martes, 8 de septiembre de 2015

EL TRÍPTICO DE LA INFAMIA DE PABLO MONTOYA

-------------------- Siempre he creído que una de las grandes diferencias que existen entre los españoles y los latinoamericanos es la visión tan diferente que tenemos de los dos lados del Atlántico del mal llamado descubrimiento de América, de la Conquista y de la Colonia. ------------------------ Muchos españoles hablan del genocidio llevado a cabo por el imperio español como si fuese algo del pasado y como si las personas que lo llevaron a cabo como una ideología de Estado, amparándose, por supuesto, en los excesos del fanatismo religioso, en este caso preciso el credo católico, no tuviesen nada que ver con ellos. Y si digo ésto es porque se lo he escuchado decir a varios de ellos: - Nosotros no tenemos nada que ver con esos hombres. Así de simple y así de cruel. Lo que refleja una ignorancia histórica y una estulticia enormes. Para muchos otros la conquista y la colonia fue una forma de civilizar a unos cuantos salvajes que desconocían al dios verdadero. Eso sí, nunca hablan del despojo brutal que hizo España de estas tierras ricas en oro y plata, entre muchos otros recursos que ambicionaba y que necesitaba para pagar las guerras que libraba constantemente y poder pagar el derroche de sus monarquías; así Felipe II hubiese llevado una vida cuasi monacal en su castillo de El Escorial. --------------------------- Los Latinoamericanos en cambio, al menos una gran mayoría, somos conscientes del horror, de la ignominia, del genocidio del que fueron víctimas los pueblos que habitaban este continente a la llegada de unos cuantos fanáticos cuya única lectura era La Biblia, y eso para los pocos que sabían leer y escribir. Los intelectuales, los artistas, los hombres probos de la España del siglo XVI, nunca vinieron a estas tierras. En cambio los dominicos y franciscanos se apropiaron de este territorio, de sus hombres y de sus riquezas y cerraron los ojos ante la infamia de la esclavitud; como fue el caso de Bartolomé de las Casas. Recuérdese que a comienzos del siglo XVI, en la isla de La Española (hoy territorio de Haití y República Dominicana), Bartolomé de las Casas si bien es cierto que abogaba por los indios y denunciaba la explotación de la cual eran objeto por parte de los españoles, proponía en cambio, como único medio para abolirla, traer esclavos negros del África. Para defender a los nativos alegaba que eran hijos de dios y que al igual que los cristianos poseían un alma. Los indígenas Taínos, por su parte, dejaban a los cadáveres de los prisioneros españoles varios días al sol con el fin de verificar si sufrían o no putrefacción; eso con el fin de corroborar si eran de naturaleza humana o divina. -------------------------- Los dominicos y franciscanos, a su llegada al Nuevo Mundo, impusieron la Inquisición y con ella toda la barbarie que sus mentes pusilánimes y violentas eran capaces de imaginar. No en vano a los dominicos se les llamaba desde el siglo XII Los Dominican, Los perros de dios. Al menos ese es el apelativo que se les comienza a dar en la Cruzada contra los Albigenses; o sea, una forma de nombrar el terror que sus monjes inspiraban en la población cátara. Terror que trajeron consigo siglos más tarde; sólo que sus técnicas de tortura eran aún más sofisticadas. Y si hablo del mal llamado descubrimiento de América es porque según Lévi-Strauss a finales del siglo XV el continente que recibiría el nombre de América tenía una población aproximada de 80’000.000 de habitantes, algo que recuerda muy bien Pablo Montoya en su libro Tríptico de la Infamia. Así que ¿cómo podrían unos cuántos hombres barbudos, sucios, malolientes, desnutridos, zarrapastrosos, algunos con sífilis, con sus dientes llenos de caries, muchos de ellos recién salidos de las cárceles por delitos comunes, haber descubierto a 80 millones de hombres? Una gran falacia, la peor de todas; de eso no me cabe la menor duda. ----------------------- Mientras los pueblos indígenas eran borrados por las armas de fuego, los caballos y las enfermedades europeas, para la cuales no tenían ni defensas ni conocimientos para combatirlas, entre ellas la viruela que comenzó a diseminar poblaciones enteras a partir de 1519 aproximadamente, lo que pasaría a la historia como una de las tantas guerras bacteriológicas que se han llevado a cabo desde la antigüedad, en Francia los católicos encarcelaban, torturaban y asesinaban a los hugonotes y a sus mujeres las marcaban de la misma forma que lo hacían con las prostitutas. No obstante, no hay que olvidar que la furia se apoderó de los dos bandos, católicos y hugonotes; una época de intolerancia se cernía otra vez sobre Europa y opacaba la sabiduría de unos cuantos eruditos que entendían y condenaban el siglo de ignominia que les había tocado en suerte. Por otra parte, Enrique de Navarra, cuya familia era precisamente de credo protestante, accede al trono de Francia y abjura de su fe con la famosa frase: París bien vale una misa; convirtiéndose así en Enrique IV, rey de