En este blog podrán leerse artículos, poemas o cuentos sobre mujeres y hombres que han jugado un rol decisivo en la construcción de nuestro imaginario colectivo; bien sea a través de la literatura, del arte y por ende de la cultura.
miércoles, 18 de noviembre de 2015
DETRÁS DE LOS VISILLOS DE LAS ESTANCIAS SECRETAS DE MURASAKI SHIKIBU: TERCERA PARTE
Utsusemi, Fujitsubo y Murasaki, algunas de las mujeres de Genji:
La historia de Utsusemi es bastante trágica. Estando casada con un viejo gobernador de provincia es violada en su propia casa por Genji y aunque la narradora lo cuenta de una forma bastante difuminada no deja lugar a dudas en cuanto al acto violento de El Iluminado:
“Era tan pequeña que la levantó de la cama sin dificultad y se la llevó a su apartamento. Por el camino tropezó con Chujo (una de las criadas) que se sorprendió y trató de ver que estaba ocurriendo en las tinieblas que la envolvían. El perfume inconfundible del vestido del príncipe proclamaba con quien se había topado, … muy confusa no sabía qué hacer. De haberse tratado de un hombre de linaje inferior, hubiera saltado encima de él para defender el honor de su señora…
Y más adelante:
(La experiencia) de aquella noche fatídica la llenaba de angustia. No estaba dispuesta (se refiere a Utsusemi) a volver a pasar por aquella vergüenza”.
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La otra violación es la de Fujitsubo, la esposa del emperador, o sea del padre de Genji, de esta relación nacerá un hijo, el príncipe Reizei, quien llegará a ser también emperador. Esta relación, que transgrede todas las normas sociales, acarrea en los dos personajes estados de ánimo que van desde el remordimiento hasta la entrada de Fujitsubo como vestal; es decir su entrada en religión.
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Estos no son los únicos casos de violencia sexual que se narran en el libro. Murasaki, el gran amor de Genji, es una niña de 10 años que él lleva a vivir a su propia casa, en realidad la rapta, y con la cual duerme todas las noches. Cuando Murasaki cumple 14 años la viola, y simplemente, a modo de “excusa”, le dice que “algún día tenía que suceder”:
“Un día Genji se levantó de la cama temprano, pero Murasaki permaneció en el lecho hasta muy entrada la mañana en contra de su costumbre de madrugar. ¿Qué había sucedido entre los dos durante la noche?…”
Antes de abandonar la estancia Genji introdujo una carta detrás de las cortinas de la cama. Al encontrarse sola, Murasaki levantó la cabeza de la almohada y descubrió una hoja de papel escrita con una caligrafía sin pretensiones. El poema decía así:
¡Qué absurda distancia/
nos mantenía separados/
cuando, noche tras noche,/
yacíamos juntos bajo la misma colcha!/
Tarde o temprano el momento tenía que llegar…”/
Este poema corresponde a “la carta del día siguiente”. Esta era una misiva que el “afortunado amante” dejaba debajo de la almohada de la elegida al día siguiente del primer encuentro sexual, a veces iba acompañada de un fastuoso regalo.
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Genji, a pesar de amarla, también sentirá el peso de la culpa. Esta transgresión, que no es la única en la novela de Murasaki Shikibu, es necesaria para llamar la atención del lector, así como el estado de conciencia que se establece de culpa y expiación. Algo parecido a lo que aún se sigue utilizando en literatura, incluso en las telenovelas que invaden nuestras pantallas a diario. Lo que quiere decir que la condición humana no cambia y que nuestros deseos y miserias son los mismos desde que la especie humana existe.
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En La novela de Genji hay otras escenas de violación, o al menos de intento, en las cuales las mujeres que rodean a la “codiciada” se convierten en cómplices del violador. Podríamos ver en ellas la representación de La Celestina de Fernando de Rojas.
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Genji, un exiliado del amor:
“Fujitsubo recordaba las atenciones que hasta entonces había recibido de Genji como una pesadilla que quería relegar al olvido a toda costa”.
