martes, 23 de julio de 2013

EN ÁTOMOS VOLANDO (CUENTO)

Son las cinco de la mañana. He dormido mal, ha llovido casi toda la noche y el agua se ha entrado al cambuche. Tengo hambre, aunque siempre estoy hambrienta. Es como una enfermedad. En casa la comida a duras penas alcanzaba para medio llenar el plato de cada uno. Así que repetir, lo que se dice repetir un plato, nunca. La diferencia era que si quedaba hambrienta siempre había frutas con las que podía embolatar al estómago. Pero en plena selva eso no ocurre. Aquí llevo cuatro años. Es una marcha forzada. Sin descanso. Cada día caminamos varias horas, o en la noche, todo depende. El arma me pesa una tonelada, sin contar las municiones, ni el morral. Es una vida muy dura la que llevo. Yo no la escogí. Ninguno de nosotros la ha escogido. Simplemente fuimos obligados a seguir a los muchachos al monte. Un día, un grupo de diez guerrilleros llegó a la casa, pidió almuerzo y luego me embarcó con él. Mi papá sabía que era inútil oponerse. Así es la vida en el campo.// Desde entonces me ha tocado ver de todo. Ya perdí la cuenta de los combates en los que he participado. Si llevara la cuenta, hace rato habría perdido la cordura. Con el delirio de la jungla ya tengo bastante. La selva me produce mucho miedo. Pero no puedo decir nada. Sobre todo en las noches. Los ruidos, la oscuridad, el no saber donde se pisa, ni qué se pisa. Le tengo terror a las culebras, aunque ya debería estar acostumbrada porque me las encuentro casi todos los días. Pero no lo he podido superar. Cada vez que veo alguna la boca del estómago se me cierra y me dan ganas de vomitar. Pero me aguanto, nadie puede darse cuenta de la sensación que me producen. Aquí el miedo está proscrito. Cuando escuché esa palabra, pregunté qué quería decir, me respondieron: -Prohibido. Sólo tenía 14 años y me decían que estaba prohibido tener miedo. Desde entonces vivo siempre poco menos que aterrorizada. Tengo miedo de tener miedo. Cuando los muchachos me obligaron a seguirlos, creí que era el fin del mundo. Atrás quedaba mi familia, el rancho, la tierra. Hasta Tony, el perro que me regaló mi papá cuando cumplí doce años. En realidad ha debido de ser el fin del mundo para mi familia. Los paras no perdonan, supongo que echaron a mi familia del predio apenas se dieron cuenta que yo me había ido con la guerrilla. Ellos se adueñan de todo. Aquí es igual. Si mi familia ya no está en el rancho, debe un número más de los miles de desplazados que ha dejado la guerra. Aunque yo no sé porque peleamos. No entiendo las explicaciones que nos dan. Lo único que tengo claro es que si no cumplo las órdenes, me castigan. Y el castigo aquí es duro, sin contemplaciones. // A los tres días de dejar mi casa supe cual era el principio de la obediencia absoluta. Tenía que acostarme con el guerrillero que dirigía el grupo. Yo no quería. Pero una bofetada me mandó al suelo y entendí que de todas formas estaba a su merced. De ahí a pasar a los brazos de otros no hubo sino un paso. Yo era la recién llegada. En otras palabras el fruto aún no maduro, deseado por varios de mis camaradas. Me sentía sucia, así me bañara en un río helado, seguía sucia; por lo que aprendí a evadirme de mi cuerpo cuando alguno de ellos me arrastraba detrás de un matorral. Aprendí que la evasión primero se hace con la mente, luego con el cuerpo. Aunque yo todavía no he podido evadirme físicamente. Esta vida no es para nadie. Al año de estar con la guerrilla encontré a Julián. Es el único hombre que he conocido, fuera de mi papá, por el que he sentido confianza. Estuvimos juntos un tiempo, pero hace ocho meses murió en un combate con el ejército. // Desde entonces me siento más sola que nunca. Julián y yo soñábamos con una casa para nosotros dos. Estábamos haciendo planes para escaparnos, pero fue cuando una granada lo hizo saltar por los aires, quedó “en átomos volando”, como dice el himno nacional. Yo no pude hacer nada, sino salir corriendo, evadirme, pero no de la guerrilla sino del sitio de combate. Desde entonces los deseos de dejar todo ésto se hacen cada vez más grandes. Quiero escapar con vida. Pero hasta esa oportunidad me la negó la guerra. Hoy van a ajusticiarme. Ayer, mientras limpiaba el arma, se me escapó un tiro. El compañero que estaba a mi lado cayó al suelo, cuando me agaché para ver que le había pasado, ya estaba muerto. No hubo lugar a la defensa. Se me condenó a muerte. Me confinaron en el cambuche y apenas salga el sol me sacarán de aquí, leerán el veredicto y con el dedo escogerán al encargado de hacer justicia. No hubiera querido irme así. Quería vivir como lo hacen muchas mujeres, lejos de la guerra, del hambre y del frío. Lejos del miedo. Pero no fue posible. Mis compañeros han comenzado a despertarse, pronto vendrán por mí. Hace rato los espero. ----------------------------------------------------------------------------------------- Autora del blog El Hilo de Ariadna: http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/

