En este blog podrán leerse artículos, poemas o cuentos sobre mujeres y hombres que han jugado un rol decisivo en la construcción de nuestro imaginario colectivo; bien sea a través de la literatura, del arte y por ende de la cultura.
viernes, 21 de julio de 2017
RITUALES DEL AZAR, DE CAROLINA ZAMUDIO
Me gustaría decir que conozco a Carolina Zamudio (Argentina, 1973) desde hace algunos años, ¿quién no conoce su nombre en Colombia ?; me refiero, por supuesto, a los lectores de la poesía. Sin embargo, sólo hasta hace poco tiempo comencé a leer su trabajo, sin que ninguno de sus versos me haya decepcionado.
Debo decir también que el trabajo poético de Carolina Zamudio es denso, a veces impenetrable, es un trabajo muy elaborado, donde cada palabra tiene exactamente el sitio que le corresponde; su poesía no es anecdótica ni facilista; por el contrario, se sumerge en mares insondables, tortuosos, y aún así leerla es una experiencia que se transforma en un gran goce estético e intelectual.
Al menos es lo que he sentido con la lectura de su último libro Rituales del azar (Éditions Villa-Cisneros, Toulon, 2017), en una hermosa y cuidada edición del traductor y editor Rémy Durand, una publicación bilingüe que le permite al lector navegar entre las dos lenguas, pasar de una a otra como quien se contempla en un espejo de agua; no como lo hiciera Narcizo, sino para solazarse con la belleza de sus imágenes, así duelan como una espina invisible que es lanzada al centro mismo del cosmos.
Rituales del azar invita a muchas lecturas, a muchas interpretaciones, a muchos viajes. Y cuando hablo de viajes lo hago pensando en la Poesía Simbolista, un viaje al interior de sí mismo, en una especie de travesía del río Aqueronte, sólo que no hay barca ni Caronte nos pide óbolos para llevarnos a la otra orilla. Es un viaje que debemos hacer por nuestros propios medios, aún a sabiendas que será imposible salir indemne de dicha travesía.
Podemos ahogarnos o bien podemos respirar nuevamente. Sin embargo, si logramos tener la cabeza afuera, y evitar que los remolinos jueguen con nosotros como si fuéramos marionetas en manos de los dioses que no ríen, de esos que se hacen llamar agelastes, habremos de alcanzar la otra orilla, aunque ya no seremos los mismos.
Ahora bien, entremos en el libro, y para hacerlo debemos comenzar por su título : Rituales del azar.
Y si hablo del título es porque considero que en él está la clave de los poemas que contiene el libro. Un título debe ser, en la medida de lo posible, por no decir siempre, bitácora y aguja naútica, y aunque se navegue por mares ignotos, y la nao sea sacudida por tormentas, la bitácora y la brújula sabrán finalmente llevarnos a una playa segura, así la mayoría de las veces sea desconocida.
Rituales del azar es de por sí todo un reto.
Recordemos que los rituales se basan en repeticiones ad infinitum en el que los gestos y las palabras poco o nada cambian con el transcurrir del tiempo. En cambio el azar es algo imprevisto, desconocido, no sabemos que va a pasar en el minuto siguiente, ni siquiera sabemos si aún estaremos con vida. Y es ahí precisamente donde esos dos conceptos se entrelazan y se hacen necesarios el uno al otro.
Recordemos que la bitácora también es vista como un cuaderno de a bordo donde se registran todas las maniobras del piloto que conduce el bajel; como el estado del tiempo o las visicitudes vividas durante la navegación. Y aún así, por más que todos los contratiempos y aciertos, vividos a bordo, estén debidamente anotados, nada asegura que en el minuto siguiente la marea no cambie y que un temporal sacuda la carcaza desde la proa hasta la popa ; poniendo en peligro a la nave y a sus tripulantes . Ésto es en cierta forma el azar.
Ahora desmenucemos esa hermosa palabra : AZAR
María Moliner, en su Diccionario de uso del español (Editorial Gredos, España, 3a edición, 2007), nos explica que la palabra azar viene del árabe andalucí azzáhr y del árabe clásico zhar, palabras que quieren decir dado. O sea, cuando los eventos no obedecen a desiciones divinas ni a fenómenos naturales, sino a lo que pueda surgir de un momento a otro, algo inesperado, dejando así las desiciones al azar ; como en un juego de dados en los que se juega la vida misma.
