jueves, 1 de noviembre de 2018

MARYSE CONDÉ: MOI, TITUBA SORCIÈRE...


LIBRO: MOI, TITUBA SORCIÈRE... (Mercure de France, 1986, 278 páginas)
AUTORA: Maryse Condé ( Guadalupe 1937 - Premio Nobel de Literatura Alternativo 2018).
Ayer terminé de leer el libro Moi, Tituba sorcière..., y la verdad es que me pareció un libro malo, incluso bastante ingenuo; y aunque está bien escrito, algo que los franceses aprenden, o al menos aprendían, muy bien en su sistema escolar, carece del lenguaje poético que engrandece a muchos escritores francófonos. 
La historia, como indica su título, hace referencia a la esclava Tituba que fue el detonante de la cacería de brujas de Salem (EEUU 1692). 
La verdad no tengo deseos de leer nada más de Condé; eso si, no me atrevo a decir que no vale la pena leerla, puesto que soy consciente que la literatura es muy subjetiva y que lo que puede ser malo para mí puede no serlo para las otras personas y viceversa; y eso no demerita para nada mi forma de pensar o de analizar una obra literaria. 

lunes, 24 de septiembre de 2018

EL PLACER ESTÉTICO E INTELECTUAL DE LEER A PASCAL QUIGNARD


EL PLACER ESTÉTICO E INTELECTUAL DE LEER A PASCAL QUIGNARD:


Conocí el nombre de Pascal Quignard gracias a una de las tantas entrevistas que le han hecho a Pablo Montoya; la verdad es que antes nadie me había hablado de dicho autor; y eso que vivo en Francia.
Inicialmente leí Tous les matins du monde y Les ombres errantes; dos libros que me gustaron mucho; sobre todo el primero de ellos. Y ahora acabo de leer Les Larmes (Las lágrimas).


Les Larmes (Gallimard, 2016), 202 páginas, es un libro de una enorme y profunda belleza, muy difícil de clasificar en algún género; me explico, es un libro de historia sin ser historia, es un libro de sociología sin ser sociología, es una novela sin ser una novela, es poesía sin ser un poemario en el sentido estricto de la palabra.
Podría decirse que es una novela poética o poesía novelada, más bien prosa poética; eso si, muy alejada del facilismo al que muchos poetas actuales acuden cuando deciden publicar lo que ellos llaman "prosa poética".
Les Larmes, es un libro que me sorprendió desde todo punto de vista: estético, intelectual, emotivo; y más aún, aprendí enormemente sobre los siglos VIII y IX, sobre Carlos Magno y sus descendientes, aprendí sobre las costumbres del Palatinado; entre otros asuntos que me interesan desde hace muchos años.
Lectura muy recomendada.

sábado, 22 de septiembre de 2018

JUDAS, DE AMOS OZ

CUANDO LEER ES UN OBSEQUIO PRECIOSO:

Título: JUDAS
Autor: AMOS OZ (Éditions Gallimard 2016), 382 páginas
La caja negra fue el primer libro que leí de Amos Oz y dos días después compraba Historia de amor y oscuridad; uno de los libros más hermosos, profundos y eruditos que he leído en mi vida. Luego vendrían varios más que no suscitaron en mí ningún interés, así que decidí no volver a leerlo. De eso hace casi 10 años, hasta ahora que compré Judas. Las primeras 170 o 180 páginas no lograban atraparme, y después... Oh!!!!!!!!!!!!!!! Revelación........ 
Lo leí con una especie de devoción, no religiosa sino intelectual, una sensación que siento muy rara vez; sobre todo bastante escasa a medida que envejezco. 
Judas se desarrolla en una especie de huit clos, o sea, un espacio cerrado; como el título de una de las novelas de Jean-Paul Sartre. La acción del libro que nos ocupa, Judas, se desarrolla en una vieja casa de Jerusalém a finales de la década de los 50 del siglo XX. Es una casa que me hizo pensar en otras dos que llevo en lo más profundo de mi sistema límbico, La casa tomada, de Julio Cortazar, y la casa de Alejandra Vidal Olmos, la protagonista de Héroes y Tumbas, de Ernesto Sabato.
En ella viven un anciano cascarrabias, bastante solitario, erudito y muy religioso, su nuera, en realidad la dueña de la casa, y un joven estudiante que llega a vivir en la mansarda con la tarea de acompañar al anciano todos los días de 5 a 11 p.m. El joven estudiante, Shamuel, abandonó sus estudios universitarios y aun así sigue interesado en el tema central de su tesis de maestría, la figura de Judas. 
Una vez allí, en el vientre húmedo de la vieja casona, Shamuel descubrirá otro personaje, que aunque muerto, habita en los muros que encierran ese universo lleno de secretos, rencores, odios y dolores; y al igual que Judas es considerado por los dos habitantes de la casa, y por todo el pueblo judío, como un traidor. Y por supuesto, está el recuerdo del marido de Atalia, muerto en la guerra de 1948.
Shamuel vivirá tres meses recluido en sus muros, en la más absoluta soledad y tristeza; no obstante, su estadía es una especie de renacer y de reencuentro consigo mismo. La casa lo engulle y al mismo tiempo lo lanza a una nueva vida.
Judas, es un libro que leí con gran emoción; confrontándome además a una nueva teoría sobre la figura legendaria de Judas.
Un libro altamente recomendado.