Y es que Fujitsubu, muy a su pesar, se enamora de Genji, un amor correspondido en la medida en que él ama a todas las mujeres. Yo diría que es un enamorado del amor. Genji es un personaje que hubiese podido servir de modelo para los escritores románticos, es un eterno Don Juan, que va detrás de un amor idealizado y nunca experimentado, va detrás de todas las posibilidades que pueda brindar la sexualidad, sin saciarse nunca; por lo que siempre tiene la sensación de desarraigo amoroso, es un exiliado del amor. Para entender mejor esta idea, habría que tener en cuenta que Genji nunca abandona, o al menos en muy contadas ocasiones, la posibilidad de una nueva aventura, tanto sexual como afectiva, de ahí su eterna sed por lo desconocido y por transgredir las reglas sociales de su tiempo.
“El pecado que supuso para ambos la concepción del heredero aparente no dejaba de atormentarla. Intuía que hasta entonces había conseguido escapar milagrosamente a su karma, pero que, cuando finalmente le tocara pagar por su crimen, el precio sería terrible”.
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Significado de Murasaki y Genji:
Murasaki significa lavanda, espliego, por lo que podría suponerse que sus vestidos llevaban siempre este olor, ya que el perfume estaba directamente asociado con las personas, era su distintivo más preciado.
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Por su parte, Genji no es un nombre propiamente dicho, sino el título que recibían los hijos ilegítimos del emperador, y si bien gozaban de muchos privilegios nunca podían ascender al trono. Es por ello que con frecuencia la narradora se refiere a Genji, como Genji El Iluminado, o Genji el Resplandeciente.
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Características psicológicas:
Con una gran delicadeza la autora representa, como si de una pintura se tratase, las características de cada personaje.
“Mientras ella leía en voz alta una novela a sus mujeres, Genji reflexionó sobre lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo se explicaba que aquellos arrebatos súbitos de pasión no le hubieran abandonado todavía? A veces sentía vergüenza de sí mismo. ¡tenía ya treinta y dos años, y a su edad resultaban completamente ridículos!
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En otro tiempo se había comportado de un modo horrible, pero entonces era joven y alocado. Por otra parte, estaba seguro de que las faltas de entonces le habían sido perdonadas. ¿Iba a volver a las andadas? Trató de consolarse de algún modo, y acabó reconociendo -¡triste consuelo!- que ahora tenía más conciencia de los peligros que corría, de manera que algo había ganado con la edad”.
“En la corte de cierto emperador, cuyo nombre y año omitiré, vivía…”
Otra característica de extrema modernidad es la frase que da inicio al libro, ya que nos preguntamos: ¿En qué reino fue?, puesto que Murasaki Shikibu nos muestra claramente que los acontecimientos que serán narrados no pertenecen a la época en la que ella vive, lo que demuestra una gran habilidad narrativa.
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Los diálogos de poemas, no son directos, son alusivos, obedecen a códigos establecidos, nunca improvisados:
“-Hubiese preferido marchar contigo/
a la vida de los pescadores
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a estar sola y triste en la ciudad,
/
pensando en ti.
/
“Esos cuadros me hubiesen servido de gran consuelo…/
Y Genji respondió, compadeciéndola:/
-Más lloro ahora que entonces,/
en los tiempos de mi exilio,/
al evocar las muchas lágrimas/
que en aquellos días derramé”./
La música también forma parte de los diálogos y algunas veces reemplazan a los poemas:
“Dominaba el son de la flauta, pero no faltaba tampoco el koto japonés y el laúd. La flauta es un instrumento melancólico cuya voz combina a la perfección con las brisas de otoño, especialmente en noches de luna tranquilas y radiantes como aquélla”.
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A modo de conclusión:
Para terminar podríamos decir que la época Heian se caracterizó por una gran sensibilidad por la naturaleza, la música, la lengua china, la poesía. Por su parte, la caligrafía tenía un papel muy importante y era muy apreciada.