Francia. ------------------------- Es a partir de la visión que los hugonotes tienen de la conquista española, en esas tierras indómitas y lejanas de las cuales llegaban las más insólitas leyendas pero también los relatos mas escabrosos, que Pablo Montoya construye su espléndido libro Tríptico de la infamia, y con el cual obtuvo este año el prestigioso Premio Rómulo Gallegos. ------------------------- Tríptico de la infamia es escrito con una rara erudición, con una de esas sapiencias que uno creería que hacen parte del cuarto de san Alejo y que ya no hay nadie que se interese por un mundo perdido para siempre en los anaqueles de las viejas bibliotecas europeas. Y de pronto, un autor colombiano va y desempolva papeles para luego pintarnos un fresco de ese mundo convulsionado del sigo XVI y traernos a pintores, grabadores y cartógrafos desconocidos para la gran mayoría de la gente, aún para aquellos que amamos la historia del arte; así algunos de sus cuadros no nos sean del todo desconocidos. Me refiero a Jacques Le Moyne (Francia,1533-1588), François Dubois (Francia,1529- 1594) y Théodore De Bry (Lieja,1528-1598), tres artistas hugonotes que van a representar uno a uno la locura desatada por el fanatismo católico en contra de su comunidad; me refiero a la Noche de San Bartolomé, pero también en contra de los indios del Nuevo Mundo. No hay que olvidar que estos personajes fueron víctimas de las Guerras de la Religión que azotaron a Francia desde 1562 hasta 1598; una guerra que de alguna forma habría de tener fuertes consecuencias en los países vecinos, sobre todo en la región de Flandes. -------------------------- Pablo Montoya nos sumerge en un mundo para muchos desconocido con una frescura propia del pincel de un artista del Renacimiento francés; recuérdese que Francia había quedado rezagada del Renacimiento italiano por haber estado inmersa en la Guerra de los Cien Años; así que como otros países llega tarde a este momento estelar de la historia del arte y del pensamiento. Montoya nos muestra, uno a uno, los cuadros que estos pintores realizaron y la denuncia visceral que hicieron de la religión y de la sociedad de su época. Tríptico de la infamia es un soberbio diálogo entre estos tres personajes históricos, poseedores de una gran cultura, políglotas, pero sobre todo poseedores de una gran sensibilidad social e histórica. Ellos eran conscientes de ser testigos privilegiados de su época y de las calamidades que el fanatismo religioso engendra. Sin olvidar que detrás de esa infamia está siempre escondida la ambición y el deseo de expoliar a los más indefensos; llámense en este caso hugonotes o indígenas americanos. Por eso estos artistas se saben elegidos, saben que son ellos los llamados a retratar la historia para que el horror de su tiempo no quede en el olvido. -------------------------- Y como su nombre lo indica el libro está dividido en tres partes, cada una de ellas dedicada a uno de los pintores. En la primera parte la voz principal es la de un narrador omnisciente, en la segunda la narración se hace en primera persona y la tercera rompe con los esquemas anteriores para convertirse en una obra postmoderna donde el autor mezcla la vida agitada del siglo XXI con una completamente diferente, la del siglo XVI. Es así como sigue los pasos de Théodore de Bry y respira la vida de la Lieja que lo vio nacer y luego lo persigue por las calles de Francfort del Meno; lo ve hablar con sus amigos, casi lo podría tocar y decirle cuanto lo admira y que él, un escritor del Nuevo Mundo, ha venido del futuro sólo para decirle cuanto lo admira por su labor artística e intelectual. Pero también para agradecerle la labor realizada en su imprenta donde sacó a la luz la serie Grandes Viajes, en la cual imprimió muchas de las pinturas de Jacques Le Moyne. ------------------------ Otro de los aspectos que resalto de Tríptico de la infamia es la pluma ágil con la que Pablo Montoya lo escribió. Este libro no sólo es una novela histórica, como las mejores novelas de ese género que se han escrito en Europa, al menos de las que yo he leído, sino que además le imprime un sello muy personal; ya que en algunos de sus apartes la novela se mezcla con el ensayo, lo que le genera un ambiente de erudición bastante holgado. Y no lo digo únicamente por el conocimiento que tiene el autor con respecto a la historia francesa sino a la historia del arte y por supuesto al conocimiento que tiene de la sociedad del siglo XVI. La gran diferencia con las novelas históricas es el ojo crítico de un latinoamericano que se conduele por ese gran genocidio que fue la conquista española en tierras americanas. Me refiero a la rabia sorda y profunda y al dolor que están implícitos en su narración, la cual se convierte en una denuncia visceral. ------------------------- Pablo Montoya entiende y analiza esa sociedad convulsionada de un tiempo en crisis religiosa, donde el dios de los católicos había dejado de ser el centro del universo para rendirle culto al hombre y a la razón; o sea lo que comúnmente conocemos como el paso del