arte - Voces del silencio - cultura y literatura
En este blog podrán leerse artículos, poemas o cuentos sobre mujeres y hombres que han jugado un rol decisivo en la construcción de nuestro imaginario colectivo; bien sea a través de la literatura, del arte y por ende de la cultura.
lunes, 7 de octubre de 2024
GRIETAS DE LA LUZ , de Federico Diaz-Granados
lunes, 15 de julio de 2024
ADVIENTO EN LA MONTAÑA, de Gunnar Gunnarsson
ADVIENTO EN LA MONTAÑA (Le Berger de l'avent), de Gunnar Gunnarsson. Éditions Zulma, 2006, con un epílogo del escritor Jón Kalman Stefánsson.
miércoles, 10 de julio de 2024
LA MENSTRUACIÓN Y LOS TABÚES RELIGIOSOS
En otros artículos he escrito sobre el terrible flagelo del machismo y la misoginia, por lo que uno de mis lectores asiduos me preguntó cuáles serían las causas del miedo del hombre hacia la mujer. Por supuesto que las respuestas son múltiples, no hay verdades absolutas ni reveladas, así las religiones quieran hacernos creer lo contrario. No obstante, podría responderle que una de las causas de ese miedo atávico, pero por ser atávico no deja de ser cultural, es el proceso de la menstruación que los cuerpos de las mujeres, en edad de concebir, experimentan cada mes; proceso que muchos hombres, e incluso mujeres, les cuesta entender y aceptar como algo completamente natural.
LA SUPUESTA IMPUREZA DE LA MUJER:
Una de las armas que ha utilizado el hombre para mantener a la mujer en un estado absoluto de sumisión, ha sido el querer mancillarla cada mes cuando ella se encuentra pasando por el ciclo normal de la menstruación; esgrimiendo como argumento que durante el ciclo menstrual la mujer es impura.
“En una isla al oeste de la Nueva guinea, la Nueva Irlanda, el temor a la primera sangre de la niña era tal que se le segregaba durante cuatro o cinco años en minúsculas jaulas conservadas en la oscuridad, con absoluta prohibición de que posara los pies en el suelo: así vegetaba la desdichada criatura desde los nueve hasta los trece o catorce años. … En la tribu australiana de los Walkelburn la mujer considerada tabú no puede entrar en el campamento por el mismo sendero que los hombres. Una violación a esta ley se castiga con la muerte. … (En) California. Aquí los indios pensaban que una joven, en su primera menarquia, estaba poseída de un grado particular de poder sobrenatural; pero con frecuencia se le asociaba con un fuerte poder maligno inherente a su condición”. [1] (GUTIERRE TIBÓN. Los ritos mágicos y trágicos de la pubertad femenina. Editorial Diana. México. 1984.)
En el caso de las mujeres musulmanas el ciclo de la menstruación supone restricciones religiosas. Por ejemplo, les está prohibido rezar; pero al mismo tiempo deben leer “El Corán” sin tocar el libro. Es por ello que se aconseja dejarlo abierto y en un lugar que sea de fácil acceso, para que la mujer pueda leer algunos apartes, siempre mentalmente. Se le prohíbe, igualmente, la visita a la mezquita y sostener relaciones sexuales con su marido.
Sin embargo, la creencia de la impureza de la mujer, mientras se encuentra en su ciclo menstrual, no ha sido sólo característica de culturas y religiones diferentes a la sociedad occidental. Plinio el Viejo (23-79) escribía al respecto lo siguiente:
“El contacto con el flujo mensual de la mujer amarga el vino nuevo, hace que las cosechas se marchiten, mata los injertos, seca semillas en los jardines, causa que las frutas se caigan de los árboles, opaca la superficie de los espejos, embota el filo del acero y el destello del marfil, mata abejas, enmohece el hierro y el bronce, y causa un terrible mal olor en el ambiente. Los perros que prueban la sangre se vuelven locos, y su mordedura se vuelve venenosa como las de la rabia. El Mar Muerto, espeso por la sal, no puede separarse excepto por un hilo empapado en el venenoso fluido de la sangre menstrual. Un hilo de un vestido infectado es suficiente. El lino, cuando lo toca la mujer mientras lo hierve y lava en agua, se vuelve negro. Tan mágico es el poder de las mujeres durante sus períodos menstruales, que se dice que lluvias de granizo y remolinos son ahuyentados si el fluido menstrual es expuesto al golpe de un rayo.”