Rituales del azar es entonces el compendio del pathos que Carolina Zamudio va a desarrollar a todo lo largo de su discurso poético. Para explicar un poco esta premisa habría que recordar que pathos se refiere al discurso con el que un autor espera cautivar y capturar al lector.
La bitácora llamada Rituales del azar se convierte a su vez en una línea muy delgada en la que el lector -leáse funámbulo- va a caminar tratando de no caer en el abismo que sortea la existencia humana. Es por ello que el título es un gran acierto que abre el umbral de una poiesis muy elaborada, en la que ningún verso sobra. Recuérdese que la poiesis tiene el poder de transformación de la realidad; podría decirse que es la fuente que da origen a la vida, de ahí su carácter ontológico y metafísico incontestable. Y por supuesto, hay que recordar a Heidegger cuando habla de la poeisis como una iluminación; característica incontestable del trabajo poético de Carolina Zamudio.
Para entender el aspecto ontológico y metáfisico de Zamudio leamos uno de sus poemas:
Sin red
En tierra de mariposas/
a la caza de sofismas./
Sin red./
La noche tiene un balcón/
con la vista hacia dentro./
A veces ingreso.//
Amo el silencio que duerme/
la casa. Y yo/
todo agita/
yo muchos, ninguno,/
desde afuera hacia un bullicio único/
que todo ancla/
vierte./
Noche : tus pasillos me develan/
el infinito/
y ese yo./
Los otros claudican.//
Veamos ce cerca algunos de sus versos :
Sin red./La noche tiene un balcón/con la vista hacia dentro./A veces ingreso.
¿Cómo no pensar en un eterno funámbulo y en la eterna caída –la chute-, esa a la que hace alusión Camus ? Porque esa es la existencia humana, un eterno salto al abismo, a la nada –léase néant-.
Es por ello que el poema Codicia nos revela la palabra clave de su poesía : Hueco.
hueco de luz amanecido ancla
Un vacío sin fondo, sin redes que mitiguen la caída o que la interrumpan. De ahí el miedo atávico a lo desconocido, el pavor de las tinieblas que rodean la chute inherente a la existencia misma. El ancla es invisible, mitiga la caída y aún así no la impide. Recuerda que la condena de los dioses es ineludible, y que el Hades es el único puerto posible.
El Hades -o Haides- morada de los muertos, es visto en la tradición cristiana como pozo de suciedad o tumba; este último es un concepto que viene del hebreo Sheol o Scheʼóhl, el cual también puede ser traducido como hoyo, infierno o sepulcro. O sea, la caída y el hueco, a los que hace alusión Carolina Zamudio, son el eterno viaje hacia la muerte que todo ser humano emprende desde el momento mismo de la concepción; y por supuesto debe ser leído como condena, castigo a los que ningún ser humano puede escapar.
Es por ello que la poeta dice:
La misma noche suspendida en el tiempo
… la misma noche, el mismo olor (Poema : Y dejó de ser silencio)
Una hermosa forma de hablar de la muerte, de la finitud, de la mortalidad vista, por supuesto, como el secreto de la condición humana y de su inconmensurable fragilidad y soledad.
Y luego :
como alguien que leyó el destino
y se dejó ser silencio (Idem)
No hay concesiones, ni perdones, solo hueco (vacío), noche (tinieblas) y silencio (muerte). Ese silencio sideral que ensordece y sume en el delirio a este especie que desea ser inmortal aún a sabiendas que sólo es una ínfima partícula que navega en el aire y que está destinada inexorablemente a desaparecer de la faz de la tierra.
Y luego la muerte surge con toda la intensidad de un ritual perenne, inmortal; no todo podía ser azar, así el juego de dados también sea eterno.
Veamos :
Otoño
Si muero en otoño/
seré redimida por mi falta de fé./
Si muero en otoño/
mi cuerpo vuelto polvo/
volará al fin libre/
-cadencia hoja-/
ocre, amarillo.//
Si muero en otoño, joven/
viva quizá con tezón/
en las mujeres de mi descendencia./
Pues si muero en otoño este canto/
será un presagio dulce lanzado de madrugada/
al arrullo de los espasmos de mi madre/
que duerme la casa de la infancia.//
Si no es otoño, acaso, que alguien sepa/
que la dulzura de castañas/
la íntima penumbra de un atardecer cualquiera/
hubiera sido el escenario certero/
para deshojar de una vez, ese, el día.
