En este blog podrán leerse artículos, poemas o cuentos sobre mujeres y hombres que han jugado un rol decisivo en la construcción de nuestro imaginario colectivo; bien sea a través de la literatura, del arte y por ende de la cultura.
miércoles, 18 de noviembre de 2015
DETRÁS DE LOS VISILLOS DE LAS ESTANCIAS SECRETAS DE MURASAKI SHIKIBU: SEGUNDA PARTE
Murasaki Shikibu, como toda gran escritora, tiene como premisa que para poder escribir hay que leer mucho, no olvida que detrás de ella hay toda una tradición literaria, religiosa, filosófica y artística que debe conocer, bien sea para perpetuarla, refutarla o para rendirle culto. En su caso específico las letras y la lengua china; pero también las letras japonesas, su arte, su tradición oral.
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Pero al mismo tiempo es una mujer orgullosa de su cultura. Es por ello que su obra es un fresco en el que pueden leerse, léase verse, respirar, sentir la sociedad en la que le tocó vivir. Sin embargo, la manera de narrar es etérea, difuminada, como si fuese un dibujo en carboncillo en el que las imágenes han sido semiborradas por los dedos del artista. Me refiero, básicamente, a esa moral difusa que navega entre las costumbres fuertemente ancoradas en la Corte Heian y el deseo de cambiarlas, de hacerlas más púdicas, si cabe la expresión, más acordes con la religión budista. Y para ello Murasaki Shikibu se sirve del arte de las palabras, que no es otro que el arte de la poesía; por lo que suscita diversas emociones en el lector, independientemente del tiempo y las diferencias culturales que lo separan de la autora. Esto se ve claramente en el cambio que comienza a gestarse en Genji al regreso de su largo exilio; ocasionado precisamente, por la vida disoluta que llevaba, pero sobre todo por haber osado poner “los ojos” en una mujer que estaba consagrada al Emperador.
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Otra característica es la evocación permanente, a veces como si se tratase de un sueño u otras como una realidad de la que se es contemporáneo: el nacimiento de Genji, su infancia, adolescencia y plenitud y luego la decadencia que narra la vida de sus descendientes. La corte Heian, vista a través de la melancolía, es el resultado de la mirada contemplativa de Murasaki Shikibu.
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Las lágrimas, los poemas, los sueños que se confunden con la realidad, recorren como temas sucesivos estos textos en los que la imprecisión de la realidad, la luna llena, las hojas del otoño, las flores fugaces de un cerezo, la furia de un torrente o las montañas inhóspitas, son el trasfondo de profundas angustias o de amores no correspondidos, pero también son objeto de la confidencia y de la reflexión, del elogio de la amistad, el lamento de la separación o de la muerte como separación definitiva.
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La escritura de La novela de Genji:
No hay que olvidar la gran importancia que la lengua china tenía en la corte Heian; de hecho, los ideogramas utilizados por sus súbditos habían sido inspirados en la escritura china conocida como KANJI, pero con una adaptación a la fonética de la lengua japonesa. Posteriormente los kanji fueron simplificados en símbolos fonéticos conocidos como KANA; produciéndose dos vertientes:
HIRAGANA, o Kana fácil
KATAKANA, o kana suplementario
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Es el hiragana la escritura que va ser adoptada por las mujeres, al punto que las obras escritas en esta modalidad se conocían como “literatura femenina”; concepto que nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, creemos haber inventado. Y aunque Murasaki Shikibu y Sei Shônagon hablaban y escribían correctamente el chino, escribieron sus obras en Hiragana. Algunos hombres, incluso, se burlaban de esta escritura y la consideraban intelectualmente inferior a la utilizada por ellos.
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Una explicación plausible que se ha dado de dicho fenómeno, era que en la Corte Heian estaba mal visto que una mujer hiciese un gran despliegue de sabiduría, por lo que a menudo era el hazmerreír de sus contemporáneos; como lo serían siglos más tarde “les femmes savantes” que ridiculizara Molière. No obstante, yo quisiera ver en esa decisión un rasgo más libre y más independiente de la parte de las mujeres; puesto que veo más bien una especie de código secreto que les ayudaba a comunicarse entre sí, a poder expresar sus más íntimos sentimientos de una forma diferente a la utilizada por los hombres. Tal y como sucedió durante siglos en la provincia de Hunan, situada en el centro de la China, al oeste de Pekín, donde las mujeres desarrollaron un complejo sistema de signos llamado Nushu, y el cual desapareció ante la persecución que sufrieron las mujeres que lo conocían durante la Revolución Cultural.
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Y si me permito hacer esta afirmación es porque en la Corte Heian una persona como Murasaki Shikibu no era una excepción, ya hemos visto que varias de sus contemporáneas pasaron a la historia como mujeres de letras. Ellas participaban activamente en las actividades culturales y el modo de comunicación era en poesía escrita y epistolar. En Occidente habría que recordar a Eloísa y a Pedro Abelardo (s XII) y posteriormente a los súbditos de la corte de Luis XIV (s XVII-comienzos del XVIII).
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Por otra parte, Murasaki Shikibu y Sei Shônagon, lideraban círculos literarios y artísticos, como más tarde lo harían Mme de Pompadour o Mme de Sevigné; recuérdese que es gracias a ellas que la lengua francesa se transformó y que las tertulias literarias y musicales se impusieron en el arte de vivir francés, pero también lo que se ha conocido como La Cultura de la Conversación, aspecto admirablemente analizado por Benedetta Craveri.