Estos mitos no desaparecerían con la llegada del cristianismo. Dionisio, Arzobispo de Alejandría (s III dc), líder de la Iglesia que derivaría en la Iglesia Copta y en la Iglesia Ortodoxa de Alejandría, fue el primero en prohibir la entrada a las iglesias a las mujeres que estaban menstruando. Posteriormente el Concilio de Cartago (397 dc) impuso la abstinencia sexual para los hombres de la Iglesia y diáconos. El Concilio De Orange (441 dc) prohibió la ordenación de mujeres bajo el temor que pudiesen acercarse al altar en los días de “impureza”. El Sínodo Diocesano les exigió cubrirse el rostro con un velo para poder recibir la comunión. Y como si esto fuera poco, el obispo Timoteo de Alejandría (+385), decidió que para que pudieran recibir la comunión, debían abstenerse de tener relaciones sexuales 24 horas antes de la liturgia. Prohibición que se hacía extensiva a las mujeres que estuviesen menstruando, al mismo tiempo que se les impedía el acceso al templo.
Las prohibiciones hechas a las mujeres por los Concilios, fueron ampliadas en el Decretum Gratiani (conocido en español como “Concordancia de las Discordancias de los Canónes”) en el año 1140, y se convirtió en ley oficial de la Iglesia en 1234, cuando se redactó el Código Canónico que tuvo vigencia hasta 1916. Las prohibiciones son diversas. A las mujeres se les prohíbe dar la comunión, enseñar en la iglesia, bautizar, tocar los objetos sagrados -incluyendo las vestimentas sagradas de los sacerdotes-, no pueden ser ordenadas como sacerdotes, no pueden recibir la comunión cuando están menstruando, pueden comulgar siempre y cuando reciban la ostia en una servilleta o en la lengua, deben llevar velo al recibir la comunión y no cantar en el templo. En el Código Canónico de 1917, se les prohibe leer las Sagradas Escrituras en el templo. No obstante, hay que tener en cuenta que dichas prohibiciones tienen raíces en la tradición hebrea. La religión judía consideraba que la mujer que estaba menstruando era impura y por lo tanto cualquier contacto sexual con su cónyuge le estaba vedado. Incluso la mujer que daba a luz debía purificarse; si era un varón, por espacio de 40 días y 80 si era una mujer.
En el caso de la tribu Desana (Amazonia colombiana y brasileña) hay una leyenda reveladora que indica como la menarquia es un castigo por una culpa cometida por el dios Sol y su hija, culpa que las mujeres Desana deben expiar por siempre. La leyenda se titula “El incesto del sol” y fue recopilada por Gerardo Reichel-Dolmatoff en un trabajo de campo con dicha comunidad indígena.
“La hija del Sol aún no había llegado a la pubertad cuando su padre se enamoró de ella. En el raudal de Wanabí el sol cometió incesto con ella y derramó su sangre; desde entonces las mujeres deben derramar su sangre cada mes en recuerdo del incesto del sol y para que no se olvide nunca esta gran maldad. Pero a la hija del sol le gustó y así ella vivía con su padre como si fuera su mujer. De tanto pensar en eso, se volvió flaca y fea, sin vida. Pero cuando la hija del Sol tuvo la segunda menstruación, ya le hizo daño y ya no quiso comer. Se recostó sobre una piedra, muriéndose, y todavía se ve eso en una gran roca en el raudal de Wainabí. Cuando el sol vio eso, decidió hacer “gamú bayári”, la invocación que se acostumbra cuando las muchachas llegan a la pubertad. El Sol fumó tabaco y la revivió. Así el Sol estableció las costumbres y las invocaciones que se hacen ahora cuando las jóvenes tienen la primera menstruación”. [1] Reichel-Dolmatoff, Gerardo. Desana. Simbolismo de los indios Tukano del Vaupés. Procultura. 1986
Este mito, relacionado con el ciclo menstrual, le permite al pueblo Desana cimentar una de los pilares de las relaciones sociales: la prohibición del incesto. Su transgresión se considera la falta más grave que pueda cometer un miembro de dicha comunidad. Este mito es contado cada vez que una adolescente llega a la menarquia, lo que le permite a la tribu recrear, míticamente hablando, la transgresión cometida por su dios; y al mismo tiempo se pone como ejemplo para que no sea repetida por ninguno de sus miembros.