viernes, 29 de junio de 2018

EL EFECTO MARIPOSA O EL ABISMO EN LULU, DE MIRCEA CARTARESCU




Antes de hablar sobre Lulu es bueno recordar que Rumania posee una larga tradición literaria así no sea muy reconocida en Colombia. Por otra parte, algunos de sus grandes escritores son identificados como si fuesen franceses; me refiero a Cioran, o al historiador de las religiones Mircea Eliade, o al padre del teatro del absurdo, Ionesco; y así hayan escrito sus obras en Francia y escrito en francés, su cultura, al menos el sustrato de la misma, es la cultura rumana, de eso no hay la menor duda; y así hay que entenderlo para poder aproximarse a su obra, para poder entender la complejidad que engendra su universalidad.

Después de haber hecho esta breve introducción pasemos a otro gran autor, Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956), varias veces nominado al Premio Nobel de Literatura; es de anotar que ninguno de sus colegas ha recibido este galardón, así que de ganarlo él sería el primer rumano que tendría ese honor. También es cierto que lo del honor es bastante dudoso, puesto que muchos de los premiados lo han sido simple y llanamente por sus posiciones políticas, y otros que lo merecían por la alta calidad estética de sus obras, pero considerados políticamente incorrectos, no lo recibieron nunca. Me refiero por supuesto a Borges, a Philip Roth o a Marguerite Yourcenar. Otra autora que considero que la Academia sueca está en deuda con ella es la rusa Ludmila Oulitzkaïa; así que a veces creo que es mejor ser ignorado por la Academia y saber que esos grandes autores pueden sentarse juntos a contemplar la eternidad, mientras que muchos otros solo son recordados por tener el Nobel, aunque su obra carezca de la calidad literaria necesaria para que sus nombres pasen a ser escritos en lajas de mármol. Así que si Mircea Cartarescu sigue siendo invisible en Estocolmo eso a lo mejor es un reconocimiento a su trabajo literario.

Ahora bien, pasemos a la obra que nos ocupa, Lulu (título original: Travesti), Editorial Impedimenta (2º edición marzo 2018, 156 páginas), una hermosa y cuidada edición que tuve el privilegio de comprar en el Parque del Retiro, donde se realiza cada año la Feria del Libro de Madrid.

Y para hablar de esta obra inquietante, sombría, cenagosa, debo antes recordar el Efecto Mariposa; un concepto de la Teoría del Caos que sostiene que un simple aleteo de una mariposa puede generar un huracán al otro lado del planeta. Y ese es precisamente el efecto que Lulu, la mariposa soñada y evocada por Víctor, el escritor que la rememora a todo lo largo del libro que nos ocupa, va a desencadenar en la vida de este hombre gris y atormentado para quien la vida nunca será igual después del breve y a la vez eterno aleteo de Lulu.

Víctor, un adolescente de diez y siete años, con baja autoestima, ya que considera que su rostro es feo y asimétrico, asiste a una excursión con su compañeros de aula para celebrar el fin de la secundaria; y la última noche, en una fiesta de disfraces, aparece Lulu, para no dejarlo nunca más, para poseerlo noche tras noche detrás de las tinieblas de su propia angustia. Los afeites, el perfume de Lulu, y sobre todo el aleteo de sus pestañas postizas, lo perseguirán durante los siguientes diez y siete años cuando finalmente se encierre en una vieja casona de los Cárpatos para exorcizar los dolores de la ausencia y traer a su olfato el olor de animal en celo de Lulu; el compañero de clase que con su parpadeo incesante y provocador lo lanzó al centro del ojo del huracán y del cual Víctor ya no supo -léase no quiso- abandonar nunca más.