teocentrismo del Medioevo al antropocentrismo del Renacimiento. Una zancada enorme en la historia europea, lo que dejó heridas que tardarían mucho tiempo en cerrarse o bien que nunca lo han hecho, como es el caso de los latinoamericanos que aún nos conduele esa infamia y ese horror que fue la llegada de los españoles a estas tierras indómitas y que ellos jamás quisieron comprender porque hacerlo les significaba reconocer que su mundo no era el único ni el más civilizado, ni que su dios era la única deidad que reinaba sobre los pueblos; pero sobre todo reconocerlo les significaba renunciar al despojo del que fueron víctimas los indígenas americanos, también significaba reconocerlos como seres humanos, poseedores de una gran inteligencia y artífices de sociedades cultas, sofisticadas, refinadas. Lo que si reconocieron, porque eso les era de una gran ayuda en su política de exterminio, fue las grandes diferencias que había entre los pueblos, supieron identificar sus guerras tribales y sacar provecho del odio ancestral que alimentaban como una especie de ritual que desencadenaba cada cierto tiempo en una guerra fratricida; ritual que de cierta forma restauraba el mundo de sus ancestros. Aunque por supuesto ésto último jamás pudieron contemplarlo los españoles. Su fanatismo religioso, y el considerarse una raza superior, les impedía pensar en los términos antropológicos que les hubiesen dado las pistas para un mejor entendimiento entre los pueblos y las culturas; esa incapacidad para entender la otredad fue la causa principal de la debacle que se generó en el fatídico 12 de octubre de 1492, y lo que la llegada de las tres carabelas significaría para ese continente que recién nacía a los ojos europeos. -------------------------- Es muy posible que la historia de América hubiese sido diferente si entre los hombres incultos, fanáticos religiosos y llenos de ambición, si hubiesen venido más artistas e intelectuales; lo que habría podido abrirles los ojos y el entendimiento a los millones de hombres que llegaron a violar mujeres, a robar, a matar y a extinguir pueblos enteros y con ellos sus culturas y sus lenguas. A lo mejor hubieran podido evitar el etnocidio más atroz de la historia de la humanidad. Más hombres como Jacques Le Moyne, en el caso de los franceses, o de más frailes como Bernardino de Sahagún, en el caso de los españoles. Incluso más de Las Casas, pero que no solamente hubiesen abogado por los indios sino que hubiesen combatido la trata de esclavos, esa gran vergüenza, ese gran crimen contra la humanidad que representó esa empresa del oprobio y que se extendió durante varios siglos y que aún se respira; sobre todo en un país como Colombia donde el racismo está ancorado en lo mas profundo de una sociedad elitista y excluyente como es la nuestra. Una ignominia que aún perpetuamos. -------------------------- Tríptico de la infamia de Pablo Montoya es una reflexión inteligente, aguda, perspicaz, que deberían leer muchos políticos que están utilizando sus creencias religiosas para dividir el país y tratar de imponernos su forma de pensar violenta y segregacionista. Pero también es una lección para la Iglesia católica aupada en un vil poder que la mantiene alejada de la verdadera realidad de millones de ciudadanos a todo lo largo y ancho del continente americano en general y de Colombia en particular. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Nota: Quisiera hablar de un error histórico que encontré en el libro de Pablo Montoya, ya que cuando habla de Dominique de Gourges (Francia 1530-1593) dice textualmente “sirvió con lealtad a tres reyes francos” (página 158); cuando en realidad los reyes francos habían desaparecido con la dinastía de los Capetos. Es en 1254 cuando se comenzó a hablar claramente de rey de Francia; ya Luis IX recibía este título; recuérdese que pasó a la historia como san Luís y que fue hijo de Blanca de Castilla y bisnieto de Leonor de Aquitania; aunque en la historia aparece como primer rey de Francia Luís VI el gordo, cuyo reinado va desde 1108 hasta 1137. ------------------------- Otra incongruencia que encontré en la novela fue en la página 60: “El ejército se detuvo y Utina convocó a uno de sus magos. Es un hombre que, eso decían los indios a modo de murmullo, tenía ciento veinte años”. Mi pregunta es: ¿Tenían los indios, cuando apenas comenzaban a tener contacto con los franceses, noción del tiempo cronológico, tal y como lo concebían los europeos? Es decir, ¿los indígenas conocían el calendario juliano? Recuérdese que el calendario gregoriano sólo se instauró en 1582, aunque ya se conocía desde 1515. Y si bien los aztecas tenían un calendario que se aproximaba mucho al gregoriano, los indios que conocieron a Jacques Le Moyne pertenecían a otro pueblo, los Timucua, y a otra geografía, lo que más tarde se conocería como La Florida; por lo tanto, su concepción del tiempo tenía que ser muy diferente a la de Le Moyne. --------------------------- Tríptico de la infamia, de Pablo Montoya, Penguin Random House, 2ª reimpresión, julio 2015.

