EDWARD HOPPER VISTO POR PHILIPPE BESSON
Por: elhilodeariadna Autora del blog Berta Lucía Estrada Estrada
Siempre he creído que hay dos artistas que han logrado captar el sentimiento de soledad absoluta y visceral en un lienzo, me refiero a Edgar Degas (1834-1917 ) con su obra El ajenjo y a Edward Hopper (1882-1967) con Halcones de la noche. En las dos obras se puede observar a una pareja, en una terraza de un restaurante cualquiera de París en el caso de Degas, y la de Hopper en un bar de Nueva York.
Las dos parejas están separadas por siglos de incomunicación y absoluta tristeza, como si a pesar de compartir, probablemente, un lecho y una casa, nunca hubiesen construido nada juntos. Es el espejismo con el que cada uno de nosotros teje su propia apariencia y su propia visión de la relación afectiva. Y es precisamente este cuadro de Hopper la fuente en la que bebió Philippe Besson (1967) para escribir Final del Verano, por su parte Habitación de hotel le dio la idea para el libro Decirte adiós y de la pintura El faro con dos luces, nació el tema para Un instante de abandono, donde explora otra forma de soledad. Me refiero a la vida que muchas personas deben afrontar en los pequeños poblados donde la vida obedece a conductas dictadas desde hace cientos de años, y donde la diversidad de pensamiento y la libre orientación sexual son consideradas comportamientos pecaminosos, por lo que son condenados al ostracismo social y a veces a la hoguera, por lo menos desde el punto de vista del repudio social y religioso, que acompañan a la mayoría de las sociedades ancoradas en viejos prejuicios y donde la modernidad nunca ha llegado, aunque a veces cuenten con Internet.
Hopper, cuya exposición puede visitarse en el Grand Palais (París), del 10 octubre 2012 al 28 de enero 2013, es uno de los más grandes pintores estadounidenses. Mientras que muchos de sus contemporáneos representaban el humo de las fábricas, él se dedicó a pintar las casas de Nueva Inglaterra; pero sobre todo a pintar el cataclismo humano. Lo que quiero decir es que pocos artistas han logrado hacer una radiografía de la modernidad como él. Sus temas son ante todo metafísicos, léase soledad, abandono, desesperanza, tristeza, incomunicación humana, desconocimiento del otro, pero también desconocimiento de sí mismo. Cada uno de sus personajes está condenado de antemano a su propio abismo, a su propio infierno, como si no hubiese escapatoria posible. Cada pintura de Hopper cuenta una historia; pero la diferencia con otros pintores anteriores a él, es que la historia no está terminada, cada espectador debe buscarle un fin, como en el cuadro de Degas al que hacía referencia anteriormente; creo que este es un logro fundamental en los dos pintores. Es precisamente esta característica la que le permite a Besson construir su propio mundo narrativo. Él mismo afirma que no le gustan las pinturas que cuentan una historia terminada, donde la posibilidad de imaginación se reduce a su más mínima expresión. Besson afirma que un cuadro debe dejar una parte para que cada espectador construya o imagine el final que más le guste, y yo agregaría el final que más se acomode a la propia vida o al menos a lo que uno cree que es su propia vida. Los personajes de Degas, de Hopper y de Besson arrastran sombras dolorosas, pasados tormentosos, secretos que pesan en la vida de cada uno de ellos, están habitados por el hastío, carecen de futuro, están condenados al ostracismo dentro de sí mismos. Los personajes de Degas y de Hooper son anónimos, son NN que ha vomitado la ciudad, carecen de identidad, son eternos exiliados, extranjeros perpetuos en sus propios cuerpos, con los cuales están obligados a convivir así no lo deseen; por lo que Philippe Besson trata de nombrarlos, de construirles un pasado, en el que puedan verse a sí mismos, así vean toda la miseria humana escondida en el fondo de su ser, en otras palabras cada uno de ellos capta, a su manera, la fugacidad del tiempo y hace visible lo invisible.
Y si en literatura Hopper ha influenciado a Besson, en cine es Wim Wenders quien ha sucumbido a su magia, entre muchos otros directores de cine.
Para terminar quisiera hablar de la luz de Hopper y de su cálido colorido. Mientras que el cuadro El Ajenjo de Degas es una atmósfera gris, muchos de los cuadros de Hopper son bañados por una luz mágica, como si el sol que los baña fuese permanentemente veraniego.
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