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Murasaki Shikibu sabía que necesitaba de transgresiones para poder llamar la atención del lector, amores prohibidos y “faltas repetidas”, con su consecuente castigo, de ahí que las mujeres entren en religión y que Genji se sienta culpable a todo lo largo de la obra. Kaoru, su hijo, al menos el que pasa como tal, es introvertido, delicado, no es mundano como el padre, en realidad es el héroe ya que Genji era alguien que había transgredido todas las normas sociales. Es decir, Genji, el Iluminado, sería un héroe a la inversa. En cuanto a Kaoru se refiere, es la antítesis de Genji, ya que nunca es capaz de tomar la decisión apropiada en el momento apropiado.
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La madre era la encargada, al menos en una gran medida, de asegurar el futuro de los hijos. Esto estaba dado por el linaje al que pertenecía y por la influencia que pudiese tener sobre el emperador y por supuesto al apoyo político que pudiese tener.
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La novela, en época de Murasaki Shikibu, era considerada como hoy en día, lo que hay allí escrito es ficción, así parta de la realidad: condición humana, ascenso político de un hombre o su caída, relaciones entre seres humanos.
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Para poder entender a cabalidad el mundo en el que vivió Murasaki Shikibu hay que tener en cuenta algunos aspectos, a saber:
1. Es una sociedad devota de la belleza, tanto física como espiritual.
2. En la corte Heian se rendía culto al ocio. En otras palabras sus súbditos vivían en un perenne Carpe Diem, puesto que vivían por y para el refinamiento más sofisticado; no sólo en cuanto a las actividades artísticas y literarias se refiere, sino a los objetos que los rodeaban y a los vestidos que utilizaban.
3. El Genji Monogatari no es una tratado de política, aunque como lectores penetramos muy bien en la jerarquía de la Época Heian. Sus gobernantes no se preocupan por hacer justicia social, sino por la caligrafía, la música, la literatura, las fiestas, los regalos suntuosos y al mismo tiempo se preocupan por los “tiempos degenerados” que les ha tocado vivir. El libro nos muestra la ambición por el poder, las rencillas, el arribismo y los conciliábulos para acceder a él e incluso la corrupción (se habla, incluso, de ahogar en dinero a un futuro yerno y de comprarle un ministerio).
4. Esta era una sociedad que vivía para el goce de los sentidos y al mismo tiempo eran profundamente espirituales, ya que el peso de la religión budista atraviesa toda la obra. No sólo viven rodeados de bonzos y sacerdotes, sino que siempre buscan la oportunidad de realizar retiros espirituales y cuando no pueden hacerlo dedican gran parte del tiempo a la oración, léase la repetición de los sutras, o la lectura de las escrituras sagradas. Según la concepción del mundo de Genji, hay que aprender a ser un ser humano y la única posibilidad es a través de la religión. Esta es la búsqueda de Genji o de su primo el emperador Suzaku, pero también de Murasaki, la esposa de Genji, o de muchos otros personajes de la obra. Todos ellos desean terminar sus días en un monasterio, y al optar por la vida monástica esperan dejar atrás el mundo de las “apariencias”, lo que les abriría la puerta para acceder al mundo espiritual. Es el caso de los personajes Kaoru y Ukifune, en los que yo vislumbro una reencarnación de Genji y Murasaki.
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En el caso específico de la mujer, la entrada a la vida monástica es una posibilidad de sobrevivencia; ya que al quedar viuda, o al perder el interés de su marido, o dejar de ser considerada “favorita”, la vida monástica le permitía tener un techo y comida, así fuera precaria. No hay que olvidar que este aspecto también se daba en Occidente; no sólo durante el Medioevo sino durante muchos siglos después.
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Para terminar yo diría que Murasaki Shikibu es un gran árbol del que crecen las ramas que dan cobijo a Yasunari Kawabata, a Yukio Mishima, a Haruki Murakami, a Marguerite Yourcenar o a Jorge Luis Borges. La literatura japonesa se alimenta de su savia y la occidental busca su sombra.
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Bibliografía :
Le dit du Genji, Murasaki Shikibu, Editions Selliers, 2008.
El libro de Genji, Murasaki Shikibu, Editorial Planeta, 2007.
Journaux des dames de cour du Japon ancien, Editions Philippe Picquier, 1998.
Notes de chevet, Sei Shônagon, Gallimard/UNESCO, 1966.
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