domingo, 6 de septiembre de 2015

APROXIMACIONES A LA OBRA DE ERNESTO SABATO

El 29 de abril de 2011 murió en su casa de siempre, en Santos Lugares (Buenos Aires, Argentina) el gran escritor, pensador y ensayista, Ernesto Sábato, Premio Cervantes 1984. El próximo 24 de junio hubiera cumplido la edad legendaria de 100 años. Es por eso que su muerte no me tomó por sorpresa, al igual que él, yo sabía que su partida era más que inminente; aunque Sábato la esperaba desde hacía más de veinte años. Murió prácticamente ciego, como si su enfermedad hubiese sido una consecuencia directa de su portentoso texto “Informe sobre ciegos”. No en vano Sábato decía que las coincidencias no existen, como si en el fondo todo tuviese un sentido predeterminado, pero ante todo trágico. Y es que la obra de Sábato, como su vida, está signada por el dolor y el sufrimiento. Él mismo decía que siempre sintió estar viviendo en el cuerpo de otro, ese otro era su hermano mayor que había muerto antes de los dos años y al que su madre había bautizado Ernesto. Cuando el Ernesto del que hablo nació, su progenitora decidió llamarlo así para reemplazar al hijo que había perdido. Es posible que eso haya influido en el hecho de querer sobreproteger a ese nuevo hijo; puesto que durante toda la infancia Sábato miraría la vida a través de una ventana. De esa forma vería jugar a los demás niños, los vería correr, caerse y volver a levantarse, los vería pelear y reconciliarse; por lo que la realidad para él era algo que se veía a través de un vidrio, no algo que se vive. Ese sentimiento de soledad y aislamiento aparecerá más tarde en su obra “El Túnel” (1948), publicada inicialmente por la Revista El Sur. “El Túnel”, narrada en primera persona, presenta algunas semejanzas con esa otra joya literaria de Albert Camus, “El Extranjero” (1942), obra existencialista, donde la incapacidad de mostrar los sentimientos lleva a Mersault, su protagonista, a ser condenado a muerte por un asesinato, que en otras circunstancias no le habría valido si no una ligera pena de prisión. En el caso de Juan Pablo Castel, él mismo afirma que mató a la única mujer que amaba y la única que lo comprendía. Camus, como lo había hecho antes Marguerite Yourcenar con la obra de Virginia Woolf y de Constantino Kavafis, da a conocer a Ernesto Sábato en los círculos intelectuales de París; y en Alemania es Thomas Mann quien lo elogia. Según Sábato, la existencia humana se desarrolla en un túnel en el que hay pequeñas ventanas, en las cuales nos detenemos a mirar otros túneles, y de vez en cuando nos tropezamos con la mirada de otra persona que se ha detenido al mismo tiempo que nosotros y que también nos observa; es entonces cuando hacemos gestos inútiles que buscan establecer una comunicación con ese otro ser que vaga perdido en un túnel paralelo al nuestro. En “El Túnel”, su protagonista, Juan Pablo Castel, conoce a María Iribarne, la única persona que se detiene a mirar el pequeño detalle que ha pintado en una obra, “Maternidad”, en la que hay una mujer que observa jugar a un niño; pero en un extremo del lienzo hay otra pequeña escena, una mujer mira el mar a través de una pequeña ventana; detalle que ha pasado inadvertido para todos los asistentes a su exposición, menos para ella. Y es que Sábato es, ante todo, el escritor de la soledad y de la incomunicación humana. Su obra metafísica narra el dolor humano, pero también la incomprensión y el desconocimiento que cada uno de nosotros tiene en cuanto a su propio ser se refiere. Para entender mejor esta idea en “Sobre Héroes y Tumbas” (1961), Sábato habla de las máscaras que cada uno de nosotros se pone para ocultarle a los demás nuestros verdaderos sentimientos; dice que para cada ocasión, y para cada interlocutor, utilizamos una máscara diferente, y que sólo nos despojamos de ella cuando estamos solos o cuando creemos estarlo. “Sobre Héroes y Tumbas” es también una epopeya, ya que Sábato narra una parte de la historia argentina; pero también es una discusión filosófica y literaria. Hay un capítulo, que debería ser lectura obligatoria en las clases de literatura, en el que dos de sus personajes, Martín y Bruno, hablan de Borges. Pero sobre todo hay una frase que considero maravillosa y que resume muy bien lo que debería ser considerado buena literatura, en ella Bruno le dice a Martín, palabras menos, palabras más, que no entiende porque en Europa le piden a la literatura argentina hablar de gauchos o de la pampa, cuando hablar de una pareja que se besa en un parque, hace que la narración deje de ser local para convertirse en universal. Pero a Martín y a Bruno también los une el fantasma de una mujer, Alejandra. Heredera de una vieja y rancia familia de abolengo, Alejandra termina inmolándose en la casa de sus ancestros junto con su padre, Fernando Vidal Olmos; acto premeditado que busca, a través del rito del fuego, purificar el incesto en el que viven desde hace muchos años. No obstante, Sábato siempre deja abierta una posibilidad hacia un futuro mejor, por ello, al final del libro, hace alusión a una vela encendida en medio de una tormenta, y luego Martín viaja el sur como una posibilidad