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La novela de Genji, escrita en Hiragana, fue dividida en 54 libros, de los cuales tres podrían ser apócrifos y la escritora incluyó 795 TANKA, o poemas, de 31 sílabas. Son los poemas a los que hago alusión. Siendo utilizados por las personas de la corte, así podían comunicar su manera de pensar y sus más íntimos sentimientos. Los Tanka eran utilizados en todas las manifestaciones de las relaciones humanas; es decir, no eran poemas sólo para la vida galante.
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Rasgos postmodernos en La novela de Genji:
El primer rasgo postmoderno del Genji Monogatari, es que la creadora no escribió los libros por entregas, como lo hizo Balzac en el siglo XIX, sino que la obra obedece a toda una estructura bastante compleja, ya que se hacen saltos en el tiempo. En el capítulo 5 ya aparecen personajes y temas que serán desarrollados en el capítulo 13. Otro ejemplo de su postmodernidad está dado en el capítulo 15; allí se cuentan episodios del exilio de Genji, cuando ya hace mucho tiempo que él se ha reintegrado a la vida de la corte, y que ha recuperado su posición anterior, incluso cuando ya la ha fortalecido considerablemente.
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El segundo rasgo postmoderno, está dado por la utilización del Monólogo Interior, ese estilo literario que atribuimos a Virginia Woolf y a Joyce; pero que Murasaki Shikibu ya había desarrollado en la obra que nos ocupa. Es el caso de algunas de las reflexiones que Genji se hace a sí mismo sobre una mujer determinada, o sobre su propia vida y su espacio en el mundo:
““Si”, pensó Genji, “el mundo es un lugar ilusorio, como un sueño””.
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Y más adelante:
“”¡Qué extraño es el mundo en que vivimos!”, pensó. “Han pasado casi treinta años desde que estuve aquí por primera vez, y se diría que todo ocurrió ayer. A veces me turba pensar en la transitoriedad de las cosas, siempre en perpetuo cambio… Pero basta con que me sea dado contemplar las flores de una nueva primavera para que me aferre a la realidad visible, por más que sepa que es sólo un sueño volátil…””
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Cada personaje está encerrado dentro de sí mismo, con sus culpas, sus deseos; es un clima sombrío, de ahí que los diálogos directos sean muy pocos, ya que la mayoría es a través de poemas.
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El tercer rasgo postmoderno está dado por la INTERTEXTUALIDAD que abarca toda la obra. En ella se citan poetas clásicos, tanto chinos como japoneses, y la autora sabe que sus lectores sabrán reconocer cada uno de los poemas y podrán atribuirlos, sin problema alguno, a sus autores originales. Precisamente uno de los poetas más citados es el chino Po Chu I (772-846).
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El cuarto rasgo postmoderno está dado cuando pasa de narradora omnisciente a narradora homodiegética. Por ejemplo, cuando habla en primera persona y se queja de dolor de cabeza y que en ese momento está deprimida:
“Hablaré de la sorpresa que tuvo su tía al regresar a la capital y encontrarla tan bien instalada, así como de la alegría y el sentimiento de culpa de Jiju en otro momento, pero ahora me duele la cabeza y me siento un tanto deprimida. Si se presenta la ocasión y no se me ha olvidado por completo, volveré sobre el tema en otro lugar de la obra”. Y más adelante: “Omitiré los detalles, pues demorarse en ceremonias de este tipo suele resultar tedioso, sobre todo si el narrador es tan incompetente como yo”.
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Con esta confesión Murasaki Shikibu nos quiere hacer ver cuán profundamente conoce la historia que está relatando, e incluso que ella hace parte integral de la misma.
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Sus personajes son emblemáticos, el Genji Monogatari no es una crónica social, ni la autora se interesa por este tema, habla más bien sobre la condición humana; otro rasgo posmoderno. Uno de las características más sobresalientes de Genji es su deseo nunca saciado, al cual se había aludido anteriormente. No obstante, no puede comparársele con el Don Juan de la literatura occidental, en cuanto que Genji nunca olvida a sus amantes, así lo hayan sido por espacio de unas horas:
“Su voz se fundió en un susurro que encantó a Genji. El príncipe suspiró: ¿cómo era posible que todas las damas que le habían interesado tuvieran algo especial que las hacía imposible de olvidar?” (fragmento que puede verse como monólogo interior).
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Genji, a pesar de ser un mujeriego empedernido, también busca placeres en su propio sexo y aunque Murasaki Shikibu es bastante prudente, o bastante timorata, para hablar de este tema, hay, sin embargo, varias alusiones a relaciones homosexuales en su obra. Una de ellas es con el joven hermano de Utsusemi, una de las mujeres por las que él suspira.
“Genji pidió al mocito que se tumbara junto a él, y Kogimi se alegró de poder estar tan a la vera de un príncipe tan joven y hermoso. Cuentan que aquella noche Genji halló al muchacho mucho más complaciente que su inabordable hermana”.
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No hay que olvidar que en la época Heian, como en Grecia y Roma, la homosexualidad era aceptada por la sociedad, así Murasaki Shikibu no sea muy explícita cuando narra este tipo de relaciones afectivas. O posiblemente sean las versiones contemporáneas las que ponen un velo de censura en los párrafos que sus traductores consideran polémico en la sociedad en la que actualmente vivimos y por ende dejan su huella de intolerancia e incomprensión de la historia social y sexual de los pueblos.
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