domingo, 21 de julio de 2013

ISUMBOCHI, HIMELIA Y PULGARCITO, PERSONAJES DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

“Isumbochi no era mucho más alto y grueso que un pulgar... Sus padres lo amaban tiernamente. Cuando trabajaban en el arrozal, lo colocaban sobre una ramita, ... a veces se dormía en el cuenco de una flor de cerezo”. (El Gran Isumbochi – Cuento popular japonés). Isumbochi es la versión oriental de Pulgarcito, pero también de David, el personaje de la tradición judeocristiana. Isumbochi, como Pulgarcito, cabe en las hojas de los árboles, en este caso en las hojas de los cerezos, y al igual que él, viaja a través de los ríos teniendo que esconderse para no ser devorado por un sapo o raptado por un pájaro. Pero si es pequeño de estatura, no lo es de razonamiento; puesto que su inteligencia es aguda y su deseo de conocer y viajar por el mundo, enorme. A diferencia de Pulgarcito, Isumbochi logra tener una estatura normal, cuando al final del relato enfrenta y derrota al gigante que asola la aldea que él desea proteger. Pero si bien Pulgarcito no logra crecer en estatura si logra ser considerado y respetado por sus congéneres, algo que muchos hombres de estatura normal no alcanzan nunca. Esta idea ha sido desarrollada por Gianni Rodari en el magnífico cuento “Los Enanos de Mantua”. En una de las tantas versiones de Pulgarcito se nos relata cómo sus padres, que no podían tener hijos, lo encuentran un día dentro de una rosa, al lado de una de las ventanas de la casa donde vivían. Este aspecto es importante tenerlo en cuenta, ya que los antiguos romanos llamaban a los hijos ilegítimos terrae filius (hijos de la tierra), este sustrato lingüístico sobrevive aún hoy en día en la lengua rumana, llamándoseles Hijos de las Flores. Pulgarcito debe ser entonces considerado como nacido de una pareja no formalizada legalmente, o simplemente abandonado por alguna madre desesperada por su condición de soltera. En “Almendrita”, relato de Hans Christian Andersen, es una niña diminuta que ha sido encontrada por una pareja de ancianos, dentro de una flor. La niña crece bajo la custodia de sus padres adoptivos, pero un día se extravía y cae a un lago, por lo que se sube a un inmenso loto para no ahogarse, y allí es secuestrada por un sapo enorme y horrendo, que luego desea casarla con su hijo. Almendrita es rescatada por un pájaro, y finalmente es desposada por un hermoso príncipe, que además, es de su misma estatura. En otro relato japonés, “La Historia de Himelia”, se desarrolla la versión oriental de los orígenes de Pulgarcito. Una pareja de campesinos, que añoran ser padres, pasan año tras año esperando la llegada de un hijo, su espera es vana… Al cabo de un tiempo, el viejo sale a la montaña a cortar unas cañas, y cuanta no sería su sorpresa cuando: “Al asestar un fuerte golpe a una caña de bambú… (vio) que del interior salía una figurita humana vestida con un kimono de seda blanca, pintado con flores y pájaros multicolores”. La niña se llamaría Himelia, y al igual que Isumbochi crece normalmente. Durante toda su infancia, y parte de su adolescencia, vive al lado de sus padres, y cuando llega a la adolescencia, transformada en una bella mujer ellos deciden que es hora de desposarla. Hacen correr el rumor por las comarcas cercanas y lejanas sobre la belleza de la púber. A este llamado acuden cinco nobles, pero las pruebas que deben superar, para obtener su mano, sobrepasan cualquier posibilidad humana -una de ellas es descender al fondo del mar, y arrebatarle al dragón del mar las siete gemas que conforman su collar, que luego deberá ofrecer como presente de bodas-; ante una petición como ésta, los pretendientes deciden abandonar la misión que les ha sido encomendada y deciden olvidarse de ella, quien por otra parte no deseaba casarse con ninguno de los pretendientes. Poco antes de cumplir los quince años, la niña le confiesa a su madre que ella ha nacido en la luna, y que allí debe regresar… En una noche de plenilunio, un rayo entra por la ventana de su alcoba e Imelda es transportada junto a sus hermanas, las ninfas, a su lugar de origen. “En el bosquecillo de mirtos”, una adaptación del cuento del napolitano Basile, Bernard Clavel nos relata la historia de una hermosa joven que ha nacido del tronco de un mirto; en su honor sus padres adoptivos le ponen el nombre de Mirta. Al igual que en los cuentos señalados anteriormente la niña viene a alegrar la vida de un matrimonio estéril. Mirta, como en el mejor de los cuentos de hadas, terminará casándose con un príncipe. Este tópico se encuentra en muchas leyendas y cuentos, no sólo europeos y asiáticos, sino también americanos. Algunos pueblos indígenas de América del Sur, creen que la muerte de un niño da lugar al nacimiento de un árbol nuevo. El origen de la mandioca, o yuca, se explica a través de una leyenda que narra como el niño Mani muere prematuramente, y su madre lo entierra dentro de su casa, allí riega su tumba día tras día, como se hace con un árbol, hasta que finalmente crece una planta, que lleva el nombre de Mani-Oca, o mandioca. En la literatura infantil contemporánea puede leerse “La Pequeña niña grande”, de Uri Orlew y Jacky Gleich. Este relato nos habla de una “pequeña niña” que desea ser grande, al menos por un día. Y por supuesto el cuento de Rodari al que hacía alusión al comienzo de este capítulo. Pueden ver otros los otros capítulos que ya he publicado en El Hilo de Ariadna: http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2012/08/20/el-poeta-y-el-m%c2%b4jusico-en-la-literatura-infantil-y-juvenil/ http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2013/07/14/los-elfos-en-la-literatura-infantil-y-juvenil/ http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2013/07/07/el-arbol-personaje-de-la-literatura-infantil-y-juvenil/ http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2013/06/30/el-dragon-en-la-literatura-infantil-y-juvenil/ http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2013/06/23/ondinas-personajes-de-la-literatura-infantil-y-juvenil/ http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2013/06/17/los-cisnes-en-la-literatura-infantil-y-juvenil/ http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2013/06/12/las-hadas-en-la-literatura-infantil-y-juvenil/