de renacimiento y de esperanza. “Sobre Héroes y Tumbas” es, también, una obra surrealista, completamente onírica. No hay que olvidar que Sábato, luego de obtener un Doctorado en Física, había viajado a París en el año de 1938 con una beca para seguir sus estudios en el Instituto Curie; pero su encuentro con André Bréton le mostró que había otra senda diferente a la ciencia. Esa senda era la literatura y Sábato se sumergió en ella como si fuese un mar insondable, donde nadaría siempre en busca de una orilla en la cual pudiese descansar; aunque era consciente de ese imposible. “Abbadón, el exterminador” (1974), es tal vez su obra más compleja y densa, pero también la más perturbadora de su trilogía literaria. Podría decirse que es una continuación de “Informe sobre ciegos”, ese relato prodigioso que hace parte de “Sobre Héroes y Tumbas” *. En este libro, Sábato bucea en realidades y mundos diferentes. Se pasa de la historia argentina y de la historia del siglo XX a mundos aún más oníricos, si cabe la expresión, que en su obra anterior; es una búsqueda del absoluto y una lucha contra fuerzas ocultas que acechan al ser humano. También encontramos crítica literaria y a un Sábato que hace gala de una inmensa erudición y reflexión existencial, donde él se convierte en un personaje más de la ficción. Con dicha obra ganó en Francia, en 1976, el premio a la mejor obra extranjera. Pero Sábato no sólo fue un excelente novelista, sino un excelente ensayista, que de una u otra forma creó una corriente filosófica, la “cosificación” del hombre contemporáneo. Para Sábato, la angustia y la soledad del hombre del siglo XX, y porque no decirlo del XXI, se debe a una eterna expiación que estaría pagando, por haber dejado a un lado la época de la espiritualidad que imperaba en el Medioevo, donde el mundo giraba en torno a Dios, lo que comúnmente se conoce como teocentrismo; para dar paso al Renacimiento, donde el mundo olvidó a ese ser superior y entronizó a la razón y pasó a ser antropocentrista. Sábato también jugó un papel decisivo en política; en su juventud fue comunista y anarquista. Fue, también, un gran defensor de los Derechos Humanos. En 1984, al año siguiente del derrumbe del gobierno de facto (1976-1983); Raúl Alfonsín creó una comisión, la CONADEP, encargada de investigar el horror de esa larga y tenebrosa noche que fue la dictadura argentina; con el fin primordial que los 30000 desaparecidos, y el horror de las torturas a las que fueron sometidos muchos más, no quedaran en el olvido ni en la impunidad, un esfuerzo heroico para el rescate de la memoria y que aún hoy sigue dando frutos con la condena a perpetuidad, en una prisión común, el pasado 22 de diciembre de 2010, de Jorge Rafael Videla, presidente de facto de la junta militar; el mismo que Ernesto Sábato visitara al comienzo de la dictadura. La comisión en cuestión fue presidida por Sábato y nueve meses después se publicó el informe “Nunca más-Informe de la CONADEP- Septiembre de 1984”, con un prólogo escrito por él. Para terminar con esta breve presentación de una parte de su extensa obra, quisiera reseñar su último libro “España en los diarios de mi vejez” (2004). Oda a ese país al que los latinoamericanos estamos unidos por sentimientos de rencor y de amor; es una obra lírica e intimista, cuya lectura me produjo un inmenso placer y me hizo recordar ese gran poema de Pablo Neruda, “España en el corazón” (1937). Es de anotar que la primera vez que escribí sobre Ernesto Sábato, fue en 1980 y 1981, cuando con un gran entusiasmo y pasión leí su obra y escribí una monografía para obtener el diploma universitario en la Universidad Javeriana. Trabajo que fue dirigido por el docente y crítico literario Cristo Rafael Figueroa. La lectura y análisis del universo sabatiano, tuvieron una fuerte influencia en mi desarrollo y madurez; nunca más volví a ser la misma, Sábato, sin saberlo, me cambió la vida para siempre. *Para mayor información sobre Informe sobre ciegos puede leerse en mi blog la entrada titulada: Ernesto Sábato: elementos míticos en Informe sobre ciegos. Blog: http://beluesfeminas.blogspot.com

EL MITO EN INFORME SOBRE CIEGOS DE ERNESTO SABATO

Nota 1: Para mayor información sobre la obra de Ernesto Sabato pueden ver mi otra entrada: Ernesto Sabato o el laberinto de la soledad: http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2011/05/27/ernesto-sabato-o-el-laberinto-de-la-soledad/ Nota 2: El 30 de abril de 2011 una noticia me llegó como si hubiera sido una mirada de ultratumba; me refiero a la muerte de Ernesto Sabato, el gran intelectual, pensador y escritor argentino que el 24 de junio de ese mismo año hubiese cumplido 100 años. Es por ello que publico en mi blog un artículo que escribí a finales de los años 80 del siglo pasado sobre Informe sobre ciegos publicado inicialmente por una revista de la Universidad de Caldas, hoy desaparecida como tantos esfuerzos culturales de América Latina. ————————————– EL REINO DE ESTE MUNDO, PEDRO PÁRAMO, CIEN AÑOS DE SOLEDAD, rompen con los postulados de una narrativa facilista y descriptiva, para sumergirnos de golpe en un mundo que va mucho más allá de las tesis del