La poeta, elegida para narrar la historia -su historia-, sabe que es una hoja barrida por el viento, una pequeña hoja que navega por centurias, tanto pasadas como futuras. Como hoja sacudida, balanceada, por el viento -como si se tratase de un cuerpo en una hamaca sempiterna- sabe que es sólo una extensión de un antiguo árbol, en este caso de un castaño, pero también podría ser de una sequoia; no en vano es un árbol que vive entre dos mil y tres mil años, alcanza una altura de 115.61 metros, sin contar, por supuesto, la inmensa longitud de sus raíces, y la circunferencia de la base del tronco puede medir 7.9 m.; en otras palabras un árbol milenario e indestructible. Y así los vientos sean huracanes y las lluvias tempestades, no hay fuerza de la naturaleza que los abata ; están ahí como testigos inmortales, como individuos que ven pasar los siglos y los milenios, mientras desgranan una a una las semillas que vendrán a acompañarlos en esa fiesta que se llama eternidad.
Por eso la poeta hace alusión a las :
mujeres de mi descendencia
…. al arrullo de los espasmos de mi madre
que duerme la casa de la infancia (Poema Otoño)
Y luego, en otro poema de igual calidad poética, dice :
Los zapatos de la muerta en la hamaca. …Era el patio de la casa de mi madre. Mi casa. Era la hamaca de mis hijas. Esos zapatos eran de la muerta. ¿ De quién? Sólo supe que había muerto.//
Más no así su memoria./
Mi conciencia en reposo se resiste a morir./
Despierta y vive muertes./
Cierta memoria aún vive en mí./
O vivo para revivirla./
Al alba, junto a mí. (Poema Los zapatos de la hamaca)
La poeta, testigo de su tiempo, testigo de los tiempos, sabe que su ascendencia y su progenie es indestructible, inmortal ; así a veces la muerte pase el umbral de su casa.
Y en el poema Mis muertos dice :
Llevo mis muertos en mí.
Vienen de mañana a extasiarse en mi mano
(como si fuesen pájaros que vienen a coger la semilla que perpetuará la descendencia, o sea un ritual; y al diseminarla la dejan caer en diversos lugares, algunos cercanos y otros lejanos, o sea el azar).
cuando acarician luminosos
las frentes de mis hijas. Uno mira al espejo
en mis ojos
de un pardo más ocre que verdoso
asomando enigmático por los párpados caídos
de otro muerto que vive en mí
hasta que la muerte nos separe.
Los rituales finalmente le ganan la partida a ese juego de dados llamado azar.
Para terminar quisiera hacer alusión nuevamente al poema Codicia:
un hueco de luz amanecido ancla
y en Luz :
Sola./
No madre, no hija, no amante./
Artesana, camina entre las dudas./
Las certezas son del sol./
Con lágrimas, es de porcelana./
Cuidado con tocarla./
Se quiebra.//
Agnóstica y maltrecha./
El vientre curtido de desgarros/
cuchilladas.
Con estos dos poemas Carolina Zamudio nos pone frente a un doble espejo:
El de la izquierda: es el espejo de la frágil condición humana, el que se quiebra en millones de partículas.
1. El de la derecha: es el insondable misterio de ser mujer en un universo que también se quiebra en cada respiración, en cada segundo; testigo mudo de la caída al vacío en que está suspendida esta especie que escribe poesía y que trata de sobrevivir agónicamente entre la belleza y el desamparo. ¿Cómo salir indemne después de esta lectura?
Por otra parte, quisiera resaltar la traducción hecha por Rémy Durand; una traducción que he disfrutado tanto desde el punto de vista estético como intelectual; puesto que la voz de Carolina Zamudio encuentra su voz gemela en esta hermosa y emotiva traducción.
Un gran honor leer a esta poeta tan cara a los colombianos.
Recomiendo los siguientes documentos :
Rituales del azar:
h
Presentación de Rituales del azar en Francia (2017):
Pueden leer algunos de los poemas del libro Rituales del azar en la revista de poesía La raíz invertida:
También recomiendo la entrevista que le hizo el escritor argentino Pablo Di Marco en la revista Libros y Letras:
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