Con esto puede intuirse que si bien el relato nos sumerge en una pesadilla, que el libro es onírico, surrealista, donde la realidad se mimetiza con el delirio, con los fantasmas y las voces que aturden los oídos de Víctor y del lector, que como un voyeur, sigue uno a uno sus pasos así sienta que cada uno de ellos lo amenaza a cada instante con lanzarlo al vacío; y que aunque es un relato ficcional también es un relato matemático. Como matemático es El Sur de Borges. No en vano Borges dice: “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”.

 Recuérdese al bibliotecario Juan Dahlmann que un día cualquiera busca un viejo ejemplar de Las Mil y una Noches y al llegar a su edificio sube rápidamente las escaleras sumidas en una semipenumbra que anuncia la noche, por lo que él no ve el postigo abierto en uno de sus tramos, ¿o eran las alas de un murciélago?[1]; el resto ya lo sabemos. Algunos días después despierta en un hospital[2], luego vendrá el viaje al sur y el encuentro con los cuchilleros de una estación de tren perdida en La Pampa y su salida a ese terreno infinito con un cuchillo que alguien le ha puesto en las manos, pero que él, bibliotecario de Buenos Aires, no sabe utilizar, y al frente, dándole la espalda al horizonte, un cuchillero avezado en su uso. Y por supuesto que este final puede ser real o puede ser una imagen dantesca, igual que la máscara de Lulu que aparece y desaparece en cada puerta, en cada recodo de la casa, al final de cada tramo de las escaleras, y eso durante diez y siete años, sin dar pie a un respiro, una máscara que podría ser como el puñal que le pusieron en la mano a Dahlmann.

¿Cómo salir indemne después del horror?
¿Cómo salir indemnes después de leer esta obra magna de Cartarescu?

Lo pregunto porque esta lectura es un descenso más allá de los círculos dantescos, puesto que cada uno de ellos forma parte de una espiral que  succiona al lector-voyeur hasta el siguiente círculo; sin tocar fondo jamás y sin poder ascender de nuevo.

Víctor crea infiernos que se suceden los unos a los otros y omite perversamente crear salidas, puertas de escape, ventanas donde mirar entornos menos sórdidos, más acogedores. Y es que Víctor es un exiliado en sí mismo. Entiende que aunque crease otros mundos más afables, su tortura -la tortura de Lulu- lo precedería siempre, hasta más allá de la eternidad.



Lulu es una obra alucinante y sin lugar a dudas es un homenaje a Aurelia, de Gérard de Nerval, y a La Metamorfosis, de Kafka; y aunque el autor no nombra en ningún momento Informe sobre ciegos, de Ernesto Sábato, estoy segura que Víctor sigue uno a uno los pasos de Fernando Vidal Olmos. Lulu es una obra laberíntica que invita a un viaje donde  Ariadna no ha sido convocada. Es un relato perturbador y el lector-voyeur se pasea por escenarios oníricos, grises, turbulentos, en los que camina por terrenos poblados de  arenas movedizas que amenazan con succionarlo; y cuando logra ver un poco más allá de lo que le permite el ojo de una cerradura, es para ponerlo al frente de sus propios demonios. Y es que Cartarescu lo que en realidad hace es crear un escenario de desafíos permanentes para desestabilizar a ese lector-voyeur que busca encontrar el meollo de la tragedia; así que le pone trampas, juega con él como el gato con el ratón, borra los límites de su propia imaginación y lo amenaza con lanzarlo al más profundo de los abismos; y lo que es aún más inquietante, sin que el lector-voyeur olvide que una vez que esa caída ha comenzado el regreso es imposible.

La grieta por la que atraviesa Víctor, grieta que arrastra a su vez al lector-voyeur que lo sigue y que respira su oxigeno envenenado, se cierra a medida que ellos avanzan por el laberinto de su propio desvarío. Y mientras avanzan, guiados por la pluma de Cartarescu, van recreando una galería de espejos donde se ven multiplicados hasta el infinito; así que ¿cómo reconocerse a sí mismos? ¿cómo identificar la imagen que no es repetida ni soñada sino la verdadera?; por lo que habría que preguntarse ¿existe una imagen verdadera? ¿acaso no son todas efímeras, imaginadas y tramposas? Tal vez por ello Víctor había llevado consigo el poema Soledad de Rilke para que fuera su compañía en esa excursión donde perdería el rumbo de su vida. Lo que nos lleva a pensar que el paraíso no existe, que la adolescencia es una puerta al infierno y que una vez cruzado su umbral ya no hay marcha atrás, solo espera el juego de espejos que van a arrebatarle la cordura, y a demostrarle, una y otra vez, que él solo es una pequeña e ínfima pieza de un gran puzzle donde la tragedia es el gran titiritero que controla cada movimiento y por lo tanto es el único personaje que conoce cada milímetro del espacio donde han sido lanzados; aunque a veces imaginen que han caído por su propia voluntad.