surrealismo que propugnaba André Bretón o del realismo mágico de Franz Roth. Este rompimiento se da por la irrupción de lo real maravilloso (que difiere del realismo mágico) en las letras hispanoamericanas; los escritores transcribieron el mundo circundante, el mundo americano que nunca ha dejado de maravillar a los europeos: “Lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos en estado bruto, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano”[1]. Esta irrupción tuvo como consecuencia directa el lanzamiento publicitario del boom, e hizo que la crítica literaria se revaluara, labor que exigía de los críticos nuevas disciplinas y nuevos enfoques que permitieran un acertado análisis y comprensión de la obra. Dentro de las nuevas disciplinas se encontraba el estudio del mito que permitiría una reivindicación y un acercamiento a las ricas tradiciones orales del continente, dando así una visión más amplia y más real al análisis del discurso literario. Las concepciones del espacio sagrado y espacio profano, de tiempo lineal y tiempo circular, como la explicación de la labor de un chaman o de un medicine-man van a ser ampliamente desarrolladas, lo que significa que la literatura, la antropología, la historia de las religiones, la sociología y la etnología van a unirse con el fin de lograr una acertada interpretación del texto. Por otra parte, no hay que olvidar que Juan Rulfo y José María Arguedas se entregaron de lleno al estudio de la antropología. En el presente ensayo se analizarán los aspectos míticos en Informe sobre ciegos, esa pequeña joya literaria que hace parte de “Sobre Héroes y Tumbas” de Ernesto Sábato. Leer a Sábato es enfrentarse a los grandes problemas metafísicos que aquejan al hombre del siglo XX: la angustia, la soledad, el derrumbamiento de los valores que otrora lo sostenían; es hacer un buceo de la irracionalidad y del sentimiento lírico. Su trilogía está conformada por el desvelamiento de la realidad exterior y de la realidad interior, de la razón y de la sinrazón. Es ante todo una búsqueda de la verdadera condición humana. Su principal inquietud es la de devolverle al hombre su verdadera esencia, su ser; en un deseo de unificar nuevamente la naturaleza humana escindida, según Sábato, por la razón. De esta búsqueda surge su trilogía El Túnel, Sobre Héroes y Tumbas y Abbadón el Exterminador, además de incontables ensayos y artículos. Por otra parte, Sábato promulga que el arte es la única herramienta de conocimiento, más válida aún que la ciencia; puesto que para el arte lo existente equivale tanto a lo objetivo como a lo subjetivo, mientras que para la ciencia sólo cuenta lo que es demostrable en un laboratorio o sea solamente lo objetivo: “La novela colocada como está entre el arte y el pensamiento, desempeña una triple y trascendental misión: la catártica, ya intuida por Aristóteles, la cognoscitiva, al explorar regiones de la realidad que solo ella puede llevar a cabo y la integración de una realidad humana desintegrada por la civilización abstracta”. [2] La crisis del mundo moderno: Con el siglo XX aparecieron los grandes cataclismos que habrían de estremecer al hombre contemporáneo: las dos guerras mundiales, la bomba atómica, los campos de concentración. Sumado a lo anterior, el siglo XX es también testigo de la aparición de la gran urbe, y dadas sus connotaciones podría muy bien denominársela como un laberinto, donde reinan la angustia y las tinieblas y donde ninguna escapatoria es posible: “La ciudad está dominada por el dinero y por la razón”. [3] La ciudad contribuye a la alienación del hombre, a su enajenación absoluta, le niega la posibilidad de existir, lo sumerge en una profunda soledad e incomunicación. Pero la causa principal de la masificación, de la “cosificación”, del hombre se debe a la razón. Diosa entronizada en el renacimiento, y cuya labor fue relegar a los lugares más ocultos a las fuerzas irracionales que habían caracterizado al espíritu medieval; siendo solo rescatadas, siglos más tarde, por el romanticismo en su abierta rebelión contra la razón, la ciencia y el incipiente, pero tenaz, capitalismo. [4] “El arte nos salvará de la alienación total, de esa segregación brutal del pensamiento mágico y del pensamiento lógico”. 5] La lucha de la razón y de la sinrazón, de la lógica y de la intuición, de la realidad exterior (para el autor es sólo aparente) y de la realidad onírica, caracterizan a Informe sobre ciegos. Narración desbordante, delirante, relatada en primera persona por Fernando Vidal Olmos. Es un diario en el que cuenta los pormenores de la investigación que emprende con el fin de descubrir los secretos de la secta de los ciegos, secta que podría muy bien simbolizar a la razón. Su descenso lo irá poco a poco alejando de esa hipótesis al irse transformando en el retorno hacia los orígenes. Elección e iniciación: Fernando Vidal Olmos, al igual que Tiresias y Edipo, es el elegido para hurgar en las fuerzas desconocidas que rigen el universo. El primer indicio de la labor que debe realizar se produce en un sueño iniciático al escuchar “una campanilla como de alguien que quisiera despertarme de un sueño