jueves, 2 de abril de 2020

VIVIANE GORNICK, LA FEMME À PART


Acabo de pasar poco menos de cuatro horas en compañía de Viviane Gornick (Bronx,New York -1935), y han sido unas de las horas más iluminadas de mi vida.
Hace dos o tres años, y gracias a mi amiga Flavia Falquez, leí su libro Apegos feroces (1986), y la verdad es que no me gustó mucho. No había vuelto a leer nada suyo, a pesar que hace varios meses tengo otro de sus libros, La femme à part (2015) -traducido al español con el título La mujer singular y la ciudad-.
Pues bien, acabo de leer este libro prodigioso, de escasas 156 páginas, y es como si hubiese leído una enciclopedia.
Está escrito en un lenguaje muy sencillo, coloquial; y sin embargo, es de una profundidad sin límites. En cierta forma es el resumen de Apegos feroces; solo que no es una novela. Tampoco es un ensayo; podría decirse que es un diario escrito no a lo largo de su vida sino cuando el atardecer llega a su fin. 
La femme à part, es un tratado sobre la amistad y sobre la íntima relación de Gornick con Nueva York. Una relación visceral, en la que la autora se da cuenta que sin sus calles, sin sus teatros, sin sus cafés, sin Broadway, sin sus millones y millones de seres anónimos; ella, Vivian Gornick, no sería nadie. También están su madre y su mejor amigo, Leonard; y algunos de los hombres que amó o con lo que simplemente se fue a la cama. Tampoco faltan sus lecturas y autores favoritos; al menos los que tienen que ver con el tema central del libro: La amistad.
Y por supuesto, están su feminismo militante y su oficio de escritora. Actividades que nombra todo el tiempo y que a su vez la nombran, la hacen sujeto, la definen; a través de ellas sabe que es un verdadero ser humano; no una caricatura ni una marioneta. Sabe que el hecho de asumirse como feminista y como escritora le da un lugar visible en el mundo; no en el mundo de las glorias fatuas y de las luces de Broadway, sino en en el teatro que es la vida. 
Nunca había leído un libro como éste, no solo singular sino que sea capaz de penetrar en la intimidad de los sentimientos que nos hacen seres humanos.
Es un libro que me ha dejado perpleja; y eso es lo que yo le pido a la literatura: perplejidad. Y cuando eso sucede -como si fuese una rara e íntima epifanía- me siento colmada, plena; en cierta forma, feliz.
Gracias Viviane Gornick, pocas veces he disfrutado tanto una tarde de lectura como ésta.

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