Antes de terminar habría que recordar que en la tragedia griega no existen ni el azar ni los hechos fortuitos, simple y llanamente el hombre obedece a designios previamente trazados; y en el caso específico de Víctor, y del lector-voyeur que lo sigue,  sus pasos han sido ya esculpidos por las tres Erinias, las Furias hijas de la noche; no en vano vigilan la entrada al inframundo; incluso a veces salen para perseguir a los que huyen de sí mismos.

Por último diría que Lulu es una obra de ficción enorme; pocas veces tengo el placer estético de sumergirme en una narración que me lleva al límite de mi propia imaginación y que amenaza con lanzarme al más profundo de los abismos. 

Lulu, de Mircea Cartarescu, es una lectura altamente recomendada.



[1] Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de Las Mil y Una Noches de Weil; ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente, ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le habría hecho esa herida”. El Sur, de Jorge Luis Borges.
[2] en una celda que tenía algo de pozo y, en los días y noches que siguieron a la operación pudo entender que apenas había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno”. Idem.

miércoles, 9 de mayo de 2018


Acabo de leer de un tirón, casi sin respirar, Amor en la nube (Editorial Universidad de Antioquia, 2018) la primera novela de Ana Cristina Vélez, a quien conocemos por sus libros sobre arte y ciencia, y sobre todo por su blog Catrecillo de elespectador.com.; y antes de continuar con esta reseña quiero decir lo gratamente sorprendida que me ha dejado su obra, algo que me sucede muy raras veces, sobre todo en los últimos años.

Conozco a la escritora Ana Cristina Vélez desde hace algunos años, y a pesar de no habernos visto nunca “tête à tête”, puedo afirmar que somos muy buenas amigas; mucho más que si nos hubiésemos conocido de toda la vida. Tenemos muchas afinidades en común y hemos ido cultivando nuestra amistad como un inmenso privilegio que la vida -no el cielo- nos ha otorgado. Me siento más cerca de ella que de otras personas con las que solo comparto lazos de “sangre”. Sin embargo, el afecto, la admiración y el respeto que siento por ella, no influyen para nada en mi criterio para apreciar o no su obra; algo que a veces algunos de mis detractores no entienden cuando escribo sobre autores que conozco personalmente o con los que comparto apellido más no lazos familiares; como es el caso de la gran poeta Lucía Estrada, y a quien desafortunadamente no conozco personalmente. En Colombia, el país camandulero y relativamente provincial, hacer elogios pasa necesariamente por los supuestos beneficios que van a obtenerse después; eso incluye cuando se critica o se apoya a un candidato político. Si se le apoya es porque ya nos han ofrecido algún cargo público; y si gana, y así vivamos en un país a diez mil Km de distancia, cogeremos el primer avión para ir a arrodillarnos ante el supuesto honor que representa tener un cargo público. Eso habla de la mezquindad del pensamiento burocrático y clientelista de los colombianos del común.

Habiendo hecho esta aclaración previa paso a hablar sobre Amor en la nube, la novela que me sorprendió por su gran sentido del humor y por la agudeza de su argumentación a todo lo largo de la narración donde la escritora Vélez, no Anita, ese diminutivo muy utilizado por los hombres cuando algunas de nosotras sobresale en algún ejercicio profesional que ellos consideran de su ámbito personal. No es sino mirar en lo político (entonces nos llaman Clarita, por Clara López, o Claudia, por Claudia López, cuando no es “la mujer brava que parece más bien un hombre”). En fin, esa constante descalificación que la sociedad patriarcal hace del trabajo profesional y disciplinado que hemos venido ejerciendo las mujeres en todos los ámbitos del conocimiento.  Incluso hay poetas que cuando escriben sobre alguna escritora que les ha impresionado, en vez de profundizar en la maestría del lenguaje o en su poética, o en el tema por ella desarrollado, o en la complejidad de la construcción narrativa, simple y llanamente dicen algo así: “ muy simpática”, muy buena persona”; y el peor de todos: “es bonita y simpática”; como si la belleza física o su simpatía fueran más importantes que la inteligencia y que el trabajo intelectual desarrollados y adquiridos en largos y constantes años de estudio y de mucha lectura.

Porque lectura y trabajo es lo que hay detrás de Amor en la nube de Ana Cristina Vélez. Su novela, aparte de un maravilloso divertimento, es una prueba fehaciente de su inmensa sapiencia, de su erudición; tanto desde el punto de vista literario y artístico, como desde el punto de vista científico. Además, conoce y maneja muy bien lo que yo denomino secretos del andamiaje (lo que comúnmente suele llamarse trabajo de carpintería), que hay detrás de la construcción de una obra literaria.

La obra, tal y como lo anotaba al principio, se lee de un tirón, no da respiro, cerrar el libro, sin haberlo terminado, es como si el aire desapareciera de nuestro entorno; queremos saber que sigue, cual va a ser el siguiente apunte de Teresa, su protagonista, geóloga y docente universitaria,  poseedora de una gran inteligencia y rebeldía, una contestaría en el sentido literal de la palabra; laica, librepensadora, atea hasta la médula, consciente que para la preservación del planeta debemos ser menos consumidores; crítica con las mujeres que se visten como si siempre fuesen a entrevistarse con el papa  -lo del papa es una expresión mía-; Teresa alude todo el tiempo a  esas mujeres que creen que salir a la calle sin maquillarse es un crimen y que por lo tanto son menos femeninas; a lo que yo le respondo que la mayoría de ellas abusa tanto de los afeites que son eternos árboles de navidad, ya que no se maquillan sino que se decoran.

Pero sobre todo Amor en la nube es un elogio a la libertad, es la búsqueda del amor y de la pasión, algo que no siempre va de la mano, y para ello Teresa no escatima en buscar todos los artilugios posibles, desde Internet, de ahí el título de la novela, hasta hacerle la corte a un colega de la universidad; solo que su “corte” es bastante discreta, tan discreta que el “objetivo” tarda meses en darse cuenta que ella existe.

Ana Cristina Vélez se refiere a su novela como “anticatólica”, yo le respondo que es ante todo una obra laica en el sentido literal de la palabra, por lo tanto es una obra “antirreligiosa” que hurga en los miedos, en las taras que la religión nos ha inculcado a través de los siglos. Vélez lo dice muy bien, palabras más palabras menos, nos recuerda que hace apenas 2018 años que el hombre puede salvarse; antes, al no saber que el dios de los cristianos existía, aparentemente estaba condenado al fuego eterno. Tampoco deja de recordarnos el peso descomunal de las “culpas”, de los “pecados” que la religión, en este caso judeo-cristiana, nos ha inoculado con la peor de las cicutas; sobre todo si se trata de preservar la sumisión y el virtuosismo que según la sociedad patriarcal y mojigata debería ser la bandera del comportamiento de una mujer; de no ser así, es “marimacha”, “pecadora”, “está condenada al infierno” y que si no se casa por la Iglesia es poco menos que una prostituta; y que hay que tener un hombre permanente en el hogar para zurcirle las medias y tenerle la sopa caliente cuando llegue del trabajo. Lo que me recuerda a una amiga que me decía “que es mejor tener un calzoncillo sucio tirado al lado de la cama que una docena limpios y bien doblados en el armario”; lo que quería decir que prefería un amante furtivo a un esposo de “polvos  fugaces”.

Y es que Amor en la nube es una obra feminista en el sentido literal de la palabra. Es una obra que resalta la importancia de la educación de la mujer, de su independencia económica, de su derecho al trabajo y a una vida digna, de su derecho de no depender de ningún hombre para vivir, viajar o simplemente para su solaz. Y si hablo de solaz, es porque la sociedad patriarcal condena a las mujeres solteras; como si ser célibe fuera una tara, como si no casarse con el “príncipe azul” fuese una tragedia griega. Se nos olvida que a veces es mejor la “autoayuda” que el “polvo obligado”.

Amor en la nube debería convertirse en una lectura OBLIGADA, y aquí si reivindico el concepto de imposición, en todos los colegios y universidades. Amor en la nube debería ser una iniciación en la vida afectiva, sexual y social de todos los colombianos. La lectura de María, de Jorge Isaacs, debería aplazarse para después; lo digo porque prefiero una sexualidad satisfecha que un beso en la mano cuando ya me encuentre definitivamente en los brazos de Tánatos sin haber dejado de ser doncella.
Por último Ana Cristina Vélez solo me resta decir ¡FELICITACIONES! Leer tu libro fue una experiencia intelectual, estética y personal de gran envergadura. Espero con ansias tu próxima novela, ojala tenga el gusto de escribirle un prólogo.