridad del empleo y de una vida tranquila, desde el punto de vista financiero, estaba asegurada. Por supuesto, eso cambiaría dramáticamente con los años.
Les années está concebido como cuando una persona comienza a mirar el mundo a través de un diafragma para poner luz en las zonas obscuras de una habitación; es decir pone luces primero en el espacio privado -la casa, la familia- y luego pone la lupa (zoom) en el espacio público. En otras palabras Annie Ernaux utiliza la literatura como si fuese una fotógrafa que está “retratando” cada aspecto de la vida íntima y colectiva. Esto supone otra lectura; me refiero a que este libro, como parece ser toda su obra, es una especie de diario íntimo en el que Annie Ernaux va a analizar el mundo y la época en la que le ha tocado vivir. Incluso en la misma novela ella cuenta que muchos de los aspectos analizados ya estaban registrados en el diario que ha escrito a lo largo de su vida. Y esta palabra “registrar” no es anodina; la uso explícitamente ya que Annie Ernaux al mismo tiempo que “retrata” la vida también la graba como si fuese la grabadora que comenzamos a utilizar en los años setenta del siglo pasado. Es más, hay un elemento hermoso y es la referencia que hace del transistor; un pequeño radio qué si bien fue inventado en 1947 por William Shockley, Walter Houser Brattain y John Bardeen, solo fue “masificado” a partir de 1954. Este gran invento, que los adolescentes de hoy en día posiblemente desconocen, les dio la posibilidad a los adolescentes de los años 50 la gran posibilidad de hacer de la intimidad de su alcoba una sala de conciertos. La música se popularizaba en olas convertidas en tsunamis hasta ese momento inimaginadas. A este suceso se sumó la llegada de la TV a la mayoría de los hogares populares franceses (no hay que olvidar que la primera trasmisión ocurrió en 1927 y que las primeras emisiones públicas se hicieron en Inglaterra y Francia en 1937); pero aun habría que esperar a que las condiciones económicas pudiesen masificarla. Y en esto jugó un papel preponderante la publicidad. Y por supuesto, están la llegada del automóvil y del teléfono. Cabe recordar que el teléfono en un principio estaba controlado desde una cabina de comunicaciones donde una operadora se encargaba de conectar al emisor de la llamada y a su interlocutor; incluso ella podía escuchar la conversación si así lo deseaba; y como caso anecdótico podía participar en la conversación. Esto la hacía dueña de todos los “secretos” de su comunidad. Esta parte “anecdótica” de la operaria no la menciona Ernaux, pero yo lo hago para recordar hasta qué punto las comunicaciones han cambiado en este último siglo.
En el aspecto político cabe recordar la llegada de François Mitterand a la política; esto es:
Reducción de la jornada laboral a 39 horas (luego sería a 35), el aborto reconocido por la seguridad social -y por ende gratuito y de libre acceso-, la supresión de la pena de muerte; entre otras medidas que sacudieron a la sociedad francesa y que la sacaban definitivamente de la forma de pensar y actuar decimonónica. Una nueva Francia nacía, más igualitaria, más justa y más respetuosa. En los últimos años hubo otro cambio importante, el matrimonio igualitario y la adopción de parejas homosexuales. No obstante, y a mi modo de ver, Francia sigue siendo en muchos aspectos un país conservador; y cuando digo esto pienso básicamente que la eutanasia y el suicidio asistido siguen siendo prohibidos; así cómo la gestación subrogada (o vientre de alquiler). Francia tiene, además, una alta tasa de feminicidios; cada 72 horas es asesinada una mujer por su compañero, marido o ex; y todavía no hay una legislación sobre el feminicidio como existe en Colombia.
Otro de los aspectos a señalar es la guerra de Argelia y el olvido estatal con respecto a los primeros inmigrantes que llegaron a Francia, algunos de ellos antiguos combatientes a favor del hexágono (Francia). Los años 50 y 60 fueron de industrialización, se construyeron las grandes autopistas, y muchos franceses, miles, tal vez millones, no querían hacer los trabajos que consideraban sucios o “pénibles”; y lo que es una verdadera paradoja, tal y como nos lo recuerda Annie Ernaux, los profesores de bachillerato creían que ese era “un buen argumento contra el racismo” (página 137). La llegada de los inmigrantes (léase argelinos) que habían dejado su país luego de la guerra, y que Francia, en vez de acogerlos e integrarlos, los puso en ghettos con los que se acentúo el racismo. Surgieron las ciudades satélites alrededor de París y con ellas la inequidad en todos los aspectos; comenzando por el acceso a una educación de alta calidad. Esto hace que movimientos como “Touche pas à mon pote” (No te metas con mi parce), que tuvo un gran auge en los 80, cuando yo me encontraba estudiando en La Sorbona, pusiera bajo la lupa el racismo ancorado en lo más profundo de la sociedad francesa. De ahí a surgir un político nefasto como Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine Le Pen, no hubo sino un paso. El miedo al otro, al inmigrante, al que hablaba con acento extranjero, al que tenía la piel de un color distinto, fuese considerado como “peligroso”. O sea, la Shoah (Holocausto) había quedado en cierta forma olvidada, rezagada en el fondo del inconsciente colectivo. La desmemoria, el olvido, es una serpiente que se muerde la cola.