Nota 1: Este artículo hace parte de mi libro ¡Cuidado! Escritoras a la vista…, Ble Ediciones, 2009. Publicado también la Biblioteca Digital de la Universidad nacional de Colombia:
http://www.bdigital.unal.edu.co/41949/
miércoles, 8 de mayo de 2024
POEMA A MARÍA ZAMBRANO
Poema inédito:
lunes, 19 de febrero de 2024
INVENTARIO ÍNTIMO DE LAS COSAS, DE IVONNE GORDON
INVENTARIO ÍNTIMO DE LAS COSAS, DE IVONNE GORDON
Berta Lucía Estrada Estrada
Crítica Literaria
Un poema nuevo es la sumatoria de los versos ya escritos. Escribir es un hilo infinito atado a la misma rueca. Al tirar de él nos adentramos cada vez más en el tejido que unas manos sabias y pacientes entrelazan en una trama. Un tejido es un texto. Eso lo sabía muy bien Penélope. El acto de tejer y destejer su vestido de novia le permitía contar los días que la separaban del regreso de Ulises. La espera y la paciencia se convirtieron en sus amigas. Eso también lo sabía Amaranta puesto que cada noche tejía una parte de su propia mortaja. Ella había decidido que moriría el día en que la terminara. Otra forma de contar su propia existencia y su paso por Macondo. Ulises regresó a Ítaca, una forma de regresar al útero de Penélope; mientras que Amaranta se dejó caer en el gran útero del vacío que nos espera a todos los exiliados en este mundo que llamamos “existencia”. Ellas dos son la metáfora del comienzo y el fin. Son la aurora y el crepúsculo. Son la primavera y el invierno. Son la luna llena y la luna nueva. Porque todo comienzo tiene un fin.
Y eso lo intuye muy bien Ivonne Gordon cuando evoca la figura de sus abuelas tejedoras en el Inventario Íntimo de las Cosas (Accésit del X Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, 2023; con un hermoso prólogo de la académica Carmen Ruiz Barrionuevo). Ivonne Gordon sabe que viene de sus vientres y que el hilo que estira seguirá estirándose así pase por infinitos huecos en los que se hace un nudo como si fuese una tijera que lo corta. El hilo pasará de una historia a otra; al final será siempre la misma historia, la misma evocación.
“Qué fácil es ignorar lo que somos,
y qué difícil es llegar a conocernos
porque la aguja sigue el hilo de la puntada
en la tela profeta con que falseamos la duda”.
Volvamos a Ítaca y al regreso de Ulises después de veinte años de ausencia. Antes de que nadie lo reconozca, recordemos que se había disfrazado de mendigo, Argos, su perro, lo olfatea, menea la cola, ladra y muere. Tal y como lo dice Pascal Quignard, en Mourir de penser, es el primer perro en la historia de la literatura que “piensa”; y por ende, se convierte en un personaje literario muy importante. Así que Ivonne Gordon recoge el cuerpo de Argos y lo pone en el umbral de la casa de la abuela para que con sus ladridos evite que las cosas se pierdan “por el rasguño del tiempo”.
“afuera de la casa de la abuela / un perro callejero ladra a la luna, mientras las cosas /
se pierden por el rasguño del tiempo”.
Y en esta filatura, que caracteriza su trabajo poético, Ivonne Gordon recoge los hilos del agua de su poemario precedente titulado Casa de Agua (ganador del I Premio Poeta Nueva York, Ediciones Valparaíso-USA, 2021) en el que ella evoca a su abuela hilandera que huyó de la guerra; y al hacerlo, dejó como única herencia el exilio; del que la poeta no puede ni quiere escapar.