milenario” [6]. El sueño es sólo la continuación de las “pesadillas y alucinaciones” que habían poblado su infancia, sin comprender entonces, que representaban una revelación. La labor que se le encomienda es la de luchar contra las fuerzas oscuras del universo que impiden que la verdad y el conocimiento le sean develados al hombre. Las diferentes etapas que conforman la investigación están regidas por la intuición y la premonición. Una de ellas es el anuncio que hace de su propia muerte por medio del fuego: “Verdaderamente ¡Qué manga de canallas! Que para creer necesiten que a uno lo quemen”. [7] Atravesar el fuego o morir a causa del mismo, en un intento de purificación, significa -según la tradición judeo- cristiana- que la condición humana es abolida y por lo tanto el acceso al paraíso es permitido. El laberinto: En su descenso, o viaje iniciático, a las cloacas de Buenos Aires, Vidal Olmos encuentra pasadizos, habitaciones, puertas, escaleras y túneles que por su estructura conforman un espacio laberíntico: “¿Quién sospecharía, …que el taller de una modista pudiera ser la entrada al gran laberinto?”. [8] Esto nos remonta a la prehistoria, época en la cual la caverna era asimilada o transformada en laberinto, lugar sagrado que servía a la iniciación de los neófitos y para la sepultura de los muertos. El laberinto es, a su vez, homologado al cuerpo de la madre-tierra (la Pachamama de los mineros peruanos). Tener acceso a un laberinto, a un túnel o a una caverna, simboliza el retorno a las entrañas de la madre-tierra. La matriz subterránea: “Polvo eres y en polvo te has de convertir”. Lo que en un principio se había revelado como la búsqueda de las fuerzas ocultas del universo se metamorfosea en la búsqueda de los orígenes: “Allí está la gruta…, costase lo que costase, debía penetrar en ella”. [9] Es significativo que el autor utilice el verbo penetrar, en vez de entrar. Más que significativo, es simbólico, puesto que esa gruta representa al útero de la madre-tierra. En muchos mitos los hombres fueron sacados de las cavernas, de las entrañas de la tierra, como los minerales, plantas y piedras; siendo todos homologados a pequeños embriones que esperan su momento de crecimiento y desarrollo. La nostalgia del estado prenatal se convierte, a menudo, en un fenómeno colectivo que obliga al grupo tribal a renunciar a la lucha y a la consecuente espera de su desaparición total. Aún hoy el hombre occidental conserva hasta su muerte un fuerte sentimiento de solidaridad para con la tierra que lo vio nacer. Un sentimiento que va mucho más allá del falso patriotismo inculcado por la clase dirigente o por la educación tradicional. Es admiración y amor por el paisaje familiar o el recuerdo de los ancestros enterrados en el cementerio local. Este sentimiento aparece tanto en los mitos y leyendas como en el lenguaje: los romanos llamaban a los hijos ilegítimos TERRAE FILIUS, y los rumanos continúan denominándolos “hijos de las flores” [10]. La madre sólo es portadora de la obra de la madre-tierra. De ahí, que cuando la muerte se acerca, el hombre desee, ante todo, ser enterrado en su región natal, puesto que ese último acto le permite regresar al vientre materno, único lugar de paz verdadera jamás conocido por el hombre. El retorno significa que el ciclo de la vida se ha cumplido: “La soledad absoluta, la imposibilidad de distinguir los límites de la caverna en que me hallaba… Me creí solo en el mundo y atravesó mi espíritu como un relámpago, la idea de que había descendido hasta sus orígenes. Me sentí grandioso e insignificante”. [11] La soledad y las tinieblas son el común denominador de las cuevas, pero también del útero, es el estado natural de la vida embrionaria. El sufrimiento como medio de iniciar al neófito: El sufrimiento siempre ha tenido un gran valor espiritual en los mitos. En la tradición judeo-cristiana nos dice que Jesús para poder salvar a los hombres tuvo que ser sacrificado. Más aún, todos conocemos el proverbio que dice “más fácil pasará un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”. La pobreza y el sufrimiento son bendecidos por Dios, y entre más pobre sea el hombre y entre más dolor lo agobie, más cerca estará de la salvación eterna. En el mito, como en la religión cristiana, la tortura y el sufrimiento son siempre ocasionados por espíritus y dioses, y tienen como fin primordial la regeneración espiritual del hombre. Soportar el sufrimiento estoicamente, significa para el neófito dejar atrás la vida profana para nacer a una nueva vida, esta vez sagrada. En Informe sobre ciegos observamos diferentes etapas de tortura: pesadillas delirio, extravío… “Sentí que aquel pico entraba en mi ojo izquierdo… En virtud de un mecanismo que no alcanzo todavía a comprender, por su falta de lógica yo mantenía mi cabeza siempre en la misma posición, como si quisiera facilitar la perversa tarea, como, aunque sufrimos, mantenemos la boca y la cabeza ante el dentista”. [12] El sufrimiento, tanto físico como mental, es indispensable a la iniciación, es la prueba que debe cumplirse para que el iniciado se regenere espiritualmente. La cópula con la deidad: Otra de las pruebas iniciáticas es la de ser tragado por un monstruo (bastaría con citar el pasaje bíblico de Jonás y la ballena). Semejante prueba tiene dos significados: 1. En el Medioevo, generalmente se representaba al infierno como un gran monstruo marino, y ser engullido por él no sólo era la muerte sino la condenación eterna. 