El sistema de salud mejoró considerablemente y con él la expectativa de vida. El Mal de Alzheimer comenzó a parecerse a una especie de pandemia. En Francia, a la hora actual, hay alrededor de 900.000 (datos de 2019) pacientes que sufren la enfermedad del olvido.
Y volviendo a los movimientos sociales hay que hablar del Feminismo y de su lucha por los derechos de las mujeres. El movimiento por el aborto se desencadenó con el Manifiesto de las 343 sinvergüenzas (Les 343 salopes) publicado en Le Nouvel Observateur, una revista semanal de izquierda, en la que mujeres de la talla de Simone de Beauvoir y Catherine Deneuve lo firmaban. La abogada Gisèle Halimi había liderado el movimiento. Posteriormente Simone Veil iría sola ante el senado para abogar por los derechos de las mujeres a decidir cuándo ser madres o no serlo en absoluto. Esto le valió insultos de todos los colores. Sobre esto hablo en mi artículo: https://panoramacultural.com.co/.../el-aborto-y-el...
Y por supuesto, están los cambios en las viviendas y su búsqueda de un mejor confort y sobre todo de la búsqueda de una mejor higiene. Annie Ernaux viene de una clase social obrera, sus padres eran dueños de un pequeño café de un barrio popular; así que ella misma conoció los sanitarios en los corredores de los edificios que eran compartidos por varios inquilinos -léase varias familias-; y al conocer esta forma de vida normal para millones de franceses de la posguerra ella nos relata como luego, en los años 60, los hijos de esos obreros podían comprarse una casa con un jardín en la afueras mismas de París. Una casa con todo le confort; lo que significa con una ducha y un sanitario únicamente para la familia.
Y también nos habla de Camus, de Sartre y de Coluche. Coluche es menos conocido en Colombia y sin embargo es un ídolo en Francia. Fue un comediante genial que denunciaba, entre otras cosas, el racismo ancorado en el pueblo francés. Fue el creador de Restau du Coeur (Restaurantes del corazón) que le sobrevivieron a su muerte temprana en un accidente de moto. Hoy en día es una de las ONG más importantes de Francia que le dan de comer a miles de ciudadanos que no llegan a final de mes, entre muchos otros beneficios que les prodigan.
Y con estos cambios, me refiero a la píldora anticonceptiva, al aborto y al sexo antes del matrimonio, vendría otro cambio en la familia: el derecho al divorcio. Cabe decir que Francia es un país laico desde 1905, cuando la Iglesia y el Estado se separaron, por lo que el matrimonio legal es únicamente el civil. Las parejas que se casan por el rito católico lo hacen para perpetuar una tradición; pero para que sea válido ante el Estado deben casarse primero ante el alcalde de su ciudad, que es el ente jurídico válido para dicha alianza. Y la laicidad debe entenderse también en el ámbito de la educación pública; en otras palabras, los estudiantes no son adoctrinados como se hace en Colombia; solo reciben instrucción religiosa si es un centro educativo privado y donde se dice claramente que creencias religiosas se imparten en sus clases.
En 1989 el Muro de Berlín cae y con él el mundo comunista; y al llegar a los años 90 el zoom se agranda y pasamos de Francia a Europa, a Irak, a Libia. La globalización deja atrás la vida de provincia y la mirada sobre el ombligo de cada país. Y en esa década el ayatolá Jomeiní lanzó una fatua a Salman Rusdhie por Los versos satánicos; una orden que fue cumplida hace menos de dos meses. Afortunadamente Rusdhie sobrevivió al atentado aunque con un ojo completamente perdido y además le esperan meses de recuperación antes de poder valerse por sí mismo. Él mismo ha dicho “nunca me darán el nobel de Literatura por miedo a los islamistas”. Pareciera ser que cada treinta o cincuenta años cambiamos el color de los círculos del tiro al blanco a los que lanzamos dardos envenenados. El odio muta aunque nunca se distrae de su objetivo principal. Eso lo sabe muy bien Annie Ernaux.