domingo, 11 de diciembre de 2011

ESPAÑA ENTRE DOS SIGLOS, DE ZULOAGA A PICASSO, de 1890 a 1920

I parte:

Generalmente cuando pensamos en la pintura española los artistas que se nos vienen a la mente son Domenico Theotokópoulos, llamado El Greco – originario de la isla de Creta y como su nombre lo indica no era español sino griego-, Velázquez, Zurbarán, Murillo, Ribera, Goya, Picasso, Dalí, Miró, Gris y más recientemente Remedios Varo o Antoni Tápies. No obstante, la historia del arte suele ignorar un período trascendental en la pintura ibérica, que va desde 1890 hasta 1920. Época de gran importancia ya que al igual que los movimientos artísticos franceses, correspondientes a la segunda mitad del siglo XIX, fue un movimiento de ruptura, de innovación, de búsqueda de nuevos lenguajes pictóricos; más osado, menos convencional, tanto en la pincelada como en los temas que abordó. Es este período que el Museo de la Orangerie ha querido mostrarnos a muchos amantes del arte que no lo conocíamos: España entre dos siglos, de Zuloaga a Picasso, de 1890 a 1920, es el nombre de la exposición a la que hago referencia.

Pero para entender un poco el silencio de la historia del arte que va de los años 1830 a 1920, en cuanto a la pintura española se refiere, hay que recordar la guerra llevada por el pueblo español en contra de la opresión napoleónica (recordemos ese gran cuadro de Goya llamado 3 de mayo); también hay que tener en cuenta la España miserable de la que raramente se habla, pero que en realidad se sumergía en la hambruna y la ignorancia, puesto que la mayor parte de su población vivía en condiciones de pobreza absoluta y no tenía acceso a la educación, por lo que la gran mayoría era analfabeta. Y no hay que olvidar otro aspecto importante: la pérdida de su última colonia, Cuba, en 1898. El orgullo de otrora había dado paso a una España que trataba de resurgir de las cenizas de un pasado glorioso, pero opresor; me refiero exactamente a las colonias que había instaurado en el territorio de América Latina y a las cuales había despojado de sus riquezas y había tratado de borrar del mapa sus culturas, lenguas y creencias, habiendo cometido el más grande etnocidio de la historia de la humanidad.

No obstante, España, con un pasado pictórico extraordinario, siguió creando, así no conozcamos a los artistas que surgieron entre el período de 1828; año del deceso de Goya y 1906, cuando Picasso comienza a ser conocido, tras abandonar el período azul y pintar los bocetos de ese gran cuadro que daría inicio a lo que posteriormente se conocería como cubismo, Les demoiselles d’Avignon.

Pero antes de este cuadro excepcional, estaban los pintores Ignacio Zuloaga, Joaquín Sorolla, Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Hermen Anglada Camarasa, Darío de Regoyos e Isidre Nonell, entre otros. Estos artistas eran ante todo viajeros incansables, que se interesaban por otras culturas y otras lenguas y por supuesto deseaban empaparse de otras corrientes pictóricas; especialmente del grupo que posteriormente se conocería como Impresionista (es el caso específico de Sorolla). En 1900, cuando Isidre Nonell regresa a España le cedió su taller de Montmartre a Picasso.

Como gran paradoja, en cuanto al silencio que se hizo en torno a la historia del arte española del período que nos ocupa, es importante anotar que los pintores franceses como Gustave Courbet y Eduard Manet eran grandes admiradores de la pintura ibérica; aspecto ignorado durante mucho tiempo por los especialistas que quisieron tender un manto de olvido sobre los pintores anteriormente señalados. Incluso Ignacio Zuloaga, cuando hablaba de Manet, a quien estimaba, admiraba y respetaba, decía que él era un “pintor franco-español”. Los pintores españoles en cuestión expusieron en las galerías que comenzaban a apostar por un arte no convencional, como la Galería Vollard o la Durand-Ruel. Y el curador Léonce Bénédite, del Museo de Luxemburgo, no dudó en comprar lienzos de Zuluoaga (Mi tío y mis dos primas) o de Sorolla (El regreso de la pesca). Estos artistas también hicieron presencia en Nueva-York, Bilbao, Barcelona y por supuesto Madrid y entablaron amistad con Degas, Toulouse-Lautrec, Matisse, Seurat, Signac y con el grupo de escritores de la época; es así como conocieron a la poeta Anna de Noailles.


La posibilidad de penetrar en un mundo artístico e intelectual de vanguardia, rico en simbología, pero también reconociéndose como herederos de una fuerte e importante tradición pictórica, hicieron posible que estos pintores encontrasen su propio lenguaje, diferente a lo que los críticos posteriores admirarían y respetarían. Es así como finalmente se ha hablado de dos Españas: una blanca, con Sorolla a la cabeza y otra negra, la de Isidre Nonell.

(Este artículo continua la próxima semana)

Nota: El pasado jueves 8 de diciembre de 2011 un periodista de la wradio (Colmbia) confesó, sin ambages, que una de las promesas que se había hecho para el 2011 era leer un libro por mes, pero que esa promesa no la había podido cumplir, que ni siquiera había podido leer seis libros en todo el año. Es inconcebible que un periodista de una emisora tan importante tenga el desparpajo de confesar algo que para cualquier otro periodista europeo sería poco menos que inaudito. Esto me hace pensar en la hermosa y dolorosa carta de demisión que escribió el profesor de la facultad de periodismo de la Universidad Javeriana, al no poder seguir soportando la mediocridad de los estudiantes que llegan a sus aulas.

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