En este blog podrán leerse artículos, poemas o cuentos sobre mujeres y hombres que han jugado un rol decisivo en la construcción de nuestro imaginario colectivo; bien sea a través de la literatura, del arte y por ende de la cultura.
viernes, 7 de julio de 2017
PARA NOMBRAR LA MADRUGADA, DE FLAVIA FALQUEZ
Acabo de leer Para nombrar la madrugada (2017-EDR Editor Independiente) de la poeta colombo-española Flavia Falquez; lo hice dos veces, deteniéndome en sus imágenes, releyendo algunos versos, bebiendo el néctar dulce de sus palabras y escuchando el eco lejano de una cítara perdida en el confín de los tiempos.
Este poemario se debate entre el olvido y la memoria. El olvido a veces se viste con la mortaja de Penélope, pero la misma Penélope le da vida nuevamente a través del tejido que hace con las palabras que invitan a una evocación permanente.
Para nombrar la madrugada, es un libro que indaga en la ausencia; es una forma de conjurar el dolor inherente a la pérdida. De ahí que la evocación sea tan importante, a través de ella regresan los momentos y las personas que la poeta ha amado. A través de la evocación la poeta impide que las personas amadas desaparezcan de sus ojos, así algunas veces las busque “en cada baldosa/ de nuestra casa vacía”.
Para nombrar la madrugada es también una forma de nombrar lo inasible; y lo hace a través de la sensualidad, de un erotismo que conoce la suavidad que da el tiempo y la sabiduría, la sapiencia del amor. Esa sapiencia que no nació ayer, ni en esta madrugada, sino que viene de lejos:
“Los hombres nacemos con destino de estrella/condenados a ser el amor y su imagen./Sin embargo sabes que mi voz es la tuya y conservo tu cuerpo,/tan mío y tan ajeno,/único camino/ en el que siempre me pierdo/y al que regreso constante”.
Y así a veces se sienta desterrada, sabe que el exilio no es por siempre ni definitivo; sabe que en algún recodo habrá de reencontrarse consigo misma y que será a través del poema que encontrará refugio:
“Sin rumbo,/abandonada de los dioses y la luna,/caí sin mástiles ni amarras/en tu vieja trampa de sirena./Borracha de crepúsculos/y derrotada en la ternura, te volví poema/y me senté/en la línea de algún verso/sola/conmigo/a quererte”.
El saudade, lejos de sumirla en el delirio, le ofrece el ancla que necesitaba para no seguir en el naufragio de los recuerdos y de las sombras. Los versos son leños encontrados en la infinitud del océano, gracias a ellos no sucumbe, no se ahoga; en cierta forma encuentra una especie de Edén, al menos el que ella anhela.
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