2. Por otra parte, el acceso al vientre del monstruo, al igual que la penetración en la caverna, es el medio para reintegrarse al estado embrionario. Lo anterior nos enfrenta a un dualismo: de un lado la muerte, el fin de la existencia y por consiguiente del tiempo; de otro el retorno a los orígenes que precede el comienzo de toda existencia temporal. [13] En el análisis que nos ocupa, encontramos también esta prueba iniciática: “Tuve la certeza de que allí tendría acabamiento mi largo peregrinaje y que tal vez, en aquel reducto poderoso encontraría por fin el sentido de mi existencia”. [14] Cita que corrobora el tema anteriormente desarrollado: la búsqueda de los orígenes. Esta nueva etapa comienza con una metamorfosis que se acentúa a medida que Vidal penetra la deidad: “La cordillera parecía la espina dorsal de un monstruoso dragón petrificado… Y a medida que avanzaba veía que nada era viviente, que todo había sido calcinado por la lava o petrificado por las ardientes cenizas que aquel cataclismo cósmico había lanzado en edades pretéritas”. [15] En este viaje se hace contemporáneo de la creación, de los albores de la naturaleza, regresa a la edad primera del cosmos: “Me sentí de pronto tan horrendamente solo que grité. Y mi grito, en aquel silencio mineral y fuerza de la historia, resonó y pareció atravesar centurias y generaciones desaparecidas”. [16] El tiempo lineal es abolido, por ello puede ser testigo del tiempo primigenio en el que vivieron los ancestros míticos: “Ahora entra. Este es tu comienzo y tu fin”. [17] El ciclo total se ha cumplido. Sólo le resta llevar a cabo la etapa final: “Algo atroz me sucedía a medida que ascendía por aquel resbaladizo, crecientemente cálido y sofocante túnel: mi cuerpo se iba convirtiendo en el cuerpo de un pez”. [18] En la cópula, Vidal sufre una metamorfosis y al mismo tiempo recuerda hechos remotos y olvidados, que debían ser conservados en la memoria colectiva al igual que hechos de su infancia. Posteriormente pierde el sentido y al recobrarlo se encuentra en el cuarto de la ciega (donde había comenzado su viaje iniciático). Con ella tendrá la siguiente cópula, pero en realidad la ciega es la madre de Fernando que a su vez representa a la madre-tierra. Una de las obsesiones permanentes de Sábato, es el incesto, acto que permite el retorno al útero. El incesto es para Fernando Vidal Olmos el encuentro consigo mismo, la recuperación de una identidad perdida: “por un instante tuve la vertiginosa, y ahora inequívoca revelación: ¡Era ella!… mientras espero la muerte medito sobre el misterio de aquella encarnación, quizá semejante al que convocado por un deseo imperioso se apodera del cuerpo de una médium… Entré furiosamente en aquel ídolo y entonces tuve la sensación de que era un volcán de carne, cuyas fauces me devoraban y cuyas entrañas llameantes llegaban al centro de la tierra”. [19] El incesto termina con una fiesta saturnal: “El volcán de carne fue entonces desgarrado a cornadas por minotauros, cavado ávidamente por ratas gigantescas”. [20] El desgarramiento de la deidad coincide con el retorno al caos: “La funesta luna radioactiva estalló… un gran incendio se desató, y propagándose con furia inició la destrucción total y la muerte… El universo entero se derrumbó sobre mí”. [21] Esta visión apocalíptica es el aniquilamiento total del tiempo y del espacio, aniquilamiento por medio del fuego, símbolo de purificación y de premonición de su propia muerte. Bibliografía: ELIADE, Mircea. Mythes, rêves et Mystères. Paris. Gallimard, 1957. SABATO, Ernesto. Abbadón el Exterminador. Barcelona. Seix Barral.1982. Hombres y Engranajes. Madrid. Alianza Editorial. 1983 Más sobre las Misiones trascendentales de la novela. En: Antología. Buenos Aires. Librería del Colegio.1975 Sobre Héroes y Tumbas. Barcelona. Círculo de Lectores. 1973. Referencias [1] Alejo Carpentier, la novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos, siglo XXI editores, México 2ª edción,1981, pág.130 [2] SABATO, Ernesto. “Más sobre las Misiones Trascendentales de la Novela”. En: Antología. Buenos Aires, Librería del Cole¬gio, 1975. p. 137. [3] SABATO, Ernesto. Hombres y Engranajes. Madrid, Alianza Editorial, 1983. p. 23. [4] ídem. p. 199. [5] SABATO, Ernesto. Abbadón el Exterminador Barcelona, Seix Barral, 1982. p. I99 [6] SABATO, Ernesto. Sobre Héroes y Tumbas. Barcelona, Círculo de Lectores 1973 p. 261. [7] ídem, p. 366. [8] ídem, p. 339. [9] ídem, p. 343. [10] ELIADE, Mircea. Mythes, Rêve et Mystères. París, Gallimard, 1957. [11] SABATO, Ernesto. Sobre Héroes y Tumbas. Op. Cit. p. 383. [12] ídem, p. 345. [13] ELIADE, Mircea. Op. Cit. [56] SABATO, Ernesto: Sobre Héroes y Tumbas. Op. Cit. p. 390. [57] ídem, pp. 390-391. [14] ídem, p. 392. [15] ídem, p. 393. [16] ídem, p. 394. [17] ídem, pp. 398-399. [18] ídem, p. 400. [19-20-21] ídem, pp. 400-401.