En este blog podrán leerse artículos, poemas o cuentos sobre mujeres y hombres que han jugado un rol decisivo en la construcción de nuestro imaginario colectivo; bien sea a través de la literatura, del arte y por ende de la cultura.
jueves, 3 de diciembre de 2015
VENUS KHOURY-GHATA
El 7 de diciembre de 2011 fue otorgado el Premio Goncourt de Poesía a Venus Khoury-Ghata, quien ha ganado innumerables preseas literarias, como el Premio de la Academia Francesa (2009), el Premio Apollinaire o el Premio Mallarmé, entre otras.
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Venus Khoury-Ghata nació en 1937 en el norte del Líbano, en un pequeño pueblo llamado Pshery, el mismo que vio llegar al mundo al poeta Jalil Gibran. Desde 1972 vive en París. Inicialmente trabajó para la revista Europa, dirigida en ese entonces por Louis Aragon, a quien ella, en compañía de otros colegas, tradujo al árabe. Es novelista y poeta, ha publicado alrededor de treinta títulos. Es de anotar que el New Yorker, al referirse a esta insigne poeta y novelista, dijo la siguiente frase: “Venus Khoury-Ghata es a la poesía lo que Gabriel García Márquez es a la novela”.
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Su última libro Où vont les arbres? (¿Adónde van los árboles?) Mercvre de France 2011, indaga en su tema predilecto, la muerte. Ante nuestros ojos desfila la patria herida, violada, devastada por el fuego inclemente de la guerra. La Patria que tiene mil, un millón de amantes, la Patria que se casa todos los días con alguien diferente y a la que la autora llama madre:
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“Se casa con guerreros y soldados de plomo/
La casa se hundía a medida que ella se casaba de nuevo y que/
Las lágrimas corrían por nuestras mejillas”
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Es una progenitora que a pesar de estar muerta sigue engendrando hijos de hombres desconocidos que la violan en el patio trasero de un cementerio. en realidad ella representa a la muerte:
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A veces es una madre que ama a sus hijos, pero otras:
“La madre quería vender a sus hijos pero ningún camino los aceptaba”
“Entre la madre y nosotros estaba la sombra del invierno”
“La madre nos quería con brazos largos… para introducirnos en su sueño”
La madre, con cara de fuego, se pierde en las colinas o detrás de los árboles, es esquiva, a veces amante, pero en general violenta. Es una trashumante en un “paisaje sedentario”. Cree partir cuando en realidad es el camino el que avanza.
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Cuando hace referencia a la casa, describe su techo como una tumba, pero también como un hueco que entierra el sol:
“La casa le dio la espalda/
Ella cavó un hueco dentro de otro hueco y cada noche enterró un sol”
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La madre, eterna lavandera, lava la sangre de la tierra mientras que las manos de sus hijos se transforman en piedras.
Al final se pregunta quienes somos para contar la vida de nuestros padres mientras morimos con cada lámpara que se extingue.
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Nota: La lectura de este libro me hizo sentir que en vez del Líbano, arrasado por guerras intestinas, la poeta estaba hablando de Colombia y de nuestros ríos de sangre, un país muy diferente a aquellos que se empeñan en mostrar sus habitantes, marcados por el signo de la violencia y de la pobreza, como los más felices del planeta.
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