“la guerra destruyó la patria de mis abuelos, … /sin desear me fui ocultando/
y aprendí a callar en la arcilla de los husos, /
… aprendí a deshilar e hilar al mismo tiempo, y sin darme cuenta / se convirtió en un ritual diario donde la paz ocupa el espacio primario y crece la bondad sin palabras”.
Las lenguas antiguas, desaparecidas en calles de piedras negras, se bifurcan en la desmemoria de un hilván descosido. Sin embargo, el tiempo, esa enorme aguja que teje y teje sin parar, sabe que “toda costura rota / se puede coser”. Se cose en el exilio, a veces real y a veces imaginario, “con hilos apolillados, cosidos en una máquina singer / con pedal ajeno y peregrino”.
Las ciudades de agua se hilvanan una a una con un viejo hilo; todas pasan a través del ojo atento de una aguja. Y entre una enhebrada y otra vuelve el exilio. El padre debe “huir del ruido / de la desconsolación inundada”; para no desaparecer en la bruma debe esconderse nuevamente en el destierro. Es así como “la soledad crece en las ranuras del agua” y “la inocencia trasciende las heridas del espejo”. Recordemos que el espejo es otra de las formas del agua. Al atravesarlas la poeta siente que pende de un hilo, que debajo de sus pies está el vacío ineluctable de la vida. No es una funámbula, ya que no camina sobre el hilo, es el hilo el que rodea su garganta; y si en ese eterno zarandeo el hilo aprieta demasiado “sus costuras frágiles se rompen porque nada es perenne” y la dejan atrapada en “la oblea del tiempo”; otra forma de regresar al hilván -léase refugio- que ya había nombrado.
Para no caer del todo, y poder quedar eternamente suspendida en el tiempo, hace “abluciones en hebreo, en latín, / en castellano y a veces en alemán”. La migración es eterna, se hereda como si fuese una tara o una maldición o como se hereda una virtud. Nada nos es ajeno; sin embargo, todo nos es extraño. Por eso recuerda la cocina de la abuela donde ella repetía, como si enlazase eternamente una aguja que
“(somos agua en una vasija de barro eterna,
somos agua de lo justo y de lo bello).
la abuela sin saberlo era una grieta en el tiempo,
la abuela buscaba la dignidad de los inconformes
lo que éramos antes de que los pájaros se fueran”.
Este último verso me lleva a pensar en Jorge Semprún cuando recuerda que en Birkinau el humo de los hornos crematorios había hecho huir a los pájaros. El vuelo y el canto de los pájaros representan la libertad y la alegría; sin ellos el miedo se instala y queda ancorado en los hilos con los que se tejerán otras existencias; así a veces se destrencen “los tejidos de las manos que pasan por el agua desnuda.” También pienso en Clara Schoenborn y en su potente poemario Los oficios de Atenea (Premio Nacional Ediciones Embalaje-Museo Rayo, 2011). Las dos poetas son descendientes de sobrevivientes de la Shoah. En el caso de Clara Schoenborn una gran parte de su familia paterna murió en los campos de concentración de la Alemania nazi. Por eso no es raro que las dos sean poetas; en cierta forma son guerreras de las palabras, amazonas de las imágenes y vencedoras del odio. En otras palabras, son letristas de los antiguos cánticos griegos llamados peános -o peán (Παιάν)-. Por eso son sobrevivientes de la infamia e Ivonne Gordon nos lo recuerda así:
“ellas ya habían previsto mi nacimiento,
nacer del vientre de mis abuelas,
es una extensa geografía húmeda,
es una emigración continua de embarcar
y desembarcar, de volver y no regresar nunca
una travesía infinita en el árbol familiar”
Y ese árbol familiar creció, sus raíces se hicieron profundas, se entrelazaron con las raíces de otros árboles, se hicieron rizomas sin importar si hay un nodo central; como en la teoría filosófica de Georges Deleuze y de Félix Guattari.
“aprendiste a rezar por otros, en lenguas que no eran tuyas, / aprendiste a pedir por otros, a pedir que se levanten / y que vuelvan al altar en el periplo de la bondad /aprendiste a hacer un inventario íntimo de las cosas / a pedir por otros,
(pedir es otra forma de abrazar la dignidad).”
Epílogo:
Este breve ensayo que hago sobre el Inventario Íntimo de las Cosas, de Ivonne Gordon, es sólo una ligera aproximación a las lecturas diversas que pueden hacerse de su libro; no obstante, aquí está el nódulo central: la guerra y la migración. Aún así se podría hablar sobre una imagen recurrente que atraviesa su obra; me refiero a los peces que saltan de un poema a otro y en los que la poeta encuentra una especie de refugio para no ahogarse cuando es lanzada al fondo de las aguas. También hubiese podido hablar, única y exclusivamente, sobre los títulos de cada poema puesto que ellos son el logos en toda su dimensión. Los títulos están tan bien concebidos que evitan que el lector se pierda en la lectura de cada poema, son un resumen, un compendio, una bitácora o un astrolabio que acompaña la lectura solitaria y que en cierta forma la ilumina.
Lectura altamente sugerida.
Nota: Este artículo fue publicado inicialmente por la Revista Ruido Manifiesto en asociación con Revista Agulha de Cultura el 3 de febrero de 2024.
https://ruidomanifesto.org/inventario-intimo-de-las-cosas-de-ivonne-gordon-agulha-revista-de-cultura/?fbclid=IwAR0ovCSakQ6iKAmTEO13Npb007--ei1uVssEOeyKw0KrOGfvb5J0IXaD5nI
Bibliografía:
Ivonne Gordon:
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/12/berta-lucia-estrada-el-poder-de-la.html
Clara Schoenborn:
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2020/07/berta-lucia-estrada-la-shoah-en-clave.html
viernes, 29 de diciembre de 2023
GÉRARD DEPARDIEU, LA CAÍDA DE UN DIOS
GÉRARD DEPARDIEU, LA CAÍDA DE UN DIOS
domingo, 24 de diciembre de 2023
LIBRO MEDITERRÁNEO DE LOS MUERTOS, DE María Ángeles Pérez López
LIBRO MEDITERRÁNEO DE LOS MUERTOS
Autora: María Ángeles Pérez López
Pre-Textos
Hay libros que merecen más de una lectura y el Libro Mediterráneo de los Muertos, de la poeta Maria Ángeles Pérez López, es uno de ellos.
Esta segunda lectura confirma que se trata de un poemario trabajado como si se tratase de una iluminación medieval; así de preciso es. Habría que leerlo tres o cuatro veces más, y con una lupa, para poder penetrar en todos los arcanos que se encuentran diseminados a lo largo de sus 49 páginas.
Libro Mediterráneo de los Muertos es una elegía que se conduele de la miseria humana y que nos deja unas preguntas que gravitan encima de nuestras cabezas:
¿Una sociedad que no se conduele ante la hecatombe del Mediterráneo -aunque también podría ser la hecatombe de la selva del Darién- es una sociedad de seres humanos?
¿En qué nos hemos convertido cuando los migrantes son cazados y desaparecidos en las aguas o en la selva como quién aplasta una mosca que nos zumba en los oídos?
¿Las sociedades opulentas del Norte se han vuelto ciegas, sordas y mudas ante la tragedia que se lleva a cabo en el umbral mismo de su territorio?
¿Acaso somos eternos cancerberos con cientos de cabezas dispuestas a desgarrar y devorar cada milímetro de las personas que llamamos muy despectivamente "ilegales"?
¿Cómo un ser humano puede ser "ilegal"?
Estas y otras preguntas muy dolorosas son las que me planteo luego de la lectura del Libro Mediterráneo de los Muertos. Por fortuna aún quedan poetas que hunden el dedo en la llaga purulenta de esta sociedad postmoderna que olvidó que la empatía y la compasión son los sentimientos que todo ser vivo debería regar cómo se riega una planta.
Para terminar, me gustaría decir que este poemario nos hace pensar en el Libro Centroamericano de los Muertos